La firma

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Marcelo López-Conde Alonso

A

mparo llega a la puerta principal, gira sobre los tacos aguja y observa por última vez el que ha sido su Petit Hotel por más de 40 años. La garganta comienza a cerrársele, los ojos se le van inundando y un ardor lacerante en el estómago le recuerda su situación. Oculta detrás de gafas oscuras, imagina su casa como antes; así recobra los muebles de estilo, las pinturas del siglo XVII, los vidrios firmados, las alfombras persas, los cubiertos de plata, los bronces. Se ve sentada frente al necessaire del siglo pasado probándose sus alhajas y perfumes, sus vestidos, sus zapatos de las mejores casas. Juega con las lamparillas de luz que recorren el marco del espejo donde ella, Amparo, representa el mejor papel de todos en su larga y famosa carrera de actriz, ser ella misma; y hasta saborea su exquisito Veuve cliquot. Luego, prueba una cucharadita de caviar negro con un toque de limón como siempre le ha gustado comerlo.

Se percibe deseada, con su pelo rubio, sus labios carnosos; y mucho más aún cuando recuerda la foto en blanco y negro de ella con aquél actor venezolano: Ricardo Thompson atrapada entre marco y espejo.

En ese entonces, él la miraba y ella sonreía, y sabía que esa sonrisa era todo su corazón: grande como la luna llena que hacía de fondo en la fotografía y daba fondo a aquel amor de película que ambos habían hecho realidad.

Ricardo Thompson conquistaba corazones; todas las chicas se derretían con su look de Latín Lover, enamorando a esa hermosa rubia de ojos verdes y elegante sonrisa del famoso póster de La luna que nos unió.

Las revistas de la época se agotaban cuando en la tapa salían ambos y él lucía sus trajes impecables, sus sombreros, sus cigarros.

La gente idealizaba la pareja que formaban. Los hombres se vestían como él, se peinaban con el brillo de él, querían ser él. Y las chicas querían ser Amparo y hasta se dibujaban aquel lunar en la cara que tanto deseos despertaba.

Ella disfrutó de las lunas llenas, del champagne, de los aplausos y de sus mágicos vestidos. Hizo cualquier cosa para seguir junto a Ricardo. Previó todo, menos a la famosa actriz King Raymord que con la seguridad de los grandes supo conseguir rápidamente su objetivo: llevarse a Ricardo Thompson para América a descubrir un mercado que estaba ávido de galanes como él.

Después de la ruptura, el corazón de Amparo estalló. Sintió que su vida ya no sería igual; lo amaba y lo había perdido. Entonces, su sensibilidad de actriz se vio afectada. Supo que había más cosas de ella dentro de él que dentro de ella misma. Se sintió vacía y sus previsiones se derrumbaron como las piezas de un dominó.

Amparo comenzó a marchitarse, perdió la confianza. Durante un tiempo, buscó nuevas relaciones como aquella con Dino Cagnassi, el actor italiano, que más que para amarla se acercó a ella como trampolín en su carrera profesional. Afectada en su amor propio, a partir de entonces su suerte se precipitó: los ofrecimientos escasearon y se vio obligada a aceptar.


📌 Texto seleccionado en la reunión del Taller del día 26.03.2003.

  • Créditos

    Revista Almiar (2003)
    ISSN 1696-4807
    Miembro fundador de A.R.D.E.