Una excusa, ocho pruebas de ingenio y un acertijo con algo de mala uva

por Antonio García Francisco

Amables lectores, antes de nada quisiera presentar mis excusas por tan prolongada ausencia en esta nuestra revista. Una vez me dijeron que excusas siempre podremos encontrar para todo y hace unos días, como para dar la razón a esa aseveración, en el programa de radio de la Cadena SER Hoy no es un día cualquiera, hablando de este tema, dijeron que cierto director de la emisora telefoneó un día diciendo que no podía ir al trabajo porque mientras conducía su automóvil por la Gran Vía madrileña, un ciempiés le había picado en el pene. Tras el estupor inicial y la carcajada subsiguiente de sus subordinados y colaboradores, al día siguiente presentó un parte médico de un hospital público en que se certificaba tal evento. Al parecer, venía de pasar unos días en su segunda vivienda en la sierra, había lavado su ropa interior y la había tendido a secar al sol sobre el césped de su patio, momento que aprovechó el bichito para atrincherarse en los gayumbos del directivo.

Algún día hablaremos de excusas. La mía favorita para faltar al trabajo es decir que tengo colitis. Resulta que si dices que vas a un entierro, o que tienes fiebre, o que te duele la cabeza, o lo que realmente tengas si estás enfermo, todos piensan que eres un caradura, pero si dices que tienes una cagalera del calibre 14, todos se ríen de ti, hacen un comentario jocoso y se olvidan del asunto.

Mi excusa no es la escatológica, es más sencilla. He gozado de la felicidad de estar viviendo tres meses sin Internet y al regresar a casa me he encontrado con que mi pequeño portátil había fallecido. Entre llevarlo a varios talleres a que me constataran lo que me temía, me certificaran la defunción y decidirme a comprar el nuevo desde el que escribo estas líneas, nos hemos metido en el actual mes de noviembre.

No es una excusa graciosa, pero es lo que hay. Espero que me sepan perdonar y, como decían los castizos hace ciento cincuenta año, ustedes disimulen, confundiendo el verbo disculpar con disimular.

Ahora, la adivinanza con un poco de mala uva.

El pasado mes de octubre realicé una visita a Sevilla en compañía de los miembros de una asociación deportiva a la que pertenezco. El viaje lo hicimos en autobús y allí cada uno hacía lo que sabía para llenar de distracción las seis horas de viaje. Y me llegó el turno. Y sólo se me ocurrió plantear un acertijo de los que denominamos pensamiento lateral en el número 10 de esta sección, mis favoritos.

El acertijo más o menos era éste:

Una niña vive felizmente en una bonita casa en compañía de sus padres. Éstos le han dicho desde muy pequeña que nunca, nunca, por ninguna razón debería abrir la puerta del sótano, para que no viera algo que no tenía que ver. Pero un día los padres tienen un compromiso social ineludible y se olvidan de cerrar con llave la puerta del sótano. La niña, como tal, no pudo resistirse a la tentación de asomarse, aprovecha que está sola, y abre la puerta del sótano. Lo que ve, la deja estupefacta, no puede creer el espectáculo que se presenta ante sus ojos, un espectáculo que jamás hubiera imaginado. Un poco más tarde la policía detiene a sus padres y ponen a la niña bajo la tutela del Defensor del Menor. ¿Qué vio la niña?

El acertijo lo planteé el día de la ida y la solución la di al regreso. Ustedes, amables lectores llegarán a ella antes que mis compañeros de viaje, pero si no fuera así, la tendrán en el próximo número, palabra de honor.

Y llegamos así a las pruebas de ingenio.

En la barra de un bar hay diez vasos en hilera; los cinco primeros están llenos de limonada y los cinco últimos están vacíos. ¿Cuántos vasos hay que mover para formar con ellos una hilera donde los vasos vacíos y los llenos se vayan alternando?
Solución: Sólo dos: el contenido del 2.º vaso se vierte en el 7.º y el del 4.º en el 9.º

¿Cuántos animales tengo en casa, sabiendo que todos son perros menos dos, todos son gatos, menos dos y que todos son loros menos dos?

Evidentemente, tengo un perro, un gato y un loro. ¿O no?

Usted es un taxista. Su taxi es amarillo y negro, y ya tiene siete años. Una de las escobillas del parabrisas está rota; el carburador está estropeado. En el depósito caben 50 litros y sólo está a tres cuartos de su capacidad. La Inspección Técnica de Vehículos la tiene concertada para la próxima semana ¿ Qué edad tiene el taxista ?

Por favor, vuelva a leer el enunciado.

Un criminal americano fue al cine con su mujer, a ver una película de tiros. Aprovechando una secuencia de disparos, asesinó a su mujer de un tiro en la cabeza. A continuación salió del cine con el cadáver sin que nadie hiciera nada por detenerlo. ¿Cómo se las arregló al asesino?

Era un auto-cine. La sacó en el automóvil.

Durante la Segunda Guerra Mundial cuatro desconocidos entran en un ascensor: un oficial alemán, un francés miembro de la resistencia, una joven y una anciana. Hay un corte de electricidad; oscuridad total. Se oye el chasquido de un beso y una bofetada. Se enciende la luz. El alemán tenía el ojo hinchado. La anciana pensó que el alemán había besado a la joven y ésta le había abofeteado. La joven pensó que el francés había besado a la anciana por equivocación y que ésta le dio una bofetada; el alemán no había hecho nada, pero se ganó la bofetada, por lo que pensó que el francés había besado a la joven y la joven, creyendo que había sido él, le dio la bofetada.

Sólo el francés sabía la verdad. ¿Qué pasó?

Es evidente: el francés se besó en la mano y dio una bofetada al oficial alemán.

Una botella de cristal transparente e irregular. En el costado tiene dos marcas, la superior, correspondiente a 10 litros, y la inferior a cinco. En estos momentos hay algo menos de 10 litros en la botella y hay que sacar exactamente 5 litros. ¿Cómo se puede hacer sabiendo que el ácido es peligroso y no es prudente verterlo en otros recipientes para medirlo?

Esto se hacía en los laboratorios hace cincuenta años: se echan bolitas de vidrio hasta que el nivel sube a la marca 10 l. Después se saca ácido hasta dejar el contenido en la marca de 5 l.

Y para terminar, las dos mejores:


(OJO: Apliquen las nociones que dimos sobre pensamiento lateral).


¿Qué palabra de quince letras pronuncian incorrectamente los licenciados en filología por Salamanca y por Murcia?

La misma que todos los filólogos que hablen castellano: INCORRECTAMENTE.

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

El huevo. Los dinosaurios habían puesto huevos millones de años antes de que apareciera la primera gallina sobre la faz de la tierra.

Saludos cordiales y hasta otro ratito en que coincidamos por aquí. Se me olvidaba, las soluciones, como de costumbre...



Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 36, octubre-noviembre de 2007. Reeditado en marzo de 2020. Se ha procurado mantener el estilo de diseño propio de aquellos años.

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