Santa Claus y las Matemáticas

por
Antonio García Francisco
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Y… ¿Por qué no traer un tema navideño en estos días?

Pues… ¡Sea! Aquí está. Lo he leído en un extraordinario libro titulado Matemática, ¿estás ahí?, del matemático argentino Adrián Paenza. Espero que disfruten leyéndolo como yo he disfrutado.

Las soluciones del número anterior… en el próximo, todavía no he dado con ellas.

¡Que no, que es broma!

Es evidente que la niña estaba dentro del sótano, encerrada por sus padres, tal vez desde que nació. Lo que vio la niña fue el mundo exterior, que sus padres no querían que conociese por algún oscuro motivo que se me escapa. La cuestión es que la Policía puso a cada uno en donde le correspondía.

Les deseo unas felices fiestas y un buen año 2008, amables lectores.




«Como creo que aún hoy hay gente que le reclama a Santa Claus que no le haya traído lo que le pidió, les pido que sigan atentamente las peripecias que el pobre Santa tiene que padecer todos los años. Aquí va:

Existen aproximadamente dos mil millones de niños en el mundo. Sin embargo, como Santa Claus no visita niños musulmanes, ni judíos ni budistas, esto reduce su trabajo en la noche de Navidad y sólo tiene que visitar 378 millones de chicos.

Con una tasa promedio de 3,5 niños por casa, se convierte en 108 millones de hogares (suponiendo que al menos hay un niño bueno por casa). Santa Claus tiene alrededor de 31 horas de Navidad para realizar su trabajo, gracias a las diferentes zonas horarias y a la rotación de la Tierra, asumiendo que viaja de este a oeste (lo cual parece lógico). Esto suma 968 visitas por segundo. Como quien dice, para cada casa cristiana con un niño bueno, Santa Claus tiene alrededor de 1/1000 de segundo para: estacionar el trineo, bajar, entrar por la chimenea, llenar las botas de regalos, distribuir los demás regalos bajo el arbolito, comer los bocadillos que le dejan, trepar nuevamente por la chimenea, subirse al trineo... y llegar a la siguiente casa.

Supongamos que cada una de esas 108 millones de paradas están equi-distribuidas geográficamente, estamos hablando de alrededor de 1248 metros entre casa y casa. Esto significa un viaje total de 121 millones de kilómetros... sin contar descansos o paradas al baño.

Por lo tanto, el trineo de Santa Claus se mueve a una velocidad de 1.040 kilómetros por segundo... es decir, casi tres mil veces la velocidad del sonido. Hagamos una comparación: el vehículo más rápido fabricado por el hombre viaja a una velocidad máxima de 44 km/seg; un reno convencional puede correr (como máximo) a 24 Km. por hora o, lo que es lo mismo, unas siete milésimas de kilómetro por segundo. La carga del trineo agrega otro elemento interesante. Suponiendo que cada niño sólo pidió un juguete de tamaño mediano (digamos de un kilo), el trineo estaría cargando más de 500.000 toneladas métricas... sin contar a Santa Claus. En la Tierra un reno normal no puede acarrear más de 150 Kg. Aun suponiendo que un reno pudiera acarrear diez veces el peso normal, el trabajo, obviamente, no podría ser hecho por ocho o nueve renos. Santa Claus necesitaría un rebaño de 360.000 renos, lo que incrementa la carga otras 54.000 toneladas... sin contar el peso del trineo.

Más allá de la broma, 600.000 toneladas viajando a 1.040 Km./seg. sufren una resistencia al aire enorme, lo que calentaría los renos, de la misma forma que se calienta la cubierta de una nave espacial al ingresar a la atmósfera terrestre. Por ejemplo, los dos renos de adelante, absorberían 14,3 quintillones de joules de energía por segundo cada uno... por lo que se calcinarían casi instantáneamente, exponiendo a los renos siguientes y creando ensordecedores booms sónicos. Todos los renos se vaporizarían en un poco más de cuatro milésimas de segundo... más o menos cuando Santa Claus esté a punto de realizar su quinta visita.

Si no importara todo lo anterior, hay que considerar el resultado de la desaceleración de 1.040 Km./seg. En 0,001 de segundo, suponiendo un peso de Santa Claus de 150 Kg., estaría sujeto a una inercia de fuerza de 2.315.000 Kg., rompiendo al instante sus huesos y desprendiendo todos sus órganos, reduciéndolo al pobre Santa Claus a una masa sin forma aguada y temblorosa.

Si aun con todos estos datos, los enoja que Santa Claus no les haya traído lo que le pidieron este año, es porque son tremendamente injustos y desconsiderados».






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Revista Almiar (Madrid; España) - n.º 37 - diciembre 2007/enero2008 - Aviso legal

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