ALMIAR

Margen Cero

Biblioteca de poemas
1.ª época (2004)
Selección: Antonio Alfeca


David Pérez

Amuletos


Quiero borrar de golpe mi pasado
y acabar, por todas, de una vez,
con estos viejos amuletos que he guardado,
como un imbécil, durante tanto y tanto tiempo:
dos chicles y un paquete de Fortuna,
un mechero barato que juntos compartimos,
y un papel de estaño viejo y arrugado,
de esos que envuelven el cuerpo blanco de los cigarros;
donde tú, en un ya lejano día,
dibujaste el plano ingenuo y misterioso
con el exacto lugar de nuestra cita.

Atrás quedan en mi mente recuerdos desvaídos
de la estafeta de Correos,
de la esquina Lily,
del puerto
y de la farmacia.

Y de tu aliento:
tan solo una huella hermosa e inevitable.

Por ello, quiero hoy matarlo todo para siempre.

Porque estoy harto de llevarte en la memoria,
y de no sentir nunca en el mío
de tu lejano corazón el eco leve.

Y, por eso, acabo, con dolor, de romper el viejo plano,
y de olvidar, aposta, en una mesa, el mechero solitario…
Por ver si alguien que pasa se lo lleva,
y me quita de encima tu imagen obsesiva,
y el delirio de mi mano sobre tu espalda.

Y, de un tirón, me he fumado, sin pensarlo,
el último (y ya seco…) cigarrillo.

Me he metido en la boca los dos chicles,
para matar la desesperación entre mis dientes…
Y uno de ellos
hace falta ser idiota…,
me ha traído de nuevo tu recuerdo,
y se me ha pegado en el fondo de mi alma:
justo, donde más me duele
la trágica amargura
de nunca más volver a verte.


Poema interminable a
una boca ausente

Con mi mirada toco el borde de tu piel/
y con los ojos en la curva de tu boca pienso;/
y el pétalo de tu regazo mi mano atiende,/
ardiente y canso ahora el labio tembloroso,/
palmo a palmo el peso de mi cuerpo deteniendo.

Tú, miradora indecisa, tu mano sobre mis labios pones/
y con tus dedos mi boca espías,/
acercándose tu aliento y respirándonos,/
boca mágica ¡oh, Betsabé! sobre cálido sabor de boca.

Largo anhelo junto a tus labios siento/
en inmóvil Apocalipsis esparciéndose,/
cubiertos hasta ayer de viejas y febriles profecías,/
relicarios de plata son: un escondido parpadeo/
y una música profunda que de tu paladar emerge.

Los dedos, al refugio de tu pelo, acariciantes,/
boca entre tu piel mi aire respirando;/
guardada está mi mano en el hálito de tu suspiro/
y la lengua al borde de la risa enloqueciente/
que, amorosa, piérdese en
el negro límite de la mirada./

Muerden lenguas dientes, y el aire haciéndose
saliva perfumadora;/
y, en silencio, manos buscan piel,
sembrando de amor los cuerpos,/
entre el alba sábana y la lágrima aterida.

De olores agridulces y de húmedos besos dolorosos,/
Eurídice, tu miel mi cuerpo aprende;/
y en pálpito violento se convierte el tibio aroma.

La tantas veces tu pupila por Cupido herida/
anega en mi garganta la palabra entrelazada/
que del fondo de tu entraña extrae la llama/
sumergiente en la sangre de paloma de tus labios;/
calmándose en el cáliz de tu boca de albahaca/
y en el contorno cálido de las cerezas de tu sonrisa.

Respiras boca sobre mi boca cuando la aurora/
muéstrame tu mejilla de jaramago y amatista,/
extasiada ante el sollozo dulce y tierno/
del arrullo dorado de tu cintura,/
cual ánfora ¿sabes? mil mañanas imaginada.


Tu boca de amaranto es leve huída de medianoche:/
alborada, niña, pasión, sendero, perennes iniciales/
abrazadas al labio desnudo que se inunda,/
desbordantes las frescas azucenas diluidas.

Respiro moridor y llanto nocturno
tu boca callada es,/
marihuana y plenitud de mis quimeras;/
por tu ausente cuerpo viajan mil nostalgias,/
la tan tenue sombra del otoño
rociando de misterio./

Y es tanto el dolor que cruje en mis estelas/
que sólo el roce de tu carne
transparente me sosiega./

Mientras, el viento preñado de
tu respiración escucho/
y oigo tus sueños de esperanzas ciegos:/
son desvelos lastimeros de mi nostálgico deseo,

el desvarío/
que, de sudores fugaces, tu boca va meciendo.

En la alfombra de tu lengua nazco cada día/
y mi oficio de amor acuna el sobresalto,/
cuando eterna, e inocente,
mi alma en tu incienso quemo./

Tardía llama y lamento de perfume es tu dulzura,/
maravilla de coral y sinagoga de amor/
en mi boca; tu mano estrechadora/
como el agua por la espina de la rosa corre.

Humedad es en mi nuca el soplo de tu cuerpo/
y amante escalofrío es de dientes
sobre mis suspiros;/
tímida tu voz flota sobre el contorno sudoroso,/
eclipsado una vez más el indeciso beso,/
un anárquico tragaluz la brisa de tus ojos siendo.

La atmósfera inmóvil en mi vientre
recarga el beso largo/
de nuestra temporalidad: gélido engaño.

En tu desnudo cuerpo hoy desmaya mi alma toda.

Sólo sabores de madreselva hay en mi boca.

Por mi mente una muerte dulce
aprisionada va en tu boca.

Y aún me estremece tu olor: tu boca.


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davydper[at]yahoo.es

Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©




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Estos poemas fueron publicados en el n.º 15 de la Revista Almiar -
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