El resplandor sosiega en este lado.
Esperabas el lugar del resplandor,
no debe ser la palabra,
la lastimada.
Málaga, 18-II-1993
Canta, lastimada mía
Canta, lastimada mía
(Miguel de Cervantes)
A Olga Orozco
¿Cómo era tu casa antes de la restauración?
Barro sobre barro
y esa debilísima lluvia que caía en las persianas,
tan esponjosa lluvia en la madera del viento,
cóncava, supliciada de la hoguera anterior al diluvio,
escurriéndose en la amarga envoltura
que la lleva a ser visión de polvo prometido en las cenizas:
caldera del escalofrío al borde de los labios.
Oscila este inmigrante sin poder atravesar siquiera,
sin apartarse del suntuoso pantano.
¿Qué ropaje amedrentado entre la fiebre y la seda,
pero más ajeno en el telar sonoro que devora la coraza del exilio
y en que anudo de una vez por todas mis sudarios?
Es inconsolable este doler,
este doler a grito final de condenado.
Son heladas las máquinas que ciegan, los hornos que estrangulan,
Los alfileres que irrumpen en tanta desesperación estremecida.
¿Qué escafandra necesito para probarme el castigo?
¿Y qué máscara que no se derrita?
¿Qué vértigo sufrido en este amargo trayecto hacia la noche?
Me incuba el huevo de la alianza, la cáscara lila de un martirio
donde no puedes saber quién fragua las respuestas,
bajo qué hirviente superficie se sospecha el derrumbe
y el brillo en la fisura.
Este no es un muro que separe mis sueños del sueño del planeta,
una cámara increíble para fundir la usura de los huesos,
la fábula caníbal de la historia inocente.
Corría yo por la herrumbre del palacio,
sin darme cuenta apenas de esos alambrados
ocultando a los tréboles.
Líbrame de todo mal,
de los guijarros malditos hasta el borde.
Tú me conjuras de la muerte nauseabunda, de la muerte vibrátil,
de la muerte que pudre.
La última flor de la corona fue robada,
de agobiadora vida husmeando en el residuo de dos manos que han sido,
de las solas que en un lento infinito se abominan.
Han crucificado el cadáver,
el cadáver durmiente,
raptado en ese espejo invulnerable que circunda tu infancia,
por estos arrabales sin dios y sin testigos.
¿De qué inmundo misterio engendraste a tus padres,
adónde las pupilas de inocente basilisco?
¿Son las mismas que escupían la cuna,
que zumbaban de pavor en las orejas del monstruo?
No hay peregrino tenaz ni cruel alabancioso
que limpie mi cara de Van Eyck para la aurora.
Canta, lastimada mía.
De sangre, nada más que de elegida sangre
te hiciste pedigüeña en esta hora de la sed en que me ahogas
no pudiendo levantar a aquél que sufre.
Será como una lámpara en el pequeño alféizar de una casa abandonada.
No me recuerden el crimen.
¿Cómo me diste tanta soledad si estaba lleno?
Las piedras urden lo que graba tu piel en los baldíos.
¿Cómo es entonces el camino?
Estás a punto de trizar el bloque de hielo que te encierra
en viejas, atroces migraciones al silencio
revelando ciudades partidas por un ala.
Canta, lastimada mía.
En la negrura del mar rozo mi cuerpo, mi fardo de preguntas,
esta fotografía salvada para siempre del naufragio.
Canta, lastimada mía.
La voluptuosa canta de blanco sobre un fondo rojo.
Canta en las cuevas masticando ayeres desde su porvenir milenario,
Canta, lastimada mía.
Canta ahora.
Y despréndete.
Marruecos, Fez, octubre de 1998
Orígenes, de Alejandría
La raíz, ascendida en el viento,
vara de leche perturbada entre espinas,
debe aferrarse a su historia.
Abajo cantarían las grullas.
Hazme mansión de lo que callas:
Coróname de ardor por el regreso.
¿Por qué saliste,
madrastra de los espejos estériles?
¿Por qué juntaste los dientes
con la firme devoción del tembloroso?
Abajo cantarían las grullas.
Sangre hundida,
hambre de la tribu.
¿Qué hebras para la exhalación?
Antes de que viertas la herida,
idolatra tu llanto.
Son puertas asilándose
en la sal de mi sombra.
¿Fue tan lejos caer?
Abajo cantarían las grullas.
Mastines dejan oír
el rumor de la ciénaga.
A imagen y semejanza
de quien escarba y roba y me retiene
en la escritura más ciega,
te obstinas en la celebración.
Abajo cantarían las grullas.
¡Desagües y dudas
para el celo incrustado del fuego,
para tu hocico!
Praga, septiembre de 1999/ Buenos Aires,
julio de 2001
MANUEL LOZANO
nació en Córdoba, Rep. Argentina. Es escritor (poeta, narrador, crítico
literario y ensayista). Ha cursado estudios de literatura y lingüística
en Europa. Gran especialista en literatura argentina contemporánea y principalmente
en la de Silvina Ocampo, así como ensayista de filosofía (principalmente
sobre la obra de Hume, Berkeley y Spinoza). Es autor de quince libros
(que van del relato fantástico y cuasi-fantástico al ensayo y la poesía).
Su obra ha sido traducida al inglés, francés e italiano. Colaborador en
varios diarios hispanoamericanos. Fue becado por el gobierno español para
participar, durante 1993, del Primer Foro Literatura y Compromiso, junto
con varios grandes autores de la literatura mundial, entre ellos los premios
Nóbel Wole Soyinka y José Saramago. Ha recibido más de 45 premios nacionales
e internacionales y el elogio de muchos grandes autores de la literatura
argentina, entre ellos Borges. Conferenciante y organizador de seminarios
a lo largo y ancho del mundo y participante en varios foros culturales
a nivel mundial, ha creado FIED (Fundación Interdisciplinaria de Estudios
para el Desarrollo), institución con sede en las ciudades argentinas de
Córdoba y Buenos Aires y de la cual es presidente. Sus colaboraciones
pueden rastrearse igualmente por todo Internet.
En mayo de 2003 fue
invitado a formar parte de la Comisión de Honor de la Sociedad Mundial
de Amigos de Jorge Luis Borges, con sede en Mallorca, y de la que forman
parte Woody Allen, Henri Atlan y Francisco Ayala, entre otros.
Ha sido distinguido
con el Primer Premio de Poesía El Semillero Azul, de Barcelona (votado
por unanimidad), por su serie de poemas Todo animal nocturno.
Contactar con
el autor: lozanocied[at]arnet.com.ar
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