Los parques de vidrio
El cuerpo descansa del insomnio,
de la distancia del alma
con la condena de las huellas
y el presidio,
en la piel.
poros como túneles interminables, de silencios
glaciales evaporados por la ausencia tuya.
Va hacia al viento
por donde venía
inerte
sin aplazar más,
su renuncia.
Llegando a la casa de donde partí de mí,
donde no soy un fantasma,
tengo nombre y sueños,
aún anhelo salirme,
escapar de los humos
de tu muñeca inacabada del parque,
y su delgadez
empecinada en columpiar
las memorias
y hacer los círculos de algodones.
Trazas de otredad
Tus huellas están escritas, adheridas,
qué se yo,
en algún mar, en algún río lleno de laberintos secos,
alhajas de azucenas, enhebran los días
pronuncian tu otredad.
He entrado en un harapiento barranco azul
calcado de las ruinas
antiguas
y ciego de la luz extinguida,
exiliado a los márgenes del Éufrates,
aclamando los murmullos
que entran como recuerdos
a sus vasijas de arcilla
acopiando el canto y estrujando
el amanecer de olivos.
Una silueta salta de tanto verde,
amarilla, prendida de luz
de arena y del almendral,
desnuda, y tibia,
con los labios de espejos
arqueando el horizonte,
el del mar de los dos
aquel de mis últimos versos
con la urgencia del exilio
que dan estos días
en el que no conozco de mi,
sin mirarme en esos espejos de mar antiguo, del Éufrates,
de oír a las vasijas de arcillas llorar
su mar, sus ecos; de tus labios tatuar,
su voz ancestral.
Habré amado
Las tardes sepultadas por las horas
se agobian
caen roídas,
liberadas de su espesura, gravidez
de aquella letanía, evocada
por la cítara alzada
Cierra los parpados en su doblez
a la negrura
embestida
velos
andaluces;
caballos blancos
montados por las nubes; galopes del tiempo,
flamean en los tablaos,
quejidos heridos, del gitano
tremolados,
en la comisura de los labios
mentidas por los rojos ebrios
ojos brotados en los vestidos, circundan
arden, el llanto febril,
imponen.
Para esa tarde,
en la que no note
tu ausencia, Me habría ido de ti,
cielo estival, azul de sures
habré amado tu llanto,
Granada
que amansa la noche
y cierra las tardes negras.
LUIS GILBERTO CARABALLO
nació en Caracas, Venezuela, en 1962. Realizó estudios de bachillerato
en el Colegio Emil Friedman y egresó de la Universidad Simón Bolívar como
ingeniero en computación.
Ha desarrollado una intensa actividad artística
desde 1983, con diversas
exposiciones individuales y colectivas. La pintura es, de hecho, su principal
actividad.
El modus vivendi de la obra de Luis
Gilberto Caraballo regala la posibilidad de experimentar la creación desde
el ser más íntimo, despojado, desnudo. Es una obra que no sólo se recibe
de modo visual, sino que también se experimenta desde planos sensoriales-existenciales;
siendo esto posible desde las honduras más atávicas del ser humano.
En resumen, no
es una obra para mirar sino para vivir.
Contactar con el autor: luigcarr535[at]cantv.net
Ilustración poemas: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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