Es enero y canta la tarde verde
sobre el puente que me llevaba a tu casa,
voy por la sombra
y si te imagino cerca,
es mi corazón el que canta con la tarde
pero ya no me guardo tus ojos
sólo me queda un manojo inerte de penitas
y en el bolsillo tu mirada de dudar de amor entristecida
en cada rincón de tu tristeza mía
estoy yo ausente para consolar al recuerdo
en cada cita trunca
estoy buscándote ciega, inútilmente
por los pasillos de ese recuerdo casi táctil
tan vívido como el fuego
que se apagó para siempre en tu mirada
ya supe otra tarde de tu ardor consumido
ya sufrí otra tarde otra mirada
que ya no era la misma
porque tu amor se marchó
para nunca más
y sólo queda tu batir de ala solitaria
surcando la curva del recuerdo
sobre este mismo puente que a ese amor muerto lo vio nacer
con un nudo en la garganta
va por su despeñadero
como todas las demás cosas y los seres
las penas y los trabajos
tarde o temprano reducido todo al polvo y a la nada
¿qué importa?
si el dolor es que ya tu hijo no tendrá mis ojos
porque tus pasos no andarán con los míos queriéndose
porque la ronda impaciente de tus latidos
no se confundirá con los míos
en el tañer delicioso del amor que nos prodigábamos
ya tu almohada nunca más acariciará mi cara
y ya no te pensaré de la misma forma
al saberte perdida
mi solitario sastre ya terminó de coser tu vestido de lágrimas
y de trenzar la soga a la medida de mi cuello
sólo queda cerrar los ojos
hundirse en la pena con la lentitud de un sueño
hasta que al menos amanezca, amanezca, amanezca...
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Contactar con el autor: garias [at] fibertel.com.ar
Ilustración poema: Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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