Las flores negras
Rosa de rosa, idéntica y sensible;
a tu ejemplo, profano y mudadero,
el poeta hace la rosa que es terrible.
Martín Adán
La flor amarga que es figura esbelta
Está pariendo a su hijo el esperpento
Aquel que erigirá en el propio llanto
La flor que será la materia muerta
En el viaje infinito que es la vida
De ave negra hacia su agujero blanco
Que está suspendido al viajero manco
El creador de flores y de vida
Protector de los valles siderales
El juez de las estaciones. Naciente
Invierno que eres padre de las flores
Las muertas en el pecho crepitante
Del juntador de naves y de piedras
Aquel que será madre de las hidras.
A dos
flores
Amada, moriremos los dos juntos, muy
juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.
César Vallejo
El hombre de las flores está triste
Cimentado en las nueve nubes negras
Que son sus viajes a unas tierras rojas
Porque el sable ha soñado con su muerte
Ahora que su imagen está lejana
Y débil el reflejo de sus ojos
Ahogados en los meteoritos ciegos
Otrora quién sabe Luceros de Ana
Cuando la rosa era amada en las manos
Bañada a ardiente sol de medio día
Como veleros blancos por los ríos
Navegando en el viaje sin retorno
Hacia el destino ciego todavía
Donde el soneto es viejo y el amor tierno.
El
juguete que
es la palabra
Me miran los ojos el cielo
Despertar sin vértebras sin estructura
La piel está en su eternidad
Se suaviza hasta perderse en la memoria
Existía no existía.
Emilio Adolfo Westphalen
La palabra juega
Para sí misma
Como juegan
En sus juegos
Las bestias sin palabras
En la ruta del pájaro
Que siempre es él
Como pájaro ajeno a la palabra
Entonces la palabra
Se revuelca de memoria
Como se revuelcan los que acaban
Olvidando las palabras
En el poema del viejo cantor
El eternamente joven
—Que ya parece despistado—
En la imprecación
Se transforma
Un llamado sencillo
Que no perdona el olvido
Que no ahoga las lágrimas
En una despedida sorda y ciega
Ya para entonces Muda
Como la misma palabra
La que se aleja
De la bestia
De su juego
Del miedo de ser
Olvidada
Ella misma se inventa en la guerra
Ella misma es el invento que juega
Tan vieja
Como la misma palabra —palabra—
Como la misma guerra —guerra—
Como el mismo hombre —hombre—
Como la misma bestia —bestia—
Y los niños también juegan
—Los niños juegan a la guerra—
Con sus juguetes
Petálicos, fálicos...
De hombres
Hacen la guerra
Donde juegan
Con sus juguetes
Metálicos, matálicos...
Y donde la guerra fue juego
Ahora ya es el juguete
Del niño viejo
Aquel que quiere inventar la última palabra
Fin.
SALOMÓN VALDERRAMA
CRUZ nace un día de abril de 1979 allá por el norte del Perú,
en Chilia, un escarpado distrito del departamento de La Libertad donde
vive hasta 1986, año en que viaja con su familia rumbo a Lima. Allí concluye
sus estudios primarios y secundarios, y realizará estudios en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos y Federico Villarreal.
La base de su obra poética es fundamentalmente
vivencial, como cuando viaja al interior del país, o cuando dice: El
hombre de las flores está triste/ Cimentado en las nueve nubes negras/
Que son sus viajes a unas tierras rojas/ Porque el sable ha soñado con
su muerte...
Se da a conocer de modo casi subrepticio
con los libros Encrucijada (Entre el amor y otras pasiones, primera
parte), Lima, julio de 2002, y Anemómetro (Entre el amor y otras
pasiones, segunda parte), Lima, octubre de 2003. Ha sido publicado
en en el número 5 de la Revista de Literatura Digital (www.elhablador.com);
en el suplemento regional Aki-Pataz, Pataz, La Libertad
(www.astrolabio.net/opine/indice.html) y en el grupo de MSN
Círculo Internacional de la Poesía:
http://groups.msn.com/CIRCULOINTERNACIONALDELAPOESIA/
salmovalderrama.msnw
Contactar con el autor: savalp[at]terra.com
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