Daniel R. Mourelle

Iguanas expulsadas del Trópico

aferrar la pala y poner
un orden a la muerte


El odio tenía su propia canción/
no le importaba qué tan jóvenes
fuéramos/
Tendidos bajo la lluvia
atrincherados en aquel barrial
pedíamos que no hubiera deslizamiento
algunos sabían a quién
yo no

poco me habría torcido el futuro/
haber encarado al mismísimo Diablo
de las Cañas/
poco me habría cambiado la suerte
de aquella noche inclinada

Cada tanto miraba hacia arriba
para que la lluvia me lavara
el barro de los ojos...
Allá abajo el griterío seguía
algún tiro
antagónicamente seco
como si una rama se quebrara acertada
por un rayo/

La derrota hundía el valor de la tormenta
achataba incluso el miedo
nada más nos quedaba el odio/
miserable campana que nunca falta al
funeral de los perdidos/

Había que estarse quieto...
Ninguno de aquellos héroes
elegidos de la patria
sería tan arrojado/
como para subir los cien metros que
lo separaban de nosotros/
menos aún con la noche así
a punto de saltarnos encima
como nube de langostas que huele el maíz

Y así fue que aquella patria
los quiso en otro lado:/
subieron a los camiones y dejaron a
los changos donde habían caído/
de a dos
de a tres...

La Antonia estaba sola
la cabeza entera pero sola
sobre el borde acuchillado
panza abajo/
en aquella roca cuyo brillo
se apagaba junto con el día/

Hay un escalón peor que el miedo
y es el después
ese goteo de aceite que satura la luna
mucho más cuando nueva
esa fuerza que falta
no mucho
lo justo/
para dejar el músculo tieso
a media uña del mover/
parpadeo previo al incesto
tan común en aquel monte

El arrojo era el mismo para limar las balas
que para la noche del cuerpo y
si familiar
lo dulce permanecía como exitosa redoblona
más allá del candado
y las rejas
y el taco de metal

Inmóviles
sí
de regreso al barro corrompido por Adán
allí estábamos
iguanas expulsadas del trópico
farsantes a fuerza de querer un día más

De un salto
nos delató la mañana/
y la oscura se quedó para siempre con
las voces de aquellos hermanos/
y no lo sé
me lo contaron/
fui el primero en buscar la pala y
tallar el suelo más arriba/
donde apenas se podía
cunas deficientes para sueños fríos
graciosamente fríos/
según también me contaran
veinte años más tarde/

La tarea de poner orden a
la muerte nunca terminaría/
cada paso arrancaba
una capa a la cebolla infinita/
seca como lágrima de azufre/
como aquellos tiros perdidos
junto con la tarde/

Los meses que siguieron
implacables por desborde
nos tornaron expertos en la huida
nunca del todo libres

animales que cambiábamos de jaula/
comprendimos finalmente aquella
voz de la Antonia:/
Hay que olvidar al cazador
borrarlo de la historia que
contándonos
aprieta nuestros pasos como cauce al río
quitarle la palabra

Habría bastado con aquélla que
limaba el filo a nuestras horas/
borronearle el contraste
que infectaba el fondo/
pero
cuesta reconocerlo/
tampoco nosotros fuimos capaces de
achicar aquellos cien metros/
deslizamiento de orden diferente
para sellar las cuevas del temblor

Al miedo tampoco le importó
qué tan jóvenes fuéramos/
y su canción siguió sin detenerse
para vernos envejecer/

Muchas más lluvias barrieron el monte
incluso después de mi partida
y cada tanto me llega alguna carta
donde me avisan que un diablo
todavía pregunta por mí entre las cañas

De mi parte
recién ahora les cuento/
que las noches siguen
mostrándose inclinadas/
incluso aquí
cinco paralelos al sur
o más cuando soplan las nubes de enero

El griterío
en cambio
ha cesado

Las quejas que se escuchan/
me provocan una sonrisa
que aprieta a contramarea/
en este futuro torcido

Con los ojos de la Antonia pasa diferente
cada vez que su voz se me viene
se cierran
y se quedan así hasta que me duermo
callados/
igual que cuando sonaba el
último disparo de la jornada/
y agradecíamos el zumbido de los mosquitos
tan molesto al principio

Sigue habiendo un escalón peor
el precio que delata lo inútil
pues siempre le falta un cinco al esfuerzo
y vuelve para cobrar
envuelto en la cálida nostalgia del incesto
y me dice que me cuide
y le muera fuego
al olvido.


Contactar con el autor: mourelle [at] fibertel.com.ar

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