No lo creas
Si te dicen que una noche te llamaba
Que —arrogante y silenciosa—
Soportaba aquel ardiente río de sangre entre mis labios.
No lo creas
Si te sugieren —tercamente— algún invierno
Que te arrastres para espiar por entre vidrios abrumados,
Mi congoja adormecida por la escarcha tan cercana del futuro.
No lo creas
Si te cuentan que no existo, que no duro,
Que no pinto mi retrato sobre el muro derruido
De aquel monte de duraznos sonrosados
Por empuje del amor.
No lo creas
Si recibes tontas letras una noche de aguacero
—intermitente por el trueno y los azules del relámpago—
Pues si lees palabra triste es por el viento
Que estremece la alameda;
Es por el agua que no inunda ya mi alma
Que está muerta desde aquel trece de agosto
En que malcriaste con tu cínica ternura
Lo que tengo acá al costado.
No lo creas. No es amor.
Desasosiego
—Márcame las horas
Delimítame el tiempo.
Tápame los ojos
Y oblígame a sentirte.
—Es tan difícil lo fácil
Cuando es tan arduo el camino
para amarte
para dejar que me ames
Que ya no puedo escaparme
Del destino común.
—Pero el corazón se agita
Mientras tus manos me tocan.
—El alma estremece las mejillas mustias
Por almacenar dolor,
Al teñirse de rojo
—y no es por vergüenza, amor...
Más bien yo lo llamo bronca—
Porque te amo pero sobre la almohada
Debo pintar débilmente tu nombre
Para que el viento lo arrastre
Sin que te llene jamás.
—Y así estoy en la noche
Desde la mañana:
Eternamente sola
(aunque el corazón me dice
Como una mala palabra
Que en contra y no a favor de todos
Habitará la sonrisa pícara
Masticada en mis labios
Cuando llegue lánguidamente la hora,
algún día tal vez.
Ilustración poemas:
