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Las vueltas de
la vida

__________
Fernando Castellano

Honestamente me estoy cansando de esto. Todos los días la misma historia.

Me despierto temprano, hago mis ejercicios, desayuno rápidamente y me preparo para el proyecto de «ellos».

Hoy hace tres horas que estoy aquí sin poder salir. Aquí dentro todas son opciones: para la derecha o para la izquierda, para adelante o para atrás, para arriba o para abajo, el botón verde o el botón azul. Ya me estoy cansando de esto. Cansado de que me observen mientras duermo, mientras me baño, mientras me alimento.

Hasta donde yo sé, a «ellos» no les importa mi bienestar, sólo les interesa que haga sus proyectos, para luego arrojarme en el calabozo. No recuerdo haber hecho nada malo para merecer esto, aparentemente el sólo hecho de haber nacido, basta.

Aún recuerdo aquella noche que me encerraron pero olvidaron poner la traba, algo me impulsó a salir y buscar mi añorada libertad, si es que existe tal cosa.

Pero no bien salí me encontré con la verdad: pude observar el proyecto, así es como «ellos» lo llamaban, e intenté memorizar su solución pero era inútil, el proyecto era muy complejo o yo era muy estúpido.

También descubrí algo más, algo que aún hoy no me permite entender su propósito, algo tenebroso y aparentemente maligno.

Eran varios barriles de vidrio, grandes y altos como una torre.

Me acerqué a uno de ellos, pero por alguna razón tuve miedo.

Tal vez miedo de que llegaran «ellos» y me encontraran husmeando, tal vez de que uno de los frascos se cayeran, debido al precipicio que los rodeaba.

Pero el miedo no importaba, la curiosidad era más fuerte y, por ende, se había apoderado de mí.

Me acerqué sin más y pude observar algo que aún hoy no me permite dormir.

En ellos había un líquido semitransparente, traslúcido, pero la oscuridad del lugar no me permitía ver con claridad, algo estaba sumergido en él, era una clase de bulto blancuzco que flotaba sin vida en el fondo del barril.

En el momento en que vi esto, «ellos» aparecieron, me persiguieron y me atraparon, arrojándome una vez más al calabozo.

Ahora me encuentro dentro del proyecto. Aún no logro salir de aquí, ésta es una sección que desconocía.

En ella hay un gran salón y, al final, algo que brilla. Me acerco y comienzo a examinarlo. Hay una imagen, como un monstruo que se mueve dentro de él, imita mis movimientos sin error alguno, como si supiese con precisión cuál será mi próximo impulso. ¡Ya recuerdo!

El monstruo que me imita es muy similar al que vi flotando en el barril el otro día.

Quiero preguntarle qué desea pero sigue imitándome, no sé qué hacer para que se detenga.

Decido golpearlo para que reaccione, pero el golpe me duele a mí. Algo está mal, sus manos son idénticas a las mías, su cuerpo igual al mío, no será que...

 

—¿Qué crees que le pudo pasar a éste, Carlos?

—No sé, parece haber muerto de alguna clase de paro cardíaco.

—¿Habrá sido por el espejo del laberinto?

—No creo, ¿desde cuándo un ratón se muere por ver su reflejo en el espejo?



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Fernando Castellano, autor argentino, es estudiante de Sistemas Informáticos. Con este cuento obtuvo Mención Especial y Medalla de Plata en el concurso de Cuento Breve 2004 de la Sociedad Pueblos y Culturas de Morón, Argentina y está publicado en la antología Ideas redondas de ese mismo año.


ILUSTRACIÓN RELATO: Fotografía por Pedro Martínez ©