Persecución
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Sergio Borao
No es
fácil determinar en qué momento apareció; tampoco sabría decir
cuándo adquirí la seguridad de que venía siguiéndome, pero desde que
soy consciente de ello me siento levemente incómodo y, con el paso
del tiempo, esta situación ha empezado a resultar extremadamente molesta.
Mentiría si dijese que hay algo irregular en
su comportamiento. En realidad, lo único que hace es caminar detrás
de mí, a unos pasos de distancia. Nada que no pueda verse en cualquier
otra ciudad, a cualquier hora del día. Nunca antes la he visto, ni
es probable que ella me conozca, lo cual acaso fuese un motivo, siquiera
remoto, para caminar en pos de mí por toda la ciudad.
Si lo miramos bien, no puede decirse que sea
una niña, aunque así me lo pareció al principio. Alguna vez he aprovechado
el reflejo de un escaparate para observarla, siquiera un segundo:
su rostro no refleja en absoluto ninguno de los síntomas característicos
de toda persecución. Por el contrario, parece completamente tranquila,
como entregada a la meditación o al olvido. Un espectador casual acaso
pudiera sospechar que su itinerario es tan arbitrario como el mío,
y que el hecho de ir delante o detrás es tan irrelevante como, por
ejemplo, los nombres de las calles que atravesamos en nuestro coincidente
tránsito. Pero si entro en una tienda o en un bar, ella permanece
afuera, esperándome sin impaciencia, y reanuda la marcha en el momento
en que vuelvo a salir a la humedad que impregna las calles.
No se me malinterprete: En ningún momento ella
ha hecho nada que pudiera molestarme. Se limita a imponerme su presencia
a una distancia razonable. No voy a ocultar que en algunos momentos,
en determinadas calles poco transitadas, saber que ella estaba ahí,
unos pasos más atrás, me ha resultado reconfortante, ya que no soporto
la visión de las paredes grises que la soledad oscurece aun más y
el silencio multiplica implacablemente.
Podría pensarse que todo es producto de mi imaginación,
que me invento estas cosas, que los médicos no erraron al diagnosticar
mi enfermedad. También podría ser que para ella todo esto no fuese
más que un juego inocente. ¿Por qué, entonces, son infructuosos todos
mis esfuerzos por despistar su vigilancia? Si avanzo lentamente, ella
camina despacio; si lo hago más deprisa, ella acelera la marcha; si
corro, corre también. Siempre se mantiene a la misma distancia. No
parece interesada en alcanzarme, pero tampoco permite que me aleje
demasiado. Me pregunto cuánto durará esto, y si en verdad es posible
concebir un final que pueda satisfacernos a ambos.
(Aunque es un hecho perdido en mi confusa memoria,
he de confesar que yo también, en mi lejana juventud, fui siguiendo
a alguien durante algún tiempo. Quizá supe quién era, pero ahora ya
no recuerdo su rostro, ni su forma de caminar, ni las calles por las
que transitábamos. No era un juego: Esa persecución, aunque pueda
parecer un disparate, determinó mi futuro).
Tal vez por eso me siento tan apenado ahora que,
al girar con disimulo la cabeza frente a uno de los multiplicados
zaguanes que salpican el incomprensible itinerario, he podido constatar,
acaso sin sorpresa, que la niña ha dejado de seguirme. Probablemente
ha encontrado por fin su propio camino y ya no me necesita. A pesar
de la aparente incomodidad que me provocaba su presencia, ahora echo
de menos sus pasos leves a mi espalda. Pero la esperanza también es
una forma de rebeldía; por eso, de cuando en cuando, al volver cualquier
esquina, echo un rápido vistazo hacia atrás: No es imposible que alguna
vez mis ojos me muestren una sombra, o la vaga sospecha de una sombra
siguiéndome, justificando así, de uno u otro modo, mi errático caminar
por estas calles que se me antojan eternas.
* * * *
SERGIO
BORAO LLOP
nació en Mallén (Zaragoza,
España) en 1960 y reside en la capital zaragozana. Es encuadernador,
periodista, poeta y cuentista.
Ha publicado los siguientes cuentos: Las carreteras (Revista
Nitecuento, n.º 23, también en Margen Cero); Antología
Relatos - Zaragoza, 1990; Feria (Revista Nitecuento,
n.º 13); Paisaje sin batalla (Revista Nitecuento n.º
16); Espíritu de la Plaza (Antología Callejón de palabras
- Mizar) y en cuanto a poesía publicada: La estrecha senda inexcusable
(poemas) (Poemas Zaragoza, 1990) y Poemas (Antología
Poemas quietos - Mizar).
Ξ
Web del autor:
http://www.aragonesasi.com/sergio/index.htm
⇒
De este autor puedes leer también
(en Margen Cero):
Nómadas
·
Cansancio ·
Las carreteras ·
La marca doble ·
La extraña
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Ilustración relato:
Textures img 5329, Gürkan Sengün [GFDL (http://www.gnu.org/copyleft/fdl.html)
or CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)],
via Wikimedia Commons.
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