¡Ésta
silla es mía!
(Un día
normal en la vida de una mujer)
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Juana Castillo
Escobar
Avanza por la calle
dando tumbos. Ha salido temprano de casa. La mañana la tiene completa
y debe aprovecharla al máximo. Últimamente se ha vuelto muy despistada
por lo que, para que no la tachen de negligente, lleva una larga lista
dentro del bolso; en ella ha anotado los quehaceres de la jornada:
visita al banco, al ginecólogo, recoger del tinte dos trajes, comprar
folios y papel de dibujo, del mercado subir...
Lo primero es ir al banco. Allí
abonará unas cuentas pendientes y, de paso, sacará algo de efectivo.
Es principio de mes y la oficina está abarrotada. Largas filas de
clientes aguardan ante las ventanillas de la sucursal. Nerviosa mira
el reloj de pared. Están a punto de dar las nueve quince. La gente
parece no querer despegarse del mostrador. Si la cosa continúa así,
al final, no podrá llevar a cabo todo lo que se había propuesto.
A las diez está en la calle. Respira
con relativo alivio, aún le quedan muchas otras cosas por hacer.
Ahora debe trasladarse hasta el
centro. Una vez allí, pasará por el bufete en el que trabaja el mayor
de sus hijos. Otro despistado. Más aún que ella. Ha olvidado en casa
un portafolios «con una serie de documentos que le son muy necesarios»
y, claro, ha telefoneado para que se los lleve «a la mayor brevedad
posible». Esto es algo que no estaba previsto y le va a hacer desviarse
de su ruta. Lo mejor es ir en metro.
«Si hubiera salido antes de casa,
no habría podido coger su llamada y, así, no estaría ahora de recadera».
Se recrimina y autocompadece. «Soy demasiado blanda».
Por esto se ve así: pateando la
ciudad de un extremo al otro. Una vez entregados los papeles a la
secretaria (él no podía salir a recogerlos pues estaba reunido), ha
retomado su marcha.
De nuevo mira el reloj. Siempre
odió el tener que estar atada a ese aparatito.
«¡Cuándo me jubile lo tiro!», dijo
en más de una ocasión.
¡Qué tontería! Hace un año escaso
le concedieron la excedencia y, desde entonces, está más y más atareada.
Soñaba con poder dedicarse un poquito a sí misma pero, se quedó en
eso: en un sueño... No da tiempo ni a pensar. Otra vez en el suburbano
donde recorre pasillos, sube y baja escaleras, hace transbordos...
¡De nuevo en la calle! No le gusta nada viajar en metro, pero reconoce
que, a veces, es lo más rápido.
Se fija en la esfera: las once
y cuarto. Calcula mentalmente. Aún le queda un instante, antes de
entrar en la consulta, para poder degustar un aromático café, calentito,
que le haga revivir un poco. Ante la taza de porcelana amarillenta
cavila: «Si tan sólo sueño con tener un momento de descanso, un instante
en el que poder aislarme como en estos segundos. O, aunque esté rodeada
por la familia, necesito pasar desapercibida». ¿Que la olviden un
poquitín, es pedir demasiado? Que no dependan tanto de ella.
Un periódico abandonado sobre la
barra atrae su mirada, en tinta roja está resuelta una frase, atribuida
a Escipión, que propone el damero: «Jamás me encuentro tan ocupado
como cuando no tengo nada que hacer». Esboza una sonrisa a la par
que asiente con la cabeza. Ahora ella no trabaja, no lo hace fuera
de casa, por lo tanto para muchos «no tiene nada que hacer». Eso mismo
creía ella cuando estaba en activo... Da el último sorbo del humeante
café. El reloj le dice que debe ponerse de nuevo en marcha.
Ahora toca visita al ginecólogo.
No hay otra cosa que más odie, pero es necesaria. Ahí pierde el resto
de la mañana rodeada de embarazadas que piden salir al váter a gritos,
y de mujeres de mediana edad, como ella, que aguardan el examen anual
que, por raro que parezca, aunque dé negativo en todo no se quedan
muy conformes con el resultado.
Incómoda, está de nuevo en la calle.
Ahora hay que regresar el barrio, una vez en él queda la visita al
mercado, a casa corriendo, preparar la comida... ¡Siempre corriendo!
Los pies le echan chispas, la cabeza le da vueltas, pero está prohibido
pararse.
Ahora, eso sí, regresará en taxi,
ya está bien de tanto y tanto caminar. Por unos momentos se relaja,
pero le dura poco el descanso. El taxista ha metido una velocidad
al coche que ha llegado a su destino en un santiamén. La tintorería
ha cerrado y la papelería le queda alejada. ¡Ya tiene algo que hacer
mañana, amén de lo nuevo que pueda ir saliendo a lo largo de la tarde!
Una vez en la plaza siente como si aquello fuera la traca final. Otra
carrera de obstáculos: pescadería, fruta, panadería, carne... y, para
casa.
Llega asfixiada. Los cinco pisos
que le separan de la calle se hacen cada vez más penosos de subir,
máxime cuando, en lugar de una mujer, más parece un árbol de Navidad
adornado con pesadas bolsas de colores. Mete la llave en la cerradura.
Un pensamiento se le repite machaconamente, como en una letanía: «En
cuanto traspase la puerta tiro las bolsas en la cocina, me quito los
zapatos por el pasillo y me dejaré caer en mi mecedora, junto al balcón.
¡Ah, mi mecedora, cómo te echo de menos!».
Entra. Suelta los paquetes en el
suelo como si quemasen, atraviesa el pasillo con rapidez, los zapatos
en la mano, con la que le queda libre se desabotona la chaqueta. Hace
todo lo posible por quedarse cómoda... Cuando está frente a la puerta
de su dormitorio se le escapa un grito, ronco, que más que de la garganta
parece llegarle del fondo del alma:
—¿No tenías que estar en el Instituto?
¡No, por favor, levántate de ahí! ¡Telefonea desde tu cuarto!
Y, casi mordiendo, atruena:
—¡Ésta silla es mía!
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JUANA CASTILLO ESCOBAR nació en
Madrid en 1954. Ha publicado relatos y poemas. De los primeros:
Mágico Carnaval, 1999; La faja, 2001; Al final, Lucy,
2003; In crescendo, once microrrelatos, 2005; El quinto
mandamiento, 2005; Diálogo de besugos, 2006; ¡Adiós,
concha, adiós!, 2006; El torneo, MH (n.º 84 2000). El periódico
del AVA publicó en Marzo de 2004 La faja o A cada
cerdo le llega su San Martín y en cuanto a los poemas: En Poesía
Española del siglo XXI, Lord Byron Ediciones, 2006: Nacer en
la muerte y En el nombre de un dios. entre otros; en
Nueva Poesía Hispanoamericana, Lord Byron Ediciones, Enero 2007,
Madrid: Indefensa y Tengo miedo. Ha recibido varios premios
y menciones: 2.º Premio en el VII Certamen de Narrativa convocado
por el C. C. Extremeño de Aluche a: Galileo Láinez Macho o, algunas
mujeres también son acosadoras. fue seleccionada en el II Concurso
de Relatos para leer en tres minutos Luis del Val, y resultó 1er.
Premio en el V Concurso de Microrrelatos convocado por El Rincón
de El Vago con su relato Fantasía.
Ξ
Web de la autora:
Perlas de luna (http://anauj-perlasdeluna.blogspot.com/).
⇒ De
esta autora también puedes leer el relato (en Margen Cero):
Alas de golondrina
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Ilustración relato:
Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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