...Y entonces un manto cubrió mi cuerpo y no supe más que cerrar los ojos.

Inhalé el aire helado y se me congeló el pecho..., seguí pedaleando mientras el aire bajaba por mi vientre.

Abrí mis ojos y te vi al lado mío... pedalié aún más rápido, sostuve el aliento lo más que pude..., se me quemaba el aire por dentro y sentí como si fuese a expulsar mis flores de mi cuerpo; entonces seguí pedaleando... y te miraba al lado mío. Mi boca, tu boca, entre abiertas. El viento refrescándonos con sus gemidos... y te miraba pedaleando junto conmigo, no veía a nadie más en este mundo.

Tanto pedalié que no pude contener más mi respiro y en eso...
—¿En qué piensas? —preguntaste y te respondí con un suspiro y mi última contención de aire de deslizó suavemente por mi boca y resecó tiernamente mis labios.
—¿Tú te atreves?  —pregunté.
—Sí, ¿y tú?
—Sí...  —contesté.
—Sí, sí —mientras pedaleaba, sí y te miraba, ¡sí!, te escuchaba, ¡sí!, soplaba el viento, ¡sí!, mientras brillabas, sí, ¡sí!, eternamente dijimos.