Del corazón de
una mujer
Lucilene Machado
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Traducción: Pablo
G. Fernandes (España)
Bien de verdad, no soy esa
mujer fatal que piensas que soy. Aquellas historias de seducción
fueron todas inventadas y ese aire superior de quien sabe lidiar con
la vida es solamente autodefensa.
Aquellas frases filosóficas fueron sólo para impresionarte, para pasarte
esa ilusión de intelectual..., en verdad, aún no sé si creo en los
valores que me enseñaron, ¡cuanto más en frases y opiniones formadas!
¡Siéntate ahí, ya! Deja que me quite los zapatos, desarreglarme el
peinado, quitarme el maquillaje..., quiero mostrarte que así de cerca
no soy tan bonita como parezco, por eso uso todos esos artificios.
Y que en el fondo tengo un miedo terrible de que me halles fea, de
que encuentres en mí una serie de imperfecciones.
Sabes, no quiero usar más esa máscara de mujer inaccesible, de mujer
fuerte con puños de acero... En lo íntimo me siento una pequeña ave
indefensa, demasiado leve para enfrentarme al viento, y que desea
permanecer al abrigo del nido y ser mimada hasta adormecer.
Mírame, a veces mi intimidad no tiene brillo alguno y tendrás que
amarme mucho para soportar esa impotencia mía. Déjame quitarme el
abrigo, quitarme el cansancio..., esa doble jornada me deja tan carente...
¿La convicción de independencia afectiva? ¡Es todo bulo! Lo que quería
era compartir la cama, la mesa, el baño... Quería compartir los sentimientos,
los sueños, las ilusiones..., un pedazo de torta, una taza de café,
algún secreto... ¡Ah!, he andado por ahí, ¡he sido tantas mujeres
que no soy! Cuántas veces me inventé y hasta me convencí de mi identidad.
Administré mi libertad. Tomé aviones, tomé whisky..., cambié la lámpara,
abrí sola el cierre del vestido..., ¡decidí mi destino con tanta seguridad!
Pero no preví que en la línea de mi vida estuviera definida una pasión
inesperada.
Ahora, acá estoy, treinta y pocos años y toda confundida, intentando
un cruzar de piernas diferente, una mirada más grave, un humedecer
de labios sensual..., pero no sé bien qué hacer para agradar. Confieso
que eso me cansa un poco. Lo que quería era hablar de todos mis miedos,
¿«de tus miedos»?, dirías, como si yo nunca hubiese temido nada. Quería
hablarte de mis marcas de infancia, de los animales que tuve, de mi
primer día de clase..., quería hablar de esas cosas más elementales,
y llevarte a casa de mi madre, mostrarte mi álbum de fotos (yo, equilibrándome
en los primeros pasos), ¡ah!, quería mostrarte mi primera bicicleta,
con trucos. ¡Aún existe! Quería mostrarte los árboles que planté (¡cómo
crecieron!) y todas esas cosas que son tan importantes para mí y tan
insignificantes para los demás.
Ah, ¿querías hablar algo? ¡Está bien! Antes, sólo una cosita más:
me estoy muriendo de miedo de que salgas de esta escena antes que
yo, que salgas a la francesa de esta historia, y tenga que volver
a colocarme mi máscara y reinventarme, otra vez.
LUCILENE MACHADO, es una
autora brasileña.
lucilenemachado[at]terra.com.br
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ILUSTRACIÓN
RELATO:
Fotografía por
Pedro M. Martínez ©
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