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PAN
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Juan Carlos Sánchez Gómez


Es indudable que la realidad tiene su atractivo, quién lo puede negar. Pero también que resulta demasiado real, que siempre la moneda guarda otra cara, que por cada uno de esos atractivos siempre hay un precio a pagar. La cibernética, sin embargo, puede tener o no un precio, uno es el que decide. Puestos a elegir, Ernesto había escogido la virtualidad de una pantalla. Había tenido amores de los reales, por supuesto, pero había optado sin dudarlo por los que podía encontrar en cualquier rincón de la red. Desde hacía unos meses se comunicaba con alguien que respondía al nombre de Rosa99. Y se sentía realmente feliz. Todas las noches, a eso de las diez, encendía el ordenador, entraba en el chat y suspiraba cuando veía el nick alfanumérico. Rosa99 aceptaba inmediatamente un privado, aunque estuviera enfrascada en la más interesante conversación. Ernesto no se llamaba Ernesto, por supuesto, sino Pan. Era un nick que había dado lugar a las más variadas bromas, por desgracia ninguna de ellas relacionada con el dios, sino más bien con el alimento e, incluso, con el sonido de las armas de fuego. Pero no le importaba. Rosa99 nunca lo había tomado a chacota y había captado desde el primer momento su origen mitológico.

Interesante mujer, Rosa99. No tenía duda de que tras el nombre había una mujer, demasiada sensibilidad, demasiada inteligencia como para que fuera otra cosa. De lo que no estaba tan seguro era de la edad que le había dado, 30. Pero le daba igual, quizá porque en los mundos virtuales no existe esa otra cara de la moneda de la que hablábamos antes. Tampoco sabía si era atractiva, aunque era incapaz de imaginarla fea o desagradable. Mejor era aceptar el privilegio de lo virtual y dejarlo así.

Solían hablar durante dos horas, exactamente dos horas. Luego ella discretamente se despedía y nunca se dejaba convencer para continuar un rato más. Hasta el día siguiente. Si todo hubiera continuado así, Ernesto nunca hubiera dejado de ser el hombre más feliz del mundo. Pero por desgracia, las criaturas reales a pesar suyo nunca dejan de ser reales y tienen un insensato aprecio por lo tangible, incluso aunque haya una segunda cara desagradable. Rosa99 quiso conocerle. Y él se negó, y dejó de aceptar charlas privadas cuando ella insistió demasiado. Pensó que necesitaban un tiempo de descanso para volver a ser lo que habían sido, pero Rosa99 abandonó el chat. En realidad lo que hizo fue cambiar de nick y contenerse cuando le entraban ganas de pinchar sobre el nombre del dios griego. Y él se desesperó y maldijo también los mundos cibernéticos, sin sospechar que terminaban un piso por debajo del suyo.





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jcsanchez[at]gerencia.upm.es



* ILUSTRACIÓN RELATO: Chat bubbles, Created by bdesham {{Created with Inkscape}} [Public domain], via Wikimedia Commons.