PASAJEROS
por

Josué Barsa



Al saber que tu padre ha muerto, has tomado el microbús de la una con quince minutos para dar con él, y estar al tanto de la economía familiar desde ahora; pero al creer que es el microbús esperado, has subido al microbús de la una con diez minutos de la tarde, y éste te llevó por no sé a cuántos lugares, pero mientras llegabas tarde, al lugar que desconocías, con seis pesos hiciste que tu estómago soportara la gran calor, hiciste que comprara las medicinas baratas de su hijo, hiciste olvidar al papá el: no soporto mas, junta el dinero Antonio, vende...que sé yo...hielitos, esferas, inventa algo que sea necesario y véndelo al que tenga dinero, y compra las medicinas de tu hijo, no soporto mas, ves...por mi parte haré costuras, ya tengo tres pantalones para iniciar; y tu, tranquilito absorbiendo las esferas de tres pesos, salvadoras de una vida, que inconscientemente te pagará ella misma, mientras tanto, a la una con diez, sigues sentado atrás de todos, nadie te ve, y una pequeña fuerza hace que vayas hacia atrás de un momento a otro, es entonces que la güera te mira a lo lejos, por el interior de la ventana tercera del lado izquierdo, en donde la Señora está cabeceando: ándale, un ratito mas, aprovechemos que no están tus hijos ni tu esposo para hacer el amor, ella salta, voltea a la derecha y te ve, ha creído en su sueño, y la güera sigue allí, caminando al igual que el microbús para verte, apenas la distingues, pero a su hermana, la de cabello negro es la que te gusta, no la dejas de ver, ¿a dónde va este microbús?, voy con mi señor padre ya difunto, me han informado que ha muerto y voy a despedirme de él, ¿pero la niña de pelo negro, a donde se ha ido?, y la güera sigue allí, mirándote, al igual que el chofer la mira: ¿a quien miras?, a nadie, a nadie, creía haber visto un conocido a lo lejos pero no era nadie, ¿y esa tipa?; y cada vez acelera como diciéndote: dile adiós a tu güera querida, que jamás la vas a volver a ver, pero tu quieres ver a su hermana, y ésta a su cuñado, novia de la güera, y éste a la güera, chica asediada en ese momento por dos tipos, y tu pretendes bajarte, decirle al chofer para, aquí es mi destino, pero de pronto recuerdas a la señora que hizo el amor anoche con otro tipo que no es su marido, y la ves, tan tranquila, y tus labios chupando la esfera hecha por Antonio a favor de su hijo, que salvaste con tus seis pesos, ganados por publicar un artículo sobre la ecología, ¿qué sabes de la ecología si has tirado la pasada esfera en el mismo microbús?, y te extraña el no ver tanta gente, dándote cuenta lo importante de los ojos en ese momentos, ya que sin ellos no te pudiste haber enamorado de la niña del pelo negro, pero es una niña, recuerda, aún tiene papá y mamá quien la cuide, como a ellos los crió su madre, la única madre de ambos, pero vuelve tu imagen al microbús, al topar tu pie con el del enano, el del pelo largo, que por su pelo y de espaldas, cualquiera diría que es de tamaño normal, pero de frente, al distinguir la separación entre su pelo y su rostro, te das cuenta de que es un enano, y aparte de enano es estúpido, ya que su pie que lo tenía acomodado debajo de su asiento, a tropezado, qué sé yo porqué, con tu pie derecho, vaya idiota, vaya atropello dice tu pie, pero mas que a tu pie, lo maldices por haberte dado motivos para que tus ojos hayan separado su imagen de la niña de pelo negro que ha entrado a la florería, pero como sabes que a la florería si ya no la ves, la dejaste de ver porque el microbús está dando vuelta en la primera esquina y la niña de pelo negro está a dos cuadras de donde estás sentado, pero resulta que todo este tiempo, ha estado tu cabeza fuera de la ventana, y así la has estado viendo, pero ahora no, ya dio la vuelta y ya no la podrás ver, pero pudiste haberla conocido si te hubieras bajado a la una con diez, pero de pronto, recuerdas que el microbús esperado es el de la una con quince, y que éste te llevará a otro lugar, a donde no pensabas, y claro, llegarás al lugar que deseas pero más tarde, por la brillante idea de apresurar las cosas, pero el tiempo te ha dado una gran lección, y al oído te ha gritado que no es posible doblar al destino, mucho menos cuando éste se encuentre reposando, y es cierto, ya que el niño de Antonio no se hubiera curado por tu culpa, pero no lo sabes, y Antonio no hubiera juntado los seis pesos que le faltaban para las medicinas de su hijo, si tu no hubieras abordado el microbús de la una con diez, sino el de la una con quince, el cual, ha llegado a donde te subiste temprano, y espera verte más no te halla, ya estaba en tu destino el subirte en aquel camión, y su narrador está desquiciado, no sabe que hacer, no sabe que contarles a sus lectores de interés, y se queda callado, mudo, respira despacio y su libro se cierra, mientras que este libro que aún no estaba en planeación, se encuentra en su boom de ideas, ya que en donde te encuentras es otro mundo, y tu pie de nuevo siente ser golpeado por el enano, y te levantas para hacer justicia a tal atropello, pero éste se levanta primero y pide que lo bajen si es posible cargado, y mientras lo cargan, tu por detrás lo pateas, todos te ignoran, hasta el propia enano que jamás vuelves a saber que es él, ya que de ahí, de bajarse, con tijeras él mismo se cortó sus cabellos por órdenes militares, personales sobre todo, pero que te importa esos datos, tu crees que eso pasará pero no, quizá su pelo vaya a crecer e ingrese al récord de guines por tal motivo, y tu quien sabe donde te hallarás, y recuerdas a la güera que nunca viste, pero estaba a los hombros de la niña de pelo negro, tu niña, tu ahora musa, y vas tambaleándote, imaginando el destino de cada uno de los pasajeros al oírlos: con permiso, pase usté, que le vaya bien, mucho cuidado, no, éste no pasa por el parque, sino por la plaza, pero desconozco lo que haré el viernes por la noche, ¿otra vez hacer el amor?, ¿no prefieres llevarme a cenar?, y haces un réquiem de los sonidos escuchados, y te vuelves loco, histérico, pero al segundo siguiente recuperas el aire que te faltaba y respiras por Mel, la Mel que quisiste hace años, y que desde años está a tu lado, que te espera en silencio con flores blancas entre sus senos, y tu, sentado, salvando vidas, haciendo rico a gente extraña y que para colmo no te agradece, ¿te parece bien si te haces a un lado para sentarme, o si prefieres tirarte al suelo y así dejarme los dos asientos a mi antojo?, ¿puedes?, y tus deseos salen a flote y de alguna manera de exorcizas de ellos, los dejas ir por la avenida, caen, presurosos corren por primera vez siguiendo al microbús para entrar de nuevo a ti, han aprendido en donde está tu casa, y recuerdas por un segundo algo que se te olvidó, y recuerdas que se te ha olvidado de nuevo, pero hueles mal, no a gasolina, no a cosas quemadas, sino a algo similar al destello que esparce el tequila cuando se encuentra en el aire, y te paras, y todos te miran, y el chofer detiene su microbús pensando que en esa esquina bajarás, y no contestas cuando todos te hablan, y el chofer enojado sigue su rumbo, y entonces te sientas, un niño se ríe de ti, y tu, y tu, y tu mientras tanto con la misma idea, idea, que se vuelve eco al fondo de tus pensamientos, y de nuevo recuerdas eso que se te olvidó, demasiado importante, cada vez con mas insistencias, y giras tus ojos a la parte derecha viendo algo que conoces bien, al vecino que enviudó hace catorce años, y que desde hace catorce años viste de azul, y te preguntas: ¿por qué de azul?, ¿por qué no de negro cual debe ser?, y nada te importa, sigues viendo la sandalia que le cuelga a la niña que al crecer se convertirá en princesa de un cuento aún en construcción, y que perderá su virginidad a los once años, por motivos que tratas de ignorar, y que mejor no piensas, y todo el calor, y la gente se vuelve un fastidio, los conoces también que te da igual seguirlos de cerca o no, de hecho, ¿quién querrá seguirte viendo de cerca?, sólo Mel, la balanza de tus actos, y por tercera vez recuerdas eso que se te olvida, y arrancas un pedazo de papel a tu cuadernillo amarillo para tratar de adivinar tal idea, mas no lo logras, solo haces un dibujo de la niña de pelo negro, tu niña, la morena, el contraste de su hermana, y haces un chiste a favor de ellas que esperas contárselos al verlas, pero jamás las verás, ya que la niña de pelo negro morirá por culpa de un crimen pasional, y te arrepientes no haberlas conocido  para ser partícipe en ello, y lloras por dentro, lloras por alguien cuyo destino lo has imaginado, y que hoy ríe a carcajadas con el amante de su hermana, su amor, el que se enceló al ver como su amada te miraba, y tu tan tranquilo sentado atrás del microbús, con los pantalones a rayas y sin zapatos, sin collares, te ha faltado dinero, pero has salvado a una vida, a una persona que te pagará después con algo, dentro de veinte años, si es que sobrevives al accidente que sufrirás dentro de varias horas, hueles eso que se te olvida y lo recuerdas perfectamente, pero al recordarlo, la imagen se va de tus pensamientos, y el microbús hace una parada para subir a la chica de pantalones igualitos que sus piernas, y te quedas atónito, por segunda vez en el día te has enamorado, y te atreves a formar una rosa de papel y regalársela, pero recuerdas a Mel, y a la niña de pelo negro y le eres fiel a las dos, y arranca de nuevo el microbús siendo ya la una con veinte minutos minuto, en los cuales se han resumido en unos cuantos personajes que han pasado por tu memoria, y sonríes sin verte, sin saber cual es tu expresión, y dices: aquí me bajo, no se preocupen por mi, y sientes las risas de los demás, sobre todo del chofer que hace que sus cuatro llantas despeguen a la misma vez para echarte el polvo en cara, y a través de la ventana, la niña de sandalias te mira, y te dice adiós, y tu no la ves por culpa de las pequeños voladores granos de tierra que vuelan alrededor de tu cuerpo, y se meten en quién sabe dónde para hacerte cosquillas horas después, al bañarte, y no recuerdas porqué has bajado en ese preciso lugar, en donde bajas todos los días, y te das cuenta que por allí es tu casa y sigues el camino que han marcado tus pies a lo largo de los meses y te subes a esa barandilla en donde por experiencia, ya no caes como en las primeras veces, y todo es cuento, te preparas para escribir la gran odisea que sustituya a las mas grandes que existen, pero caes después de dos meses, y hueles ese olor extraño, que jamás has olido, y el gordo que viene detrás de ti te atropella completamente, haciendo que caigas de cuerpo completo al pavimento, y tus labios besan hormigas, y sin enfurecerte le dices perdón, y el que está listo para tus golpes se detiene, y te quiere golpear para defenderse y cree que te estás burlando de él, y te sigue, y te sigue, y tu al voltear los espantas por tu cara que se ha desfigurando por su culpa, y como aún no lo sabes, te sorprende su reacción y vuelves a oler eso que olvidas y por fin, por fin, por fin lo recuerdas, ese olor lo has olido sólo en el funeral de tu abuelo, que falleció cerca de su pueblo natal, y recuerdas, recuerdas también, y al mismo tiempo, que has subido al microbús, que te han pisado, que te has enamorado, peleado, asombrado, acalorado, imaginado el destino de otros por matar el tiempo, y al decir matar, recuerdas la noticia de que tu padre ha muerto y que te has olvidado de ella por veinte y cinco minutos, y subes apresurado la cuesta, y a lo lejos, como a cien metros de donde te encuentras, ves como tu familia se desangra por la muerte de tu padre, y respiras hondo cinco veces, y limpias tu mente para tratar de sobreponerte a la vida (que segundo a segundo inventa nuevas historias).



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I Certamen de Relato Breve Almiar

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* ILUSTRACIÓN: Fotografía por Pedro Martínez ©
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