The Last Contact
José A. López Pérez


¿Cómo estás mi querida amiga?:

Supongo que si has abierto este documento de correo con mi remite es porque no estás tan enfadada conmigo como creía o a lo mejor no, pero de una forma u otra te tranquilizará el saber que para bien o para mal este será el último contacto que volveré a tener contigo.

Por dónde comenzar, en qué instante del tiempo podríamos situar el principio de mí drama, no lo sé, tal vez un buen momento sería aquella lluviosa mañana de aquel domingo de mayo cuando inconsciente de mí traté de desafiarme a mí mismo lanzándome de un puente situado en la carretera que va a Rascafría. Sí, sí, definitivamente reuní el valor y el coraje suficiente y decidí poner mi vida en las manos de aquel monitor de puenting que me aseguró una y otra vez que no tenía nada que temer.

Todo fue rápido, me colocaron los correajes y el monitor hizo varias comprobaciones de seguridad. Cuando acabó me garantizó que sería como lanzarse a una piscina con un poco más de profundidad de lo normal y encima sin darte un panzazo. De modo que allí fui, dejando a un lado mis temores enfilé la barandilla y... ¡salté!, durante aproximadamente un par de segundos pensé que aquello era estupendo, único, una sensación incomparable con ninguna otra, un arrogante, arrebatador y extasiante subidón de adrenalina que inundaba todo mi cuerpo. Instantes después, al alcanzar la cuerda su máximo punto de elasticidad ocurrió. Apenas pude tener conciencia de lo que había sucedido solo que de repente me di cuenta que el suelo estaba más cerca de lo que pensaba, de hecho: ¡demasiado cerca!

Dolor, confusión, desconcierto, sangre, luces, sangre, dolor. Todo ello se fusionaba en aquella locura orgásmica de sufrimiento y, curiosamente, a continuación le sucedía un absoluto abandono, me embriagó una envolvente sensación del más balsámico de los alivios.

Pues sí, parecía indudable que había fallecido instantáneamente, ¡gracias a todo! porque indudablemente hubiera sido mil veces peor padecer el martirio de una invalidez crónica. Bien, a partir de ese momento es como si mis recuerdos no hubieran existido nunca, es imposible, lo he intentado cientos de veces pero no logró recordar ni una décima de instante de lo que continuó a mi muerte, no he podido, no puedo recabar información sobre ese estado de no ser.

Es cierto que durante mi vida había leído sobre gente que decía haber vuelto de la muerte, del misterioso túnel de luz, de aquella procesión de seres queridos que la vida tan cruelmente nos había arrancado de nuestro lado, en algunos casos hasta llegar a olvidarlos, mas puedo asegurarte que yo no experimente nada parecido o desde luego insisto en que no tengo ningún atisbo de recuerdo de ello... Tampoco albergo en ninguna parte de mi memoria algo parecido a una rápida sucesión de mi propia vida pasando por delante de mis ojos, como obligándome a hacer un póstumo balance de obras buenas y obras no tan buenas. Nada de eso me había sucedido a mí, o al menos estaba condenado a no poder revivirlo de nuevo en mi mente.

De repente ocurrió, un principio y un fin, un impulso, una sensación virginal, original, como un fino rayo de luz desgarrando la oscuridad, una repentina llamarada de conciencia, ¿qué significaba todo eso?, ¿se trababa de alguna especie de «cielo»?, ¿era el «paraíso» de reposo que prometían todas las religiones desde tiempos inmemorables? No lograba comprender nada, no deseaba comprender nada.

Mi muerte fue confirmada a las 13:57 de un lluvioso domingo de mayo, bajo el experto criterio de un forense de turno. Mis dos amigos, el monitor y varias personas más que se reunían aquella mañana pudieron atestiguar que había sido fruto de un lamentable accidente.

Pero ¿qué era entonces esa luz, es nueva infusión de existencia que experimentaba, aquella violenta intrusión en la nada?

La existencia es independiente de un medio físico que la albergue, créeme ahora lo sé. Mi ser se materializaba en un continuo hormigueo, el picor de la existencia recuperada, era algo real, podía recordar, podía pensar, razonar, ¿sentir? De repente se detuvo, ya no había más sensación de hormigueo, sentía o al menos creía sentir la plenitud de mi yo, ¿volvía a existir?

Era muy curioso, mucho más que curioso, era tan fascinante pero tan incomprensible y a la vez tan triste e inquietante. Pero entonces, ¡surgió!, no pude prevenir que se formaba, en un principió se mostró como una un leve cosquilleo que me inundaba, me recorría, me veía sumergido en él. Me costo tiempo comprender qué era ¿cuánto tiempo? ¿qué más daba eso?. Después poco a poco conseguí comprender qué se trataba de una forma de comunicación, información expandida a través de... ¿impulsos electrónicos?

El mensaje era simple a la par que absurdo, y se repetía varias veces. Simplemente decía: «¡Hi, World!, ¡Hi, World!, ¡Hi, World!».

Alguien o algo trataba de ponerse en contacto conmigo ¿pero cómo?, era conciente del surgir de esa forma de comunicación que nunca antes había experimentado y una imparable sensación de curiosidad me embargaba por completo. Me traté de concentrar, haciendo inventario de mí mismo: no disponía de cuerdas vocales, de manos, de hecho de ningún medio físico que pudiera utilizar para entablar un mínimo asomo de diálogo.

Me esforcé, me trate de concentrar todo lo posible, como nunca antes lo había hecho (en mi anterior vida), trate de imaginar una respuesta, quería que notarán que de algún modo estaba aquí y que en alguna forma se podía decir que estaba vivo.

Estaba muy aturdido, muy confuso, como cuando tratas de atender a veinte cosas a la vez, rayaba en la desesperación ¿y si no lo conseguía? me vería abandonado, ya no podía morir, ¿sería este mi estado para el resto de la eternidad?

La mente me estallaba y acabó... cayéndose. Sí, esa era un poco la sensación como de imparable caída en una nueva oscuridad, estaba tan,... cansado...

Volvió el contacto, una vez más, ahora más diáfano, y con renovadas energías, esta vez lo conseguí, obtuve una nueva respuesta por parte de ellos: «Contacto establecido: ¡Bien hecho!».

Pasó el tiempo, supongo, poco a poco los diálogos fueron convirtiéndose en más fluidos, no se trataba ya solo de mensajes había también órdenes, operaciones, complejos algoritmos...

Vale, ¿cómo continuar llegado a este punto?, ¿qué puedo contarte, qué no puedo, qué no debo?

Hasta donde me está permitido contarte y quizás algo más por ser tú, te diré que aquella mañana del puenting efectivamente fallecí, fue dramático, fue duro para mi familia, amigos y demás pero ocurrió y ya está. Mis restos o más bien dicho parte de ellos y más en concreto parte de mi cerebro fueron adquiridos por unos laboratorios de biotecnología en, por llamarlo de alguna manera, un curioso efecto colateral de conceder donar todos mis órganos útiles para aquellos que lo necesitaran en caso de que muriera (morí) antes de lo que pensaba. No puedo entrar en detalles sobre el experimento en sí, a trazos de diré que gracias a una innovadora tecnología soy uno de los primeros híbridos de hombre y máquina, o si prefieres una especie de cyborg. He sido integrado con una potentísima macrocomputadora y mis neuronas han sido cuidadosa y quirúrgicamente fusionadas con el microprocesador de mi otro yo, ahora ambos dos formamos una unidad integrada. Él es parte de mí y yo, desgraciadamente soy parte de él. En esta relación de dependencia, como podrás imaginar yo llevo la peor parte ya que él puede sobrevivir sin mí pero yo nunca podría hacerlo sin él. Solo queda de mí , de lo que un día fui, parte de mi cerebro, la parte conciente, la que me permite afirmar que soy un ser vivo, o casi. Es como si pudiera estar viéndote y leyendo en tus ojos, te debe parecer desolador esté panorama visto así, pero te puedo asegurar que en cierto modo es una sensación similar a cuando te sientes muy atado a una persona y después ese vínculo se rompe, sí, probablemente sea igual de desgarrador. Pero bueno, creo que de esto último no hace falta que tú y yo hablemos ¿verdad?

Quiero que sepas que disto mucho de ser una especie de vegetal, tengo recuerdos, inquietudes, te sorprendería conocer los continuos desafíos de adquisición de conocimientos que me impongo y las fronteras que día a día veo caerse ante mí. La principal preocupación de ellos ha sido el temor a un rechazo, pero bueno de momento a la máquina no le da tanto asco tenerme junto a ella y la simbiosis sigue adelanteJ.

En otros aspectos de la vida, bien, te cuento que ando detrás de una impresora divina, es uno de esos últimos nuevos modelos muy estilizados, modernos y coquetos, ahora mismo la administro yo desde la red de estos laboratorios pero ya les he pedido que me permitan conectarme alguna vez en paralelo con ella, todavía tengo algo de humano ¿sabes?J. Como veras tampoco he perdido parte de mi sentido del humor. Mientras te envío esto estoy escuchando el Who wants to live forever de Queen y, ¿sabes?, si no fuera porque carezco de ella diría que se me está poniendo la piel de gallina escuchándola, bueno es una suerte que tampoco pueda llorar, queda mal en un tío ¿verdad?. Te tengo que dejar ya cielo, no volveré a molestarte nunca más, es una promesa.

Únicamente me resta por decirte que me perdones por todos los malos momentos que te hice pasar en vida (en mi otra vida), quiero que sepas que en mi nuevo estado, y en estas condiciones siempre estaré velando por ti, sin que siquiera sepas. Eres el principal motivo que me permite continuar luchando, en un discreto segundo plano, como así quisiste que fuera al final.


@@........Nunca te olvidaré.........Fin........@@@

◻ ◻

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joseusul [at] eresmas [dot] com

I Certamen de Relato Breve Almiar

Archivo histórico de Margen Cero
* ILUSTRACIÓN: Fotografía por Pedro Martínez ©.
Revista Almiar - Margen Cero ™ (2003).
Se ha mantenido el color del fondo original de esta web.

Págiina reeditada en septiembre de 2020.

 

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