Camina sigilosamente
a lo largo del pasillo sin mirar los espejos, se detiene enfrente
de la última puerta, toma su sombra, la guarda en un bolso, saca el
resto de la pasión, se la pone. Abre la puerta, avanza, se detiene
a un lado de la cama, lo observa, se acerca, se inclina y lo besa
en los labios. Se endereza, lo observa otra vez, como cada noche,
como siempre.
¡Quiere abrazarlo!
Logra contenerse. Sale, cierra la puerta, guarda lo que puede de la
pasión, saca su sombra, se la pone. Sube a la azotea, la lluvia esconde
la lágrima, intenta no entender y despliega sus alas antes de que
el sol aparezca.
Armando Páez
ILUSTRACIÓN:
Pedro M. Martínez ©
|