Antonio Álvarez
Bürger

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Cuchillos me llovías


Me llovías
¡sí!
me llovías cuchillos aguzados
lentamente
por la línea de mis fibras,
y un temblor me transportaba.

Tú hacías ese viaje diariamente
con la boca, estremecida,
y lágrimas copiosas
que a los dos nos empapaban
me llovías.

Solíamos jugar juntos
bajo el trópico de tus deseos
y yo también
¡sí!
yo también,
a veces te llovía cuchillos
y dejaba heridas profundas en la luna.

Eran cuchillos de sangrantes lunas
que goteaban puñaladas
en tu alma, en la mía.


 

¿Recuerdas?


Allá, el fuego, acunado fuertemente
por los vientos de la juventud plena,
de la tuya, de la mía.
¿Recuerdas?
Eran serpientes enloquecidas
emergiendo de la tierra
—con las entrañas abiertas—
vomitando luces diminutas,
despavoridas,
como estrellas.
Mi rostro era el tuyo.
Tu rostro en el mío,
arrebolado
—como en llamas—
jugueteando frente a mí.
Eran fantasmas desatados
que danzaban delirantes.
Yo me reproducía en ti,
en tus ojos,
y dibujaba una sonrisa en tu mirada.
Mi rostro en el tuyo.
Tu rostro era el mío.
¿Recuerdas?


 

Prepárame la ausencia

Prepárame la ausencia
para cuando me busque la muerte.
Yo, en tanto, me quedaré envuelto
de los espíritus traviesos.
Quiero ser el más regocijado
con el placer de lo que espero
y estar en el cenit
cuando el pájaro azul
bata las alas al aire y pronuncie
el hado de mi nombre.
Por ahora me saben a quebranto
el impasible gesto umbrío
del invierno y su llanto obstinado.
Así tenga que volver después
a escondidas a reconciliarme
con mis entrañables espantos,
prepárame tú la ausencia
para cuando me encuentre la muerte.

Podríamos

Podríamos irnos juntos hacia el silencio
y no haré más que bendecirte,
pero vamos de uno en uno
derramando dolores de tragedia.

Podríamos coger con cuentagotas
la ilusión y bastaría,
pero huyes, vida,
y no haré más que llamarte.
Incluso, me arrepiento
de los breves gozos para querer negarte,
pero vamos todos peregrinos
con el rostro en la tristeza
y no haré más que lamentarme.

Podríamos rezar sistemáticamente
de pie todas las noches blancas
y levantar el día en nuestras almas
o registrar sólo los sueños verdaderos
para ser, vida, lo que mandes.

Podríamos ser nada más que sombras
vertidas, desterradas de los cuerpos,
pero alegres marchando hacia la muerte.

 

 

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Ilustraciones: Fotografías por Pedro Martínez ©


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Revista Almiar - ISSN 1695-4807 (2001) - Margen Cero™ - Aviso legal