Mirar un cuadro...
sentir una historia

El día después · Edvard Munch (1863-1944)

El pintor noruego Edvard Munch es considerado un precursor de la tendencia expresionista en el arte moderno. Ha sido reconocido como un innovador trascendental que parece inspirar particularmente a los pintores actuales.

En pocos artistas las fuerzas instintivas e inconscientes han sido tan poderosas y contradictorias y también, en muy pocos, ha sido tan lúcida y valerosa la mirada interior.

En su manifiesto artístico redactado en Paris en 1889 escribió: No pintaremos más interiores con hombres que leen y mujeres que tejen. Queremos pintar seres vivos que respiran, sienten, sufren y aman. La gente se va a dar cuenta de que es algo casi sagrado y se va a quitar el sombrero como si estuviese en una iglesia.

Munch fue uno de los primeros artistas que pintó la enajenación de los hombres en las ciudades modernas. Su obra más conocida, El grito, es el silencio del hombre errante en las ciudades sin alma y frente a un cielo deshabitado.

La obra que presentamos: El día después, es un óleo sobre lienzo pintado en 1895 y que se exhibe en la Galería Nacional de Oslo.

Pertenece a la primera época, la del realismo, cuando Munch todavía intentaba ceñirse a las convenciones pictóricas de su tiempo. La composición está equilibrada y aunque la figura se presenta en un plano horizontal, el paralelismo de las líneas verticales marcado por el cabello que se derrama, el brazo que cae de la cama y la falda colgando producen una sensación de derrota y abandono difícilmente olvidable. La verticalidad de las botellas sobre el plano de la mesa refuerza visualmente esta idea, rompiendo asimismo la horizontalidad.

La gama ocre de toda la pintura ofrece al espectador una sensación de entorno anodino y vulgar, un entorno indiferente, que preludia la aparición de los «no lugares» de la gran ciudad, intercambiables por su desnudez y falta de identidad personal.

Destaca la irregularidad de las manchas de luz que configuran las ropas de la cama y la camisa de la mujer enmarcando su rostro pálido y agotado. Se supone una claridad lechosa de amanecer que no llega a despertar a la durmiente, demasiado hastiada para abordar la llegada del nuevo día.

Aun tratando Munch de ceñirse al academicismo de la escuela parisina donde todavía imperaba el impresionismo, se aprecia ya en esta obra la firmeza del manchado que huye del detalle para trasmitir la sensación de soledad y vacío existencial.


Carmen López León

Autores y textos

CARMEN LÓPEZ LEÓN · VÍCTOR ASUAJE · ALEJANDRA JAÉN NÚÑEZ · FERNANDO MOLLÁ AYUSO · SANTIAGO · CRISTINA APARICIO · JORGE · ESPERANZA · SALVADOR RAMOS PALOMO · APRIKOT · ROXANA HEISE VENTHUR · ALICIA GUZMÁN C. · LLUÍS EDO MARZAL · DANIEL REIG · SALVADOR RAMOS PALOMO (2) · ROMERO · DINI · SALVADOR RAMOS PALOMO (3) · MALLY MANNS · GRALI

1

El día siguiente

Por fin había terminado todo.

Habían ido cayendo, una a una, las colgaduras y los estores, las fotografías enmarcadas, la galería de retratos, como pomposamente decía su madre, se habían ido desprendiendo de las paredes y estrellándose contra el suelo. Al hacerse añicos los cristales, las imágenes, los rostros de los representados quedaban fraccionados lo mismo que su recuerdo se convertía en momentos aislados de su existencia, sin coherencia interna.

Habían saltado, hechos trizas los bibelots antiguos, deslustrados e incluso desportillados y unidos con cola de pegar para que siguieran dando fe de una decoración decadente y asfixiante.

Y se habían astillado por fin los muebles desvencijados, de tapicerías raída, de mármoles que perdieron su brillo mucho tiempo atrás, al compás del tiempo que marcaba relojes que señalaron siempre horas inexistentes, horas del pasado.

Sin artificios ya, su vida aparecía tal y como había sido, gris y sórdida, con esa sordidez de la mediocridad vergonzante, que se oculta tras las grandilocuentes expresiones que designan lo más anodino para tratar de embellecerlo, pero que tan sólo lo convierte en una burda caricatura esperpéntica.

Si ahora descansaba en aquélla habitación vulgar, sola por fin, no hacía sino vivir de frente su verdad.

Tan solo veinticuatro horas antes había acudido al funeral de su madre, vestida con la impecable corrección de la joven que fue, discreta y sin estridencias, con ropa siempre anticuada, tratando de componer, por última vez, la imagen que su madre hubiera aprobado, tratando de representar una vez más, pero solamente una vez más, el papel asignado desde su infancia, el que correspondía a aquélla niña que nació a destiempo en el seno de una pareja madura y triste. Aquélla niña educada según códigos obsoletos de buena crianza, destinada al cuidado de sus ancianos padres sin ocasión de conocer nada más allá de la trasnochada historia familiar conservada en el formol del recuerdo.

Después había vuelto a la casa, y, ¡cómo odiaba aquel asfixiante entorno!, ¡cuánta falsedad encerraban las voces atrapadas entre aquellas paredes!, Su libertad le pesaba entre las manos como un bien demasiado costoso, y no sabía qué hacer con ella. Su libertad y también su soledad.

Nadie la había acompañado después del entierro, nadie la conocía realmente, siempre escondida debajo de su sonrisa y su voz dulcemente impostada para las cada vez más escasas visitas de su madre, nadie que compartiera su odio, y su resentimiento ante la carne joven inmolada en el altar de una diosa terrible que vampirizaba día a día su sangre con la eterna cantinela de la buena hija, privándola de la vida real, del trabajo, de las compañeras, de los hombres.

Su mano había tropezado con un pequeño búcaro que cayo al suelo con un tintineo de cristales rotos. Tembló un instante, como habría hecho veinticuatro horas atrás. Pero ahora, de golpe, el tintineo despertó su cerebro desatando las cadenas de su letargo y comenzó a destruir, arrancar, acuchillar, astillar, quebrar, descolgar, gritando al mismo tiempo. «¡Mentira!, ¡mentira!, ¡mentira! Soy pobre». Por fin había pronunciado las palabras prohibidas.
—Siempre he sido pobre
.

Y miró cara a cara la miseria oculta detrás de las frases artificiosas de su madre, de las ridículas pastas de té compradas a granel en el colmado, mantecosas y rancias con las que obsequiar a las visitas, de los zapatos de tafilete con suelas desgastadas y el abrigo de terciopelo azul de muchos inviernos.

Cerró la puerta de la vivienda, dentro quedaban encerrados treinta años de su vida. Afuera brillaba el sol y las gentes se afanaban en su cotidianeidad. Vestía una falda de percal y una camisa blanca de algodón, buscaba un puesto de trabajo en la naciente industria de la ciudad, buscaba una pensión barata donde recogerse al anochecer, al salir de la fábrica, y buscaba vivir.

Y ahora dormía echada en su camastro, había trabajado todo el día en un telar, había cenado una rebanada de pan untado en aceite que le chorreó por las comisuras y un trozo de queso fuerte. Había bebido un vino oscuro y caliente y se había dejado acariciar por vez primera por aquel hombre, uno cualquiera, de aliento cargado y manos toscas, que la había seguido por la calle.

La habitación desnuda era un trasunto de la desnudez de su mente, del vacío de su alma, que no sabía como llenarse, de la soledad absoluta de su existencia. Echada de cualquier manera, sin quitarse la ropa, abandonando su cuerpo al descanso sin sueños, dormía un sueño sin esperanzas.

Era el día siguiente a su liberación.

Carmen López León
enero 2002

2

Mirar por la ventana

Lanzada en el catre arrugado por la noche, en pleno solsticio.
Imposible imaginar que ese brazo que cae está lleno de sangre por dentro.
Un seno apunta a lo alto, y sus ojos miran algo en que creer: el sueño.
Ese sueño que vuelve cada noche y bebe de las mismas botellas y del mismo amante imaginario.
Está sola.
Sola en la habitación, sola en la casa, sola en la ciudad...
Acompaña el horizonte de un caballete, donde ahora sale el sol y duerme un amanecer de nubes grises.
Te espero en mi sueño, cuando mi brazo dormido pareciera que no tuviera sangre por dentro.

VÍCTOR ASUAJE (VENEZUELA)
victor_asuaje [at] hotmail.com

3

Sin título

Mientras la impaciencia
agota, ojos perdidos entre párpado y
párpado, la creación, el suspiro, roce de la melancolía, callada la
resonancia del interior, que no se suelta, no se esparce, y retumba
haciendo ecos en las paredes del cuerpo, casi lánguido, sumido ensueño que
no es el propio, no importando mucho, el destello se alimenta de cada labio
sumergido en el otro, la piel, el pecho, pegados al aire, pegados a la
vista, suave ritmo del pulso que se agita en la endeble muñeca, para dar
vida a cada una de las piernas, al desencanto, a la lucidez y la locura,
ajena como ninguna a la sobriedad del pensamiento, he perdido sus ojos, su
verdad, entre sueños no me ha visto, he perdido su pensamiento hasta la
fragilidad de no saber qué vida, qué muerte.

ALEJANDRA JAÉN NÚÑEZ
hogardeduendes [at] hotmail.com

4

Sin título

Era la desolación, todo quedaba atrás y ningún vestigio de esperanza ni futuro por delante. Había acordado que todo se desarrollaría con educación, respeto y elegancia hasta donde se pudiera.
Dos vasos eran testigos de aquélla reunión que debió ser cuanto menos amarga, los testigos, no hablarían jamás, pero serían la representación de la esclavitud a la que quedaba sometida, había quedado esclavizada de sus propias palabras.
¡Cómo pudo haber rendido su en otro tiempo inquebrantable orgullo, a aquel hombre que ya no significaba nada para ella!
¿Nada?
Sí, en aquel preciso momento, de aquel dichoso encuentro, derivaría una de las peores pesadillas a la que tendría que enfrentarse jamás, se sentiría a partir de ese instante, en que se consideró incapaz de mantener aquélla soberbia que pensaba la defendería de situaciones precisamente como aquélla, como mucho, poca cosa, prácticamente nada, había perdido. Había perdido la partida mas importante de su vida.
¿El montante de la pérdida?
Incalculable, nada menos que la autoestima. No creyó que llegaría a llorar, lo hizo y no se lo ocultó ni siquiera a sí misma.
¿Se debe llorar?
Cuando una persona llora por abatimiento está posiblemente admitiendo su rendición, se lamenta de su falta de recursos para la batalla que está librando.
Al llorar gritamos que hemos perdido, que no podemos seguir, rogamos el auxilio que nos alivie la pérdida a cambio de una gratitud ilimitada.


FERNANDO MOLLÁ AYUSO
FMOLLAA [at] terra.es

5

Sin título

El ensueño del vino teje bajo tus párpados senderos de regreso al domingo perdido de tu infancia poblada de pájaros y melodías, mientras afuera la ciudad es apenas un tumulto de destinos condenados a no encontrarse nunca. La brisa que se cuela en tu ventana te devuelve inocencias mutiladas como viejas muñecas sin cabeza, un silencio borracho te acuna entre reflejos y colores que adormecen tus hombros fatigados mientras tu cuerpo es un pequeño paraíso desnudo de caricias donde el deseo traza violines con el acompasado latido de tus senos y la tenue laxitud de tus caderas...

SANTIAGO
patadepalo [at] starmedia.com

6

El desconocido

Dos vasos, dos botellas de vino, dos solitarios, una cama y un pecado. Una angustia, una espera y una desolación. El amor que no vuelve y la desesperación de la entrega, de la espera. Sólo quería olvidar, su vientre encendido le hizo olvidar. Su alma desilusionada y borracha sollozaba entre las sábanas impregnadas de cobardía y miedo. Anhelaba su vuelta pero ya era demasiado tarde.

CRISTINA APARICIO
cris_apc [at] yahoo.es

7

Sin título

Perdida entre sus recuerdos mezclados con su sueño, yace una mujer en su lecho, mañana de resaca o crepúsculo de angustia, recuerdos de un pasado penoso o quizá un presente gris.
No mira la realidad, solo vive en sus sueños donde intenta encontrar la salida a su angustiosa vida.
Calma y serena mirando a sus propios sueños se pierde en sus orígenes buscando la causa de este estado.
Testigos de esa realidad, los vasos y la botella, inertes, olor a vino, a pena, a desaliento.
Desesperanza.

JORGE
ORICALCO_33 [at] yahoo.es

8

Sin título

Trágica la vida de una joven cuando termina en esto, ¿qué mal puede haberle pasado?, ¿qué abandono de sí?, ¿será que al nacer ya estaba designada para ser lo que es?, ¿será que vino con su mala estrella?, ¿será su karma..., serán sus genes...?; ¡qué será Dios mío!
El mundo esta hecho de mil formas, de mil de seres felices e infelices, fenómenos congénitos y malformados en la vida o por la vida, hay bellos por fuera y con el alma desdichada, no todo lo bello es dichoso.


ESPERANZA
evarillas [at] pres.gob.pe

9

SE RUEDA. UNO SE VA RODANDO
CUADRO ABAJO


El pulso lánguido. En el vértice, tu mano. Tu brazo exangüe y el triángulo de todo cuanto busca ya la tierra, el reposo, el firmamento trabajado por las raíces buscando su acomodo mas dormido cabe el sueño: y estás ahí, allí, sin fin, como un campo sin tiempo, en la batalla: bandera destrenzada de la muerte. Y el viento fuera. Dentro, lo otro. Al fondo, la voz por el camino de las cabras de tu mano.
Se rueda. Uno se va rodando cuadro abajo. Uno se pierde por las desnudas catedrales de los pozos..., hasta sentir que pudo ser la blanca llama sin palabras el pulso de otra vida en los zaguanes alunados: ya iba tu palidez, en catafalco, recorriendo los andenes..., y un cristal era un vaso; y era un vaso una rama, y era la rama un gesto, un puente, un exvoto, una muerte despierta entre los muslos entornados. «Solo una vez y para nunca», murmuré.
(Cuando todo se apague dando vueltas y el perro ladre en los espejos clausurados..., vuélvete y vuela en ángulos rectos, corazón: ¿me ves? Estoy ahí. En un ángulo muerto).
(y la contemplo)
Tu mano.


SALVADOR RAMOS PALOMO
salvatore47 [at] terra.es

10

Sin título

Miro de reojo la hora, no me importa lo que marque ése reloj, con el latido del segundero puedo sentir aún mi corazón. Estoy dormida...veo pasar en el techo secuencias reales de mi pasado, siento angustia, necesito parar ésta secuencia...; ohh, no estoy dormida, ¿cuántos grados de alcohol tiene ésta botella?
Me arden las sienes, siento en mi frente el calor del amante que desespera. Hace un año me di cuenta que cuando miro a los ojos de alguien, sea conocido o desconocido, veo el reflejo de la locura. Ellos tan sólo son espejos mudos que gritan: ¡Sí, es cierto lo que piensas!, busco la mirada de un niño y me dice sí, sí, siempre que me mires verás el sí.

Umm..., ¿cuándo fue el último trago?, aún siento el dulzor en mis labios, tengo sed de cordura...brindo por mi aislamiento, por mi infelicidad, por mi hermetismo aunque resulte fea e iracunda, no brindo por nadie más.
Los celos y la insensibilidad germinan en cuanto miro a los ojos de los demás ,la tristeza y el desamparo me acompaña en esta cama, (¿dónde estoy?..., ¡ah! el reloj sigue ahí) no tengo asideros en mi andar diario, los atardeceres son la antesala de una noche más en la que no siento que mi vida es sólo mía.

APRIKOT
SEAYWAVE [at] terra.es

11

Sin título

EL SOPOR DEL BRINDIS FUE MEJOR QUE LA NOCHE. MEJOR QUE EL
RECUERDO QUE ENCADENÓ LA VIDA. NI TODAS LAS PALABRAS DE AMOR APAGARON EL FUEGO QUE HABITABA EN SU PECHO COMO UN ÁNGEL CANSADO. HASTA LAS COPAS UNTADAS DURMIERON CON ELLA.

HABÍA QUE HACER ALGO MÁS QUE VIVIR Y DECIDIÓ ABANDONARSE A SÍ MISMA COMO FLOR DESHOJADA DE MENTIRAS. NADIE; NI EL DUENDE IRASCIBLE DE LA NOCHE VOLVERÁ A ENCONTRARLOS. TODO DUERME YA, CUANDO TODO SE HA MARCHADO CON EL VIAJERO INCANSABLE DEL
OLVIDO.


ROXANA HEISE VENTHUR
roxanaheise [at] entelchile.net

12

OTRA NOCHE MÁS

El día se hacia presente en aquélla mañana.
El sol entraba por su ventana, tratando de despertar a la belleza que dormía sumida en la total inconsciencia. Dos botellas y dos vasos dejaban en claro que no estuvo sola.
Al calor del licor y la embriagadez del amor y la pasión vendida, yacía en su lecho sola, con su blusa desgarrada, su pelo enmarañado y su cuerpo cansado
en un profundo sueño, del cual no quería despertar.

Ya nada importaba, todo se había consumado.
Sólo quería dormir.
¿El día?, y ¿a quién le importaba el día?.
Pronto terminaría y ella necesitaba recuperar fuerzas para otra vez al caer la noche, poder cumplir.

ALICIA GUZMÁN C.
alyguzna [at] vtr.net

13

Sin título

En ese brazo que pende en el vacío se resume el éxtasis de un momento sublime. Dos vasos y una ausencia nos dicen que ella no estuvo sola, que vivió, agitada, el envite de una conciencia perpleja. También ella ahora está fuera del espacio, vagando al otro extremo de su brazo inerte. Petrificada tras esa mano que parece una garra animal conjurada por el silencio.

Fue un acto breve, quizá precipitado, pero en el abandono de su melena azabache descansan los dedos de su amado, amada, como prendidos para siempre en un laberinto inaccesible.

Ahora, nada ni nadie puede alcanzarla, tocarla es imposible. Ella viaja en el instante como quien vende sonetos de amor en el desierto, sumergida en el absurdo, oculta tras los visillos de una realidad ficticia. Parece ser y no es, evadida por congelación en un cuadro que es un reflejo de lo que pasó e ignora el presente. Esa mujer es la expresión de un espejismo materializado en los ojos del espectador.


LLUÍS EDO MARZAL
lluisedo [at] teleline.es

14

MUNDOS DISTINTOS

Existe un mundo distinto al de los demás, es un mundo de fantasía y
alegría en el cual no muchos pueden entrar; en este mundo solo hay cosas que puedes soñar.

Como ser pájaro y volar hasta el sol, aguantando el fuego que derrite tus
ojos sin sentir nada y luego volver a levantarte.

El tomar la decisión, aguantar, caer y luego levantarse,
te hace capas, ¿capas de qué? De que si caes nuevamente, tienes la fuerza y la experiencia para levantarte.

DANIEL REIG
danieel [at] mi.terra.cl

15

(NO SÉ LO QUE ES, PERO
ALGO SE MUEVE AL DÍA SIGUIENTE)

Cada mañana, al día siguiente, cuando tu te despiertas y estás muerta, silbando pasa un tren. El viento nieva y no esclarece, sueña. Corre y silba. Fondo y forma. El tren corre y silba. El tren corre y silba con esa fuerza increíblemente venenosa de lo blanco. El tren corre y silba sin saber por dónde, como queriendo salirse de los días, como buscando volverse a lo increado, como si el hierro fuera esa fuerza transparente o vigilante arquitectura de reflejos donde tu corazón viaja envuelto en sábanas de holanda, zapatos de medio tafilete, mandil atado por los pájaros y el frío, o la rebeca rosa del guateque.

Cada mañana, continuamente, al día siguiente, a través de llanuras silenciosas, tu víscera viajera se desplaza (así es, ciertamente, en los espejos me ensimismo y me desdoblo) como esa luz oscura que está al fondo, en la cerrada certitud de cada historia, y de pronto se configura en la pantalla y aparece tirando dislocada como un tren, con los brazos cayendo como un árbol, hacia una situación abierta.

Corre y silba. El tren corre y silba sobre los bordes de la tarde de la aurora, siendo. El tren corre y silba (tal vez ahora está pasando, mientras que clasifico, ordeno, dispongo, alimento, paralizo el curso de mis pensamientos, me tomo un café..., levanto ligaduras, pespunteo barreras, vuelvo a mi habitación, me impregno de imágenes latentes, pálidas fotos, tardes de escuela y de billar..., latidos, pinzamientos...).

Rehacer. Percibirme en tanto que enunciado neutro o ley que gobernara en lo que el tiempo no ME robó y también en lo que SÍ me robó, independientemente. FIGURA Y FONDO. Disolverlos. Abierta cualidad del blanco, al día siguiente de este texto: Punto y final. No. Punto de apoyo. Sí, sí, eso es. Lo que silba. La mar. El tren. Lo que se mueve dentro de lo que se mueve y al revés. DONDE SE ENCUENTRAN COSAS DIFERENTES. LOS LÍMITES del cuadro. Lo que se desplaza el pájaro que brinca estando quieto, u otra forma del estado de las conexiones: decir, por ejemplo, LO que nos une, aquí, cada vez mas quebrando la puñetera soledad (qué brazo, qué lecho, qué cuadro): ver cómo crece..., esta propuesta y nos acerca a ELLA a tantos navegantes, mientas ELLA, en su cuadro, es ya un poco el día anterior, el día siguiente. Rehacer. Recomenzar. Esto no va a tener, no puede tener fin.

Nunca es el día siguiente. Sí, tal vez, Reconocer ese zumbido que pasa silbando hacia atrás, como el agua que duerme en los armarios. O acaso este tan loco y obstinado empeño de luego encarnarte en un cuadro, en un poema, para que todo
FINAL (A): entonces, en otra vida verdadera, pudiera ser perfecto.
FINAL (B): entonces, volviera a ser la vida aquélla que pasó silbando con el viento..., o tal vez fuera luego, quiero decir..., al día siguiente.

SALVADOR RAMOS PALOMO
salvatore47 [at] terra.es

16

Sin título

SABÍA QUE EN ALGÚN LUGAR EXISTÍAS,
PORQUE ALGUNA VEZ TE TUVE,
TAL VEZ EN MIS SUEÑOS
O EN OTRA VIDA,
QUIZÁS EN LA MÚSICA O LA LLUVIA.
SÓLO DEBÍA DESCUBRIR TU ESCONDITE,
SEGUIR LA HUELLA DE LAS ESTRELLAS,
EL VERANO Y UNIRME A LAS GOLONDRINAS,
QUIZÁS SOLAMENTE DEBA CERRAR MIS OJOS...
Y ESPERAR QUE ME LOS ABRAS CON UN BESO.


ROMERO
manusilva13 [at] hotmail.com

17

Sin título

Mujer dormida en los sueños de la luz de tu mesa,
Que esperabas al duende que no entró a acompañarte.

Los pelos sueltos en la caída libre,
sin manos atadas
Por el peso de tu mirada perdida en tu caballero.

Que la vida tiene esos momentos de desilusión
De pasión, de olvidar los malos recuerdos
O quizás intentando no olvidar esos momentos.

Qué habitación más sola de cuatro paredes sorda,
Qué botellas envenenadas con dos vasos con picos saladas.

Duerme en tus sueños preciosa dama, quizás mañana
Cambies la morada, y el caballero, que estas enamorada

Deje pasar el viento de tus pelos al aire del mar.

DINI
diego [at] rincondelpoeta.com

18

TUS LABIOS

¿A qué lento y ansioso retornar
                         me estoy girando?
¿Por qué de nuevo aquí, contigo,
en el lugar del cuadro?

Cuánta noche en tumulto, Dios mío,
para no ver nada...

ni siquiera hay vino ya para lavar tu rostro
y olvidado tengo lo que vine a decirte
                   (que es hacer)
as otilado y en grandísimo trastorno

pero de nuevo nuevamente
ensimismado en los espejos
sin mensajes:
que en esa blanca albura tras su paso
ya nada renacer
podría
jardín desordenado
y pliegues en las sábanas que ahora, sí,
están realmente frías

pero no debo perderme en mas detalles
vida mía

acabar el texto
                              lo envío
(mejor decir lo deposito)
sin más
(es cosa fácil)

salvo públicamente admitir que estoy aquí
nuevamente de nuevo
intentando salvarme
                   EN LA PINTURA
       sin pigmentos
de tus labios.


SALVADOR RAMOS PALOMO
salvatore47 {at} terra.es

19

REGOCIJO DEL AMOR

El licor y un lecho vacío, después de una pasión de amor descontrolada,
ella disfruta extenue con éxtasis esos momentos revividos...

¡El amor..., el amor..., que todo lo da y todo lo quita!

Su soledad se transforma en placidez y remanso, después de lo ya vivido.

No quiere más guerra está exhausta durmiendo placidamente..., en su nido.

MALLY MANNS
mallymanns [at] hotmail.com

20

Sin título

Vencida por el dolor de la noche, sumida en nubes de alcohol y
desesperanza, flota en un mundo de olvido y desgano.
Las luces suaves del nuevo día, no pueden rescatarla. Ella permanece, allí,
donde el dolor no llega, donde todavía es posible que él regrese, sí, que
la desvele con su voz clara e inconfundible.
Por qué le mintió, por qué le prometió que iría ... Una noche eterna, una
espera interminable y el vacío, la soledad sin límite.
Duerme, duerme con el amor de los que esperan contra toda esperanza,
duerme que tal vez cuando
despiertes, encuentres a tus pies la inesperada
sonrisa del inolvidable amor...

GRALI
grali [at] terra.com.mx

▫ ▫ ▫

Edvard Munch · René Magritte · Vincent Van Gogh


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🖼 Ilustración: The Day After, por Edvard Munch [public domain]
Publicado en Revista Almiar (2003). Reeditado en junio de 2020, durante la pandemia de la Covid-19.

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