del
Río
EL POETA Y EL SILENCIO
| EN BRAZOS DE LA
NOCHE
PARA TI, MADRE | EN LA ORILLA DE LA OSCURIDAD
EL POETA Y EL SILENCIO
¡El silencio!
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EN
BRAZOS DE LA NOCHE
SILENCIO: Siento un olor profundo que a los
La noche todo lo contiene. Todo
Y en la noche cuando es abrazado,
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PARA TI, MADRE
Nada puedo alcanzar para ti,
inalcanzable estructuras de aromas,
nada que no sea cariño sempiterno y
claridad filial de aurora inmensa.
Para ti, no alcanzan mis palabras
porque tienes la medida del mundo entre tus manos,
las palomas cotidianamente voladoras
de la sala brillante de tus pasos al comedor oloroso
a la cocina donde artista infinita decoras
nuestros días de vida y de bondad.
Nada tengo que darte,
eternidad de besos,
gaviotas de mis playas soledosas
pobladas de tus cantos ternurosos, si no,
palabras, tristes, silentes, silenciosas.
Entre mis labios trémulos y asustados de recibir tu amor,
¿quién eres que con tus manos puedes
sin magia y truculencias, despedazar el día,
comenzando al alba hasta el crepúsculo,
dejarlo solamente en esqueletos de segundos
para hacernos inmensos minutos de alabanzas,
horas intensas de felicidad, y van
tus pasos grandes, entre estancia y estancia
dejando en las losetas de la vida
pintado un gran paisaje con tu amor?
¿cómo puedes mujer
multiplicarte tanto diariamente,
sufrir los sinsabores del destino
correr hasta el mercado del dolor,
recoger alegrías de las rosas sin pincharte las manos,
peinar nuestra inocencia de niños y
cantando con lágrimas que fluyen alocadamente
de tus pupilas,
mitigar el dolor de los pasos perdidos
de los hijos en multitud corrupta?
¡Madre! inmensa eternidad cotidiana e
intensa mágica, mujer incomprendida
abnegada trabajadora sin salario;
femenina fragancia,
paisaje poblado de matices inefables.
En el pueblo, joven te apareces luchando
por agua, techo y pan
y la otra mitad,
pendiente de tus hijos
que dejas en el hogar.
Y otra vez en los surcos de la tierra,
regando con sudor y gran esfuerzo
la claridad del pan.
Y tanto en el campo como en la inmensa urbe
entre surcos y aves,
entre llantos y risas,
eres la misma madre amadora y sincera,
la misma rosa humana,
la gaviota espumosa del mar,
la golondrina que dibuja sus labios
en el pecho del hijo
y la playa en que un día
recostaremos todos la cabeza canosa
para mirar el crepúsculo de la vida
desde
tus pupilas infinitas.
EN LA ORILLA DE LA OSCURIDAD
La noche llegó, y mi luna,
—porque tengo luna particular—
aterrizó con ella en mi alma.
Sé que estoy solo en este andar bohemio.
nada más que me comprende ella,
pero soy feliz.
Cuando conversamos
dedicamos nuestras palabras a divagar
por entre los espíritus de los poemas,
que sobre renglones descritos por la niebla
escribimos mano a mano
para que la luz
—fuente de la claridad—
los borre sin haber preguntado
¿es digno escribir para no ser leído?
Despacio, corro la cortina,
para que la intranquilidad del destino
no llegue a interrumpir
el cotidiano deambular de este poeta en pena.
Después, al acariciar el frío
noto los surcos descritos por las estrellas celosas,
que tras el oscuro cristal de la noche,
vigilaron mi escribir,
plagiando mis versos,
pero no es importante su copia
mis versos siempre dicen lo mismo y
escritos entre estrella y estrella,
para quien los quiera leer,
se notan mis renglones torcidos y
que después de cada punto
dibujo un corazón, y en él
dentro de un circulo de fuego,
el nombre de mi amor.
Cuántas veces, sobre las alas del viento
desplegando la vela mayor
surqué sobre mi pensamiento
volver a ser niño
para hundirme en un mundo mejor.
Pero ahora,
que la incertidumbre de mis sienes blanqueando
describen verdades,
se da uno cuenta, que han sido los años
los que arrugaron
el gesto dócil del semblante.
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