artículo por
Marco Minguillo

 

A

sistí dos noches seguidas a la universidad de Estocolmo, en donde mostraron el documental La independencia inconclusa, del cineasta chileno Luis Vera. Excelente material visual, desde su contenido histórico y estético, que trata de compendiar doscientos años de avances y retrocesos en el proceso de construcción de estados libres y democráticos en la Patria Grande, América Latina. Y en la perseverancia por edificar sociedades alternativas a las impuestas por el imperio del norte y por la mentalidad colonial europea.

Ya en casa, tecleando este texto, pienso en las actuales elecciones presidenciales de mi patria y en el rol protagónico de ésta en el tablero político latinoamericano.

Desde que tengo uso de razón, he corroborado que el Perú siempre careció de gobiernos verdaderamente democráticos, es decir, en donde las mayorías populares estuviesen incluidas y representadas. La historia presidencial peruana es una condensación de botas y corbatas que siempre beneficiaron a las élites vinculadas a los grupos de poder económico, político, social y cultural.

Democracia no es convocar a elecciones de vez en cuando, hacer promesas que nunca se cumplen y elegir o reelegir a los mismos personajes grises  y corruptos de siempre. Para ello basta remitirse a los «cinco grandes» esplendorosos candidatos a la presidencia de la República, en la primera vuelta de las últimas elecciones, quienes gozaron de gran cobertura publicitaria: Toledo, Kuczynski, Castañeda, Fujimori y Humala. Los cuatro primeros son lobos conocidos en el poder, tienen idéntica base ideológica y aspiran en común a una sociedad injusta, inhumana y antidemocrática, a nombre de la libertad y del neoliberalismo. El quinto, es un militar sin pasado político conocido, activo en la guerra contrainsurgente durante la dictadura sangrienta del fujimontesinismo y maneja un lenguaje populista que, poco a poco, lo ha ido amansando en relación con la coyuntura política.

Lo cierto es que los «cinco grandes», durante su campaña electoral cotorrearon de todo, pero el gran ausente fue, una y otra vez, la agenda sobre Derechos Humanos. Tema vital, determinante, si realmente se desea construir una sociedad justa con respeto e inclusión.

Se ha dicho por allí que el cambio le corresponde ahora a los jóvenes, a las nuevas generaciones. No es tan cierto. El cambio es responsabilidad de todos y de todas las generaciones.

El cinco de junio será la segunda vuelta electoral, en la que compiten Keiko Fujimori y Ollanta Humala. La hija del dictador y el militar gris de lenguaje populista.

Keiko representa la era corrupta y asesina de su padre Alberto Fujimori y de su tío Vladimiro Montesinos, con quien hizo vida de hogar en el SIN. La hija del dictador busca liberar a su padre, consolidar la impunidad y retornar al periodo del oscurantismo.

La memoria histórica es fundamental para comprender hacia dónde caminamos. No debemos olvidar que Fujimori, entre otras barbaridades, realizó un autogolpe de Estado, arrojó al tacho la Constitución de 1979, anuló la estabilidad laboral de los trabajadores, esterilizó a miles de mujeres, aplicó una política sistemática de persecución, detención, tortura y asesinato de pobladores urbanos y rurales, creó y protegió al grupo Colina, tal como Alán García lo hizo con el grupo paramilitar Rodrigo Franco.

Me pregunto: ¿Cómo en un país que se ufana de ser democrático puede seguir rigiendo la constitución elaborada durante la dictadura fujimontesinista?

Se busca defender la continuidad del modelo socio-económico, que ha privatizado las empresas públicas y ofertado al martillazo  los recursos naturales patrios. ¿Acaso con este modelo se han beneficiado los nativos amazónicos, los mineros, los trabajadores del campo y la ciudad, los obreros, las amas de casa, los estudiantes e intelectuales?

El Perú de hoy carece de partidos políticos sólidos, con ideologías diferenciadas, instituciones políticas claves para la dinámica democrática en un país.

En la escena política peruana se continúa insistiendo en el caudillaje, en el clientelismo y mercenarismo, en la huachafería circense, en la intolerancia y en la ausencia de debates ideológicos. Estos caudillos son impuestos por las élites de poder y «legitimados» por los «medios de in-comunicación» como la tv, la radio y la prensa escrita.

Tal es la crisis profunda de los partidos políticos que se tiene que recurrir a un militar con poses populistas, reactivando el caudillaje y montando en el caballo blanco del oportunismo. Allí vemos a dirigentes progresistas y de izquierda, tras el militar, tras el caudillo, que hasta el momento no ha exhibido méritos en el anhelo de una patria diferente.

Ante esta escena política se encuentran los ciudadanos peruanos.

Ollanta es un desmedido enigma que, de salir elegido, enfrentará el reto de los nuevos tiempos.

Por el contrario, Keiko, está demostrado hasta la saciedad, personifica el retorno de la muerte y el robo institucionalizado.

En tanto el documental del cineasta chileno La independencia inconclusa, vuelve, como oleada, a mi habitación, conduciendo mis pupilas a través de la ventana, donde la primavera sueca se ha instalado, y me hace reflexionar sobre la tarea pendiente del pueblo latinoamericano, sueño que, con sus diferencias, se viene concretando, poco a poco, en la construcción de la Patria Grande.

 

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MARCO MINGUILLO
. Es un escritor peruano radicado en Estocolmo.

@ Contactar con el autor: alistarcomarco [ at ] hotmail.com

Ilustración portada: Fotografía por Pedro M. Martínez ©


Trailer de la película documental
La independencia inconclusa (Luis R. Vera)

 

 

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