artículo por
Víctor Corcoba Herrero

E

fectivamente, el intrépido mar Mediterráneo, la mar brava y salvaje, es hoy una necrópolis impuesta por la concepción de un mundo excluyente e insensible, que reduce toda la realidad exclusivamente a la materia. Tanto tienes, tanto vales. Lo cierto es que parece que nada nos importa, que nada nos incumbe, y yo creo que la humanidad debiera llorar, y esta es la hora del llanto, aunque solo sea por el hecho de haber convertido una masa de agua en camposanto. Y esto va a más para desgracia de todos. Esa cifra, de los dos millares de personas, supera ampliamente a la registrada en el pasado año en los primeros siete meses y podrían rebasarse los 3.279 fallecimientos que se contabilizaron en todo 2014, según datos que difundió recientemente la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Es por ello, que necesitamos respuestas colectivas al flujo masivo de migrantes a Europa en condiciones verdaderamente muy arriesgadas.

Nuestras sociedades se han tornado cada vez más interdependientes, y todo el mundo, ante todo, pertenece a la humanidad, con lo que esto conlleva de compartir y luchar en comunidad, o si quieren en familia, por un mundo mejor para todos. Para empezar todos nos merecemos ser liberados de la pobreza, tener asegurado un trabajo estable y digno, poder acceder a servicios de salud y educación, fuera de cualquier opresión. Téngase en cuenta que las personas que cruzan el Mar Mediterráneo hacia Europa, huyen no sólo de guerras, conflictos y persecución, también de la miseria. En ocasiones, olvidamos que el mundo únicamente puede mejorarse si la ayuda se dirige primero al ser humano como tal, lo que nos exige ser más acogedores y avivar una cultura más auténtica de acompañamiento y auxilio. Desde luego, Europa, en este caso tiene una clara responsabilidad de socorrer a quienes buscan protección, negarles ese amparo es como contradecir las bases del propio sistema humanitario que los genuinos europeístas lucharon por cimentar.

Personalmente, me niego a que el mar Mediterráneo sea un camposanto más. Salvaguardar personas debe ser lo prioritario de cualquier especie que se precie como humana. Dejemos al mar poder ser mar, para que el viento encandile poemas a la vida, puesto que su abecedario es tan profundo en la calma como en la tempestad, y tal vez, de este modo, podamos descubrir que nadie es extranjero y, por consiguiente, todos merecemos apoyo y hospitalidad. Quizás debamos considerar medidas más efectivas contra los traficantes de personas, alternativas más seguras a esos peligrosos viajes, pero lo inmediato que debemos hacer es asistir y reubicar a esos semejantes que llaman a nuestra puerta. En cualquier caso, está visto que el cierre de fronteras incentiva el tráfico de migrantes. Tan importante como estar unidos es trabajar juntos por un mundo más equitativo, sin levantar tantas barreras infranqueables. Sin duda, una buena dosis de humanidad nos animará a todos, a ciudadanos y gobernantes, a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que los individuos no son tanto intérpretes como mártires.

 

Algo más que palabras

Víctor Corcoba

VÍCTOR CORCOBA es un escritor que vive en Granada; licenciado en Derecho y Diplomado en Profesorado de E.G.B, tiene varios libros publicados.

Desde hace años, la Revista Almiar viene publicando los artículos de este autor bajo el título genérico de Algo más que palabras (ver publicaciones).

📩 Contactar con el autor: corcoba [at] telefonica.net

🖼️ Ilustración: Y llegaron a la playa, imagen digital por Juanma Tapia © (de su muestra en Almiar → ver exposición).

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Revista Almiarn.º 81 / julio-agosto de 2015
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