hiperbreves por
Federico Spoliansky

T

oma la ballesta sin saber qué es la caza, es bailarín. Escondido en un palco observo cómo organiza un bosque sobre el escenario. Un bosque no es territorio mudo, es un puente colgante sobre el dosel de los árboles, una cerda sobre el labio, un colmillo en el mentón. Las zapatillas de baile se hacen oír sobre el caucho, embiste la espada, touché, sólo es baile si es bongó. Una luciérnaga cosida en las puntas trae luz a una madriguera que jamás se hubiera podido vislumbrar. El bailarín cierra el acto rodeando el lago, ya no estoy reclinado, ahora soy un eucalipto, dejo que me parasite.

 

La melancolía se alimenta de las sobras de una lata de anchoas, los restos de una anchoa que puedan encontrarse en una bota.

 

Me gusta el trote del caballo, la esclavitud de la arena, los collares de Birmania. Siempre que entro en detalles lo hago mal. Si en lugar de escribir cantara liberaría a las mujeres cuello de jirafa, al caballo del bozal. Dejaría a los párpados caer sobre las fundas, sería un níspero, una palta o la cáscara de un coco, no detendría la soberanía del viento. Quedaría el agua, los restos del día, las torpezas del día son el día, no sería necesario desterrarse.

Da miedo pensar que un bozal o una ristra de collares puedan impedir el trote.

Ser testigo.

 

Solo el eco del río puede competir con un fuelle de acordeón, el aleteo de un pez en su acuario.

 

No vivo en una catedral, vivo en la casa de un coro pero no canto, desayuno con los otros y escapo. Ése es mi cantar, el de un hombre alejado de los trenes que recorren África.

 

Trazo recorridos: la derecha es el camino de mis dedos y en las piernas puestas una sobre la otra está América, el continente del que no hablo.

 

En tierras de colonia y hugonotes, los dueños y criados salen a ventilarse en vísperas de calor, baldean los pisos con agua y jabón en pan. Tienden las sábanas en patios y baldíos, si escasean los broches usan cordones y hebillas. Bailan, patinan sobre losetas de piedra hasta la fanfarria, no es borrachera, es un trance que desconoce la hambruna: la vida en feriado, ebrios en azafrán.

 

Habla de la enfermedad en tercera persona.

Los sobrevivientes quieren volver, escapan del refugio, la paz es tan incómoda que se suicidan para confirmar la explosión, buscan estar a solas con ella, vivirla una vez más en el cuerpo, el mundo que conocen permanece en ese abril. Piden volver, no al lugar, al hacinamiento que los sorprendió dormidos. Aman la tierra natal, tropeles de plomo y cobre suben por los aljibes. Algunos han quemado sábanas, se han arrojado alcohol, encendido el cuerpo y salamandras para volver, volver y que se reavive la Ucrania del útero radioactivo. Otros imitan la ceguera de los pájaros, el balido de los ciervos, las náuseas prosperan debajo de los pies. El casco urbano que una vez los albergó habita postales de saqueadores y aventureros. No se vacía el refugio por las muertes, el recambio de comarcas devuelve gritos a los territorios del borde, el poder los ha transformado en mendigos, a gusto en la miseria.

 

 

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Federico SpolianskyFederico Spoliansky (Argentina, 1970). Escritor, músico, director, docente y consultor. Máster in Filmmaking, The London Film School & London Metropolitan University, Inglaterra. Licenciado en Psicología, Universidad de Buenos Aires. Recibió el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía, Ministerio de Cultura de la Nación (Bienio 1992-1993). Publicó Duda Patrón (Poesía, Editorial Alción, 2010), El Agujero (Cuentos, Ediciones Florida Blanca, 1995). Próximamente publicará Atlantov (Prosa poética y microficción). Escribió, dirigió y editó los cortometrajes C´est Tout y I & Thou. I & Thou obtuvo el Premio al Mejor Corto Experimental en el IV Festival Internacional de Cortometrajes de Miami.

🖥️ Web del autor: federicospoliansky.com

Ilustración de los hiperbreves: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

 

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