artículo por
Miranda Ordóñez

 

En memoria del poeta Juan Moreno Hernández

¿

Son acaso unas cuantas flores de papel más hermosas que las brindadas por la naturaleza?

¿Son acaso unas simples flores de papel, fabricadas por un infante juguetón, más preciosas que las teñidas de un rojo intenso con fragancia natural?

¿Son acaso unas flores hechas de papel corriente, de esas hojas que descansan sobre una impresora, el regalo perfecto para una persona que goza de elogios y reconocimiento?

La respuesta parece ser que no.

A una persona de gran prestigio, a una persona reconocida, a los que actualmente llamamos artistas sin meditar la raíz de la palabra, lo que le regalaríamos sin duda alguna tendría un valor económico significativo. Podría ser un reloj, quizá una pluma de esas caras que vienen en un estuche bonito y que solamente los hombres de negocios ocupan para firmar, puede ser también un portarretrato de esos grandes y a lo mejor un botella de vino. Pero… ¿unas flores de papel?

¿Es en serio? ¿Unas flores de papel en una noche tan importante? ¡De ninguna manera!

Unas simples flores de papel. ¡Unas simples flores de papel para un poeta que va a ser homenajeado! Para un poeta y escritor al que se le van a reconocer una a una las letras que ha plasmado a lo largo de su vida, unas flores de papel.

Qué extraño es el mundo de los adultos. Qué extraño es el mundo en el que vivimos. Me pregunto qué nos pasó. ¿En qué momento dejamos de preocuparnos por los pequeños detalles de la vida? ¿En qué momento perdimos la emoción de ser, de crear, de fabricar con nuestras propias manos el regalo perfecto para una persona a la que apreciamos o admiramos? ¿En qué momento nos convertimos en seres materiales y pensamos que un artista es aquel al que hay que dar regalos caros y no una persona cuyo sentimentalismo sobrepasa el de cualquiera otra?

Un artista, señores, es una persona humilde, sincera. Una persona llena de cariño, una persona que ama no solamente a sus semejantes, a sus familiares y amigos sino que vive constantemente enamorada del entorno, del mundo, de lo que en él existe. De las aves, de los árboles, del cielo, del suelo, y ama por sobre todas las cosas esos pequeños detalles de la vida que la vuelven única y llevadera.

Unas flores de papeles carentes de olor y de color, unas flores de papel que cualquier persona tiraría a la basura, son las flores que un verdadero artista acunaría en sus brazos y guardaría en su memoria con profundo cariño.

Y yo conocí un artista que lo hizo.

Yo conocí a un artista que acunó unas flores de papel contra su pecho y que abrió su gran discurso de la noche haciendo alusión a las mismas y que juró nunca olvidar el momento en que un niño se acercó a entregarle tan bello presente.

Yo conocí a un artista que fue feliz con unas simples flores de papel. Yo conocí a un artista que fue feliz con las flores de papel que yo dije al niño no le entregara para no molestarlo, mientras había tantas cámaras a su alrededor y tantas personas queriendo elogiarlo, estrecharlo, felicitarlo.

Sí, yo fui aquél que detuvo al niño, yo fui aquél que le dijo: No lo hagas. Y el niño aun así lo hizo. Y lo hizo, no por desobediencia, porque jamás mostró tal actitud, lo hizo porque él exclusivamente había preparado aquellas flores de papel para entregárselas al artista, porque con sus escasos cinco, seis o siete años él quería darle un regalo y lo único que se le ocurrió fue tomar unas hojas blancas. Las colocó sobre la mesa de la cocina, las recortó con sus tijeras de la escuela y comenzó a formar un ramo de flores hechas de papel. Unas flores que no iban pintadas ni tampoco estaban perfumadas, pero él era feliz con ellas y en su ilusión infantil quería entregarlas al artista para que también fuera feliz.

Así fue.

Aquella noche en medio de las cámaras, en medio de los reporteros buscando una entrevista, en medio del auditorio repleto de personas esperando ver al artista, esperando escucharlo, esperando ver la actuación de sus alumnos declamando uno a uno sus poemas, quizá los más significativos, el niño corrió y llegó junto a aquella silla de ruedas donde yacía el artista, ya anciano y enfermo, pero siempre con una sonrisa en el rostro, siempre amando, siempre siendo amado. Tomó las flores entre sus manos, dio un abrazo al niño y se dejó llevar hacia el estrado.

La noche siguió su curso. La presentación, los alumnos y sus declamaciones, las anécdotas de antaño y finalmente, para cerrar la noche, el discurso de la estrella. El discurso del homenajeado, el discurso del escritor, del poeta, del artista, del maestro Juan Moreno Hernández.

Tomó el micrófono y miró a cada uno de los presentes, su rostro mostraba un cúmulo de sentimientos, todos ellos admirables, todos ellos humanos.

Alegría. Tristeza. Regocijo. Añoranza. Paz.

Yo estaba en la parte de atrás mirando, esperando escuchar «Buenas noches, gracias por estar aquí…» mas él comenzó diciendo que un niño le había regalado unas flores de papel, las cuales llevaba entre sus manos. Sus palabras tan hermosas, todas ellas sobre las flores de papel. Todas ellas dedicadas al niño que había tenido la maravillosa idea de darle un regalo tan único, tan original, tan lleno de cariño.

Y lloré.

Lloré de pie, al fondo, mientras por dentro me culpaba por haber tratado de detener al niño, por tratar de evitar tal acto de admiración y cariño. Y me di cuenta del error en el que caemos los adultos, me di cuenta de nuestra extraña forma de amar y querer, esa forma de amar que se expresa con dinero, esa forma de querer que se expresa dando regalos vistosos, regalos caros.

Me di cuenta de muchas cosas, entre ellas que el hombre al frente del lugar, el hombre sentado en esa silla de ruedas, el homenajeado, el escritor, el poeta, el artista, era el mejor ser humano que había llegado a conocer en mi vida, porque en los años que tengo en este mundo no he visto una persona más feliz al recibir unas flores hechas con papel.

Sé que allá arriba, en el cielo, debe estarse divirtiendo, pues al llegar Jesús le quitó la silla de ruedas y dijo: «Hijo mío, levántate y camina».

Y él se levantó y caminó.

Seguramente ahora deleita a su padre, el creador, con sus bellas palabras, haciéndolo sonreír y llorar, haciéndolo recordar que aún queda humanidad en los humanos, que aún queda esperanza.

Hoy, en medio de lágrimas a causa de su ausencia, mi corazón late a prisa saltando de regocijo porque se siente honrado de haber conocido a aquel artista, a aquel escritor, a aquel poeta. Se siente honrado de haber sido querido por tan maravilloso ser.

Mis ojos lloran y mis manos cortan un fajo de hojas blancas que habrán de convertirse en un póstumo obsequio.

Y así, profesor, de rodillas ante su tumba…

¡Yo también le voy a dar unas flores de papel!

 

línea texto Flores de papel

Evelyn de Miranda Ordóñez Segura

Evelyn de Miranda Ordóñez Segura. Autora de la novela Un amor a través del tiempo, publicada por la Editorial Mexicana Endira, 2013, es una joven escritora, declamadora, oradora y polemista veracruzana nacida en la Ciudad y puerto de Tuxpan de Rodríguez Cano, un 10 de mayo de 1995. Vive sus primeros años en la Ciudad de Cerro Azul, Ver; y a sus 12 años retorna a vivir a Tuxpan, para cursar el primer año de secundaria en el Colegio Patria. Ha participado en concursos locales, regionales y estatales de Oratoria, Declamación, Debate Político, Cuento y Ensayo, ganando algunos de los tres primeros lugares, pudiendo destacarse el Segundo Lugar por el Estado de Veracruz, en el X Concurso Nacional de Expresión literaria «La Juventud y La Mar», de la Secretaría de Marina-Armada de México, 2010. Ganadora del primer lugar en la Categoría A del Concurso Estatal de Oratoria y Debate Político 2012, convocado por la Subsecretaría de la Juventud del Estado de Veracruz, acreditándose, así, para participar en la Etapa Nacional del concurso: «Debate Político Juvenil 2012», en la Cd. de Ixtapan de la Sal, Edo. de México, por parte del IMJUVE, representando al Estado de Veracruz en la Categoría A, pasando a la ronda de finalistas.
📧 Contactar con la autora: eveos95 [at] hotmail.com

Ilustración artículo: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

 Artículo Evelyn de Miranda Ordóñez Segura
Revista Almiarn.º 80 | mayo-junio de 2015 MARGEN CERO™

 

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