poemas y prosas por
Omar Garzón Pinto

 

«Las montañas, los valles, los ríos y los mares
se llaman Cementerio. ¿Cómo orientarnos?, ¿cómo?».
Flóbert Zapata

 

Despedida en Tacueyó

 

Después de lo de ayer, solo me resta renunciar a todo lo que fui y a lo que seré, porque de lo poco que ahora soy, lo único seguro es esta última palabra que pronuncio.

No se salvó ni una mosca sospechosa, ni siquiera Dios por reclamar, ni el diablo por tardío, ni el río por ruidoso. No se salvó ni un árbol infiltrado entre nosotros. Todos hicimos parte del fuego: como sombra retorcida o humo de la noche; como cerillo consumido o ceniza entre la brisa; como piedra sobre piedra o piedra entre la boca. Todos hicimos parte del fuego.

No fue la danza de la lluvia, tampoco un cortejo de luciérnagas. Solo recuerdo un corazón entre unas manos y un gemido como abismo y un ojo en una estaca, o era un niño, aún no sé. Un grito, un macabro grito dado en vano: ni los pájaros vinieron, y un cuello en otro cuello, en otro cuello, en otro cuello enclavado en un madero. Un pulmón entre las hojas que estaban en el suelo como manto sobre tierra cubriendo otro pulmón agonizante.

Mirar a todos los puntos cardinales y en cada dirección presenciar una versión diferente del infierno que se hacía más y más grande con el paso de las nubes. No hubo santo, ni ave María, ni oración, ni ruego que fuera la respuesta, la esperanza, la última palabra. No hubo confesión o lengua seca, o rostro en suelo que determinara la estocada final. Todos los dolores del mundo nacían en mis heridas y mi estómago era un bandada de aves de rapiña y mi cabeza un enjambre de gusanos.

El fuego, recuerdo muy bien el fuego: Fuego y mis brazos en el piso;

fuego y mis piernas todavía en el árbol como fuego.

Fuego y mis palabras de ceniza solo quedan y mi cuerpo como puerto calcinado que nadie visitó.

 

separador poema Aquelarre en Macayepo

Aquelarre en Macayepo

 

Hoy cayeron piedras del cielo.
Cayeron tantas veces que nuestros cuerpos tomaron forma de cantera:
A su choque con el suelo daban gritos de agonía.
Cayeron como truenos cortando hasta el aire en nuestras bocas.
Hoy cayeron piedras del cielo y las ramas deshojadas de los árboles cobraron vida.
A cada paso de su danza vespertina nos quebraban los brazos, las piernas, la voz
y el cuerpo en la montaña ya no era nuestro.
Los montes se alzaron imponentes para ser testigos de la fiesta de los hombres:
Ramas estacadas en los vientres, filos que salían de las venas, piedras en los ojos,
llantos sin destino… Todo en la vitrina de la muerte, todo en el lienzo de la tierra
/ya salada, ya de cal.

Hoy cayeron piedras del cielo.
De su paso por aquí solo queda el rastro de unas sombras y los campos removidos
y las huellas de los niños y esta mano de algún anciano que partió sin ella.

 

separador poema Otoño en San José de Apartadó

 

Otoño en San José de Apartadó

 

Algo había escuchado sobre el otoño, pero no sabía lo que era.

Que las hojas caen como muertas de los árboles;

Que caen secas, lentamente, dijo la profesora.

Esta noche no es como las otras.

Un viento fuerte se abre paso entre las ramas

arrancando brazos, tumbando hombres.

No sabía lo que era el otoño. Ahora lo comprendo,

ahora que veo cómo caen los míos sobre el césped,

ahora que yo mismo caigo como hoja muerta en el camino.

 

 

línea separadora poema Omar Garzón PintoRuta entre Caño Sibao
y el canto de un pájaro


1

Es muy triste caer sin más al lado de la cerca
cuando no se es fruto de algún árbol.

2

Es muy triste sentir la lluvia
cuando cada gota es un puñal que te desangra.

3

Es muy triste cuando un cielo rojo
entre tu espalda y el suelo es tu último lecho.

4

Es muy fácil ser desierto cuando se está boca arriba
viendo nubes y solo una mosca sobre el rostro te acompaña. 

5

Alguna esperanza hay cuando nunca se llegó al destino
pero quedaron huellas que echarán raíces
y serán el canto de algún ave sobre un árbol.

 

 

«Cuando vislumbramos la muerte
ya somos la palabra muerte».
(Hernán Vargascarreño)

 

              Una niña de Ramallah

 

Estuvo con nosotros hasta que cayó el velo de la noche, hasta que sus pasos cesaron como lluvia inofensiva.

Poco supimos de ella: Que se detenía en las tardes a ver pasar el Sol y que corría tras las mariposas, casi volaba con ellas.

Algunos oyeron su grito, pero estaban muy ocupados levantando cercos, según ellos, para que no entraran los cerdos a sus casas.

Florecieron los jardines, los pájaros surcaron el cielo, las hojas cayeron secas sobre el prado. Aún nadie nos escucha y tal vez nadie lo haga en lo que resta de cosechas, pero queda la lluvia que seguirá humedeciendo esa huella en el camino; quedan las mariposas que recorrerán la misma ruta de la tarde y quedan los malditos cercos que nuca serán mayores que estos montes que darán testimonio de nosotros y los peñascos que gritarán siempre los nombres de los nuestros, los de aquellos que ahora son árbol de memoria.

 

línea negra poema Soliloquio en Palestina   Soliloquio
en Palestina

 

Lo único que a veces salva al hombre del olvido es el llanto que lo colma. Lo único que a veces nos salva a los habitantes de este espejismo del desierto es una bala que de nuevo se nos siembra entre los ojos.

A veces creo que en este corto suspiro que es la vida, el acto principal de algunos de nosotros (tal vez los menos protagónicos, los menos primordiales, los menos hombres) es habitar en el silencio, hacernos uno con la sombra, estar donde nadie está, ver donde nadie ve, gritar donde nadie escucha, no estar.

Esa es nuestra encomienda: susurrar el nombre de nuestros muertos mientras caminamos sin que eso signifique que nuestro próximo puerto será otro Sol, sin que eso signifique que nuestro próximo puerto será otro paso.

 

Omar Garzón Pinto

Omar Garzón Pinto. (Bogotá, Colombia). Sus poemas han sido publicados en páginas de Internet y revistas especializadas de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, España, México, Nicaragua y Venezuela. Ha presentado su obra en festivales culturales, literarios y académicos de su país. Entre los años 2011 y 2012 se desempeñó como tallerista literario de la Fundación Andrés Barbosa Vivas y también ha trabajado como profesor de Geografía en la capital colombiana. Hace parte del consejo editorial de la naciente revista La Cosa Literaria. Autor de los libros Faro desnudo, editado por la Liga Latinoamericana de Artistas (Bogotá, 2011), y Flores para un ocaso, del mismo colectivo editorial (Bogotá, 2013). Dirige el blog: farodesnudo.blogspot.com

  Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

 

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