artículo por

Carola Ludovica Farci

Ensayo sobre los paralelismos entre dos obras
magistrales del siglo XX

 

E

n el año 1923, un editor boloñés encuentra un escrito de un desconocido triestino, un tal Haron Ector Schmitz, que ya había publicado otras dos obras sin ningún éxito. Decide publicar esta obra, que lleva el extraño nombre de La Coscienza di Zeno, una mezcla de autobiografía y fantasía, psicoanálisis e inquietud.

El libro no fue recibido con mucho éxito en Italia y fue criticado por no estar escrito en un italiano correcto. Para nuestra suerte, el más famoso James Joyce, amigo de Schmitz (que se hace llamar Italo Svevo, en honor a la mezcla de sus orígenes), hace una buena publicidad de la obra de su amigo italiano y así llega a ser conocido en toda Europa.

Carmen Martín Gaite llega a Italia en los años 50 y se dice muy influenciada por esta cultura. «Italia se me metió muy dentro y además me puso en contacto con la literatura contemporánea del país, que me influyó mucho, sobre todo Pavese y Svevo» [1].

En 1963 aparece el libro Ritmo Lento. Es una magnífica novela sobre la vida, la vida toda, en el sentido más auténtico. El protagonista es un chico llamado David Fuentes y la novela presenta algunos puntos compartidos con la obra maestra de Italo Svevo. Veamos a continuación cuáles son esos puntos en común.

En primer lugar, las dos obras hablan de psicoanálisis. Cuando se empieza a leer Ritmo Lento no se puede dejar de pensar inmediatamente en el tema principal de La Coscienza di Zeno. Ya desde los primeros párrafos sabemos que en ambas obras hay un protagonista muy raro.

La Coscienza de Zeno está precedida por un pequeñísimo prefacio del doctor S., el psicoanalista del protagonista Zeno Cosini, que informa al lector de que el paciente ha abandonado el tratamiento cuando estaba cerca de sanar. La publicación de esta obra es, pues, una venganza del doctor sobre el paciente que no quiere terminar la cura. Esta es la visión ambigua que tiene el autor sobre el psicoanálisis, y que deriva de un tratamiento completamente errado que un tío suyo había recibido por parte de un psicoanalista. Este es el único momento en toda la novela donde no es el protagonista quien habla.

El mismo procedimiento lo tenemos en Ritmo Lento, donde la obra tiene un Prólogo (añadido después de la primera publicación) donde quien habla no es David Fuentes, sino Lucía, su ex-novia. Lucía cuenta su encuentro con el padre de David, que tiene una importancia clave en la historia (y como veremos, una importancia paralela a la del padre de Zeno).

Ya desde esta pequeña introducción podemos ver cómo en ambos casos el protagonista es un tipo bastante raro, un hombre distinto a los demás. Pero es cuando habla el protagonista mismo cuando entendemos la motivación. Ambas historias están escritas en primera persona. Por un lado Zeno, y por otro David, son quienes cuentan sus propias vidas. No es un relato, es una historia formada por los hechos fundamentales, que en algunos fragmentos podemos estimar parecidos al monólogo interior.

En el libro de Svevo, esa historia está dividida en seis partes, cada una de las cuales habla de un periodo particular de su vida: Il fumo; La morte di mio padre; La storia del mio matrimonio; La moglie e l’amante; Storia di un’associazione commerciale; Psico-analisi. También Ritmo Lento está dividido en varias partes, en las que David habla de los personajes de su vida: Carta de Lucía; La abuela Trinidad; Miguel Terán; Mi madre y Aurora; Don Isaías; Bernardo y mi padre; Gabriela; Lucía y Bernardo; La prima Magdalena; Mi cuñado Julio; La vuelta de Magdalena; Tiempo próximo; Epílogo.

En el primer libro, seis; en el segundo, doce, el doble. En el primero hay hechos, relaciones. En el segundo, sobre todo personas. Y esta es la primera de las importantes distinciones entre las dos obras: sobre Zeno influyen más los hechos, el destino. Zeno cree en la vida como en una enfermedad, siempre mortal. David simplemente no cree en la vida. Su existencia, ante todo, la hacen las personas que le rodean. Ejemplo de ello puede ser, en La Coscienza di Zeno, la historia de su matrimonio, de cómo ha intentado casarse antes con las dos hermanas de Augusta y, solo finalmente, con Augusta, que parece ser la mujer justa para él. Hay como un destino que hace de guía para Zeno. Destino que en Ritmo Lento desaparece: son solo las personas las que mueven las acciones de David, como en el caso de la «mujer pobremente vestida» [2] encontrada en la calle, que revoluciona toda su jornada.

Pero es importante también destacar que ambos libros son conductos de las relaciones con los demás, de los pensamientos hacia los demás. Así que tendríamos un círculo: en el medio se sitúan los protagonistas y en el exterior están todos los demás, que dan vueltas e influyen sobre la vida de aquellos. Es difícil decir si son David y Zeno quienes conducen sus respectivas existencias o si solo se limitan a seguir a alguien.

Los dos tienen como punto de referencia principal en su propia vida la figura del padre. En ambos casos, la madre murió temprano y la autoridad, la primera persona con la que se establece una verdadera comparación, es, sin duda, el padre.

Los dos protagonistas tienen una relación conflictiva con esa figura. Para Zeno, el padre es lo que él no es y nunca será: una persona activa y autoritaria, que siempre sabe lo que hay que hacer. Es un hombre práctico, sin ninguna duda, con una salud de hierro y feliz de las pocas experiencias y la poca cultura que su vida le ha regalado. Desde la infancia de Zeno, este personaje influye negativamente sobre su personalidad: es la confrontación con el padre lo que hace nacer en él toda su inseguridad y sus problemas interiores. No es una casualidad que el primer cigarrillo (lo que después será su enfermedad toda la vida) es el del padre, robado al padre. Zeno sabe que el padre es mejor que él, y por esto no puede entender a su hijo ni estar satisfecho de él.

Así, cuando llega la enfermedad, Zeno no está preocupado. Y por esto siempre se sentirá culpable, porque no entenderá, de verdad, hasta qué punto el padre está mal. «Fino alla sua morte io non vissi per mio padre. Non feci alcuno sforzo per avvicinarmi a lui, e, quando si potè farlo senza offenderlo, lo evitai» [3]. Y por fin, en un vago intento por respetar las prescripciones del doctor, probará a hacer sentarse al padre cuando éste quiere levantarse a tomar su último aliento. Es en este momento cuando tiene lugar el peor suceso de la vida de Zeno: mientras él hace sentar al padre, éste, ya al fin de su vida, con sus últimas fuerzas, deja caer su pesada mano sobre la mejilla del hijo, y, de pronto, muere. Así que Zeno pensará toda su vida que el último acto del padre fue darle una bofetada. «Magari l’avessi assistito di più e pianto meno!» [4].

Este sentido de culpa que Zeno tiene con el padre, David lo tiene con la madre. Después de una discusión con su amigo Bernardo, David se va a dar una vuelta por la ciudad. Regresa muy tarde. Y cuando entra en casa descubre que la madre, mientras él paseaba, ha muerto. Esencialmente, después de la muerte de la madre, la relación entre el protagonista y el padre no parece de las mejores: «Yo cada vez notaba más la falta de mi madre, y a mi padre empecé a considerarle con frialdad. (…) Mi padre, refugiado en su nuevo quehacer, como yo en mi terco silencio, casi nunca apoyaba los reproches que Aurora me hacía, pero evitaba hablarme, como si no se atreviese. Y yo, muchas veces, al pasar por delante de la puerta de su despacho, sentía una confusa rebeldía, como la certeza de haber sido defraudado en algo que no era capaz de definir» [5].

Sólo por un pequeño periodo (así como pequeño es el periodo de la enfermedad que acerca a Zeno a su padre), David y David-padre (el hijo lleva el mismo nombre del padre) tienen un interés en común: la filosofía, que se convierte en la conexión entre los dos. Pero esta relación acaba mutando en algo demasiado extraño y especial: siguiendo las clases en la universidad, David siente la necesitad de exponer sin descanso el pensamiento de su padre (del que está muy orgulloso porque, por fin, como Zeno, sabe que es mejor que él) a todos sus compañeros, que terminan tomándole el pelo. Así que, finalmente, esta relación entre los dos se rompe y cada uno regresa a su mundo aislado. Cuando el padre de David empiece a encontrarse mal, al igual que Zeno él tampoco lo advertirá: la distancia entre los dos es demasiado grande.

La falta de la madre se siente en ambos libros con muchísima intensidad, especialmente cuando los protagonistas encuentran a una mujer. En ambos, de hecho, se da lo que el doctor S. llama el complejo de Edipo: quieren matar al padre porque aman a la madre, están celosos. Esta es la interpretación más banal, pero también la más eficaz ante muchos otros episodios.

En La Coscienza di Zeno leemos sobre el recuerdo de la sonrisa de su madre: «Quel sorriso mi rimase tanto impresso che lo ricordai subito ritrovandolo un giorno sulle labbra di mia moglie» [6]Zeno busca a su madre no sólo en la esposa, sino también en la amante. Una noche, en el periodo en que mantiene una relación con Carla, sueña con comerle el cuello. Del mismo modo, al final de la novela, uno de los últimos días que acude al doctor para su tratamiento, sueña con hacer la misma cosa con la madre: «Tutto era lei! Ed il bambino sognava di possedere quella donna, ma nel modo più strano: era sicuro cioè di poter mangiare dei pezzettini al vertice e alla base» [7]De igual modo, David busca a su madre en Lucía, la única persona que lo ha comprendido hasta lo más profundo: «Tienes unas manos parecidas a las de mi madre. Manos de niña» [8].

Y aún más: «La mancha del techo, cuando Lucía y yo nos hemos alejado, se convierte durante unos instantes en simple mancha, un desconocido de humedad en forma de continente. De pronto se forma dentro de ella otro rostro que pertenece a un tiempo más sedimentado y compuesto: el de mi infancia. El rostro es el de mi madre, asomado a una ventana de las de nuestra casa» [9].

Pero si dejamos a un lado la figura de la madre, lo que los dos buscan en una mujer es bastante distinto: Zeno quiere casarse porque es muy consciente de su enfermedad y quiere un poco de equilibrio que, después de la muerte del padre, le llegará convirtiéndose en un burgués. Y la suerte, de la que ya hemos hablado antes, le ayuda, pues su esposa es en verdad la imagen misma de la salud. Augusta, de hecho, tiene ritmos cerrados, casi monótonos, y costumbres sanas y activas.

Pero lo que parece sanar así su enfermedad imaginaria, no es bastante para Zeno, que tiene necesidad de otra amante, la jovenciata Carla. Carla complemente a la perfección a Augusta, y encarna el lado sexual de la vida de Zeno. Es el sentido de culpa por la traición a la esposa que hace sentirse a Zeno muy feliz de Augusta, lo que le hace amarla más.

El mismo mecanismo, aunque con éxito muy distinto, se da en la vida de David. Él encuentra a Lucía, y no porque la esté buscando, un domingo por la tarde. Los dos están solos, aislados de los demás, así que David le habla. Nace una relación muy duradera, pero también muy difícil.

Se puede decir que Lucía es parecida a David en algunos rasgos (por ejemplo, no tiene muchos amigos), pero lo que ella tiene y lo que para David no puede existir, es la racionalidad de la burguesa que quiere integrarse en una vida normal. Todo lo que David hace lo hace sin sentido, solo porque le gusta.

David es inestable como Zeno, pero mientras Zeno quiere frenarlo todo para convertirse en una persona normal, en un burgués, David rechaza esta idea: no quiere tener nada que ver con el resto del mundo. Él está parado dentro de su mundo, en donde nadie puede entrar de verdad.

Zeno se enamora por primera vez de Ada, la hermana de Augusta, pero después sabe con certeza que empieza a amar a su mujer más que a las otras, Carla incluida. David no. David se enamora una sola vez en su vida, de Gabriela, la mujer que le hace empezar, y después dejar, su carrera de filosofía. Nunca se enamora de Lucía, a pesar de ser uno de los pocos puntos de referencia de su vida. Y también él, como Zeno, por fin se acerca a una amante, la prima Magdalena, que tiene toda la carga de actividad que él no tiene.

Podemos así resumir que los dos tienen tres mujeres fundamentales en sus vidas. Pero solo Zeno sabe que la que ha encontrado es la justa para él, mientras que David se limita a no sentir necesidad de esa mujer, porque él es bastante para sí mismo.

Hay también otras figuras marginales entre las que podemos establecer un paralelismo. Por ejemplo, el cuñado Guido en la obra de Svevo y el cuñado Julio (más el amigo Bernardo) en la de Martín Gaite. Ambos son dos personajes equívocos, una especie de réplica mejor que los protagonistas respectivos.

estatua Carmen Martín Gaite

Guido es un buen comerciante (por lo menos al inicio de la historia) y sabe tocar el violín mucho mejor que Zeno. Se casa con Ada, la más guapa de la familia Malfenti. Pero demuestra siempre una gran amistad hacia el protagonista. Y por esto es siempre muy envidiado, consciente e inconscientemente, por Zeno, que llega también a querer matarlo: «debbo confessare ch’io in quel momento m’accinsi veramente ad uccidere Guido! Ero in piedi accanto a lui ch’era sdraiato sul basso muricciuolo ed esaminai freddamente come avrei dovuto afferrarlo per essere sicuro del fatto mio. Poi scopersi che non avevo neppure bisogno di afferrarlo. Egli giaceva sulle proprie braccia incrociate dietro la schiena, e sarebbe bastata una buona spinta improvvisa per metterlo senza rimedio fuori d’equilibrio» [10]

También David tiene una relación bastante ambigua con su cuñado. Al empezar la novela vemos a Julio bastante parecido a David: un ocioso. Pero con el transcurrir de la historia, lo vemos convertirse  en un perfecto burgués que llega a ser el marido de Aurora, la hermana de David.

Ella es una mujer con un carácter muy fuerte (Julio dirá a David: «Demasiada, David. Tu hermana tiene demasiada personalidad» [11]) y convierte completamente a Julio en uno como los demás, alejándolo así de David. Ellos se encontrarán pocas veces, y siempre pensarán lo mismo sobre Aurora, pero comportándose de manera muy distinta. Sin embargo, no solo una relación de parentesco liga a los dos, sino también la misma función en el relato: Guido por un lado, y Julio por el otro, son los que hacen trabajar a los protagonistas por primera y única vez en sus vidas.

El personaje de Guido se mezcla también con el de Bernardo, que siempre se muestra más culto y fuerte que David. Y ello porque Bernardo ha visto y conoce la vida, mientras que David rechaza hacerlo, aunque inconscientemente envidie al amigo, que es un punto de referencia muy grande junto al padre y a Lucía: «el deseo de parecerme a Bernardo y de estar en gracia con él ha tenido una influencia decisiva para configurar los acontecimientos de mi juventud —lo mismo que me ocurrió en la infancia con mi padre— y así, durante un tiempo que ahora imagino como muy largo (…), he tratado de hacer coincidir a la fuerza mis opiniones con las suyas» [12].

David considera a Bernardo tan superior a sí mismo, que llega a proponerle casarse con Lucía, su novia. Porque sabe muy bien que Bernardo es mejor que él y sabe tomarse esta vida mejor que él: «Bernardo sí que podría haber liberado a Lucía de mí y de todo complejo de fracaso. Resueltamente yo preferiría que se hubiese casado con él. Siempre los he asociado en mi imaginación y, en el fondo, durante mucho tiempo, abrigué el propósito de acercarles lo más posible el uno al otro» [13].

Toda la esencia de David la encontramos en una sola cosa: su arte, sus pinturas. Esto es lo único que David sabe hacer bien. Pero lo que en apariencia puede ser una conexión con el mundo, es en realidad un modo de aislarse en una medida aún mayor.

David no busca la comprensión de nadie, no pretende que su arte pueda gustar a alguien. En esto es muy distinto de Zeno, que por el contrario, pasa toda su vida tocando el violín no para sí mismo, como hace David, sino para los otros, para ser bien visto por los demás. Es esta otra característica que separa al casi burgués Zeno del totalmente aislado David. Y, ironía de la suerte, David cosecha gran éxito entre los demás con su pintura, mientras el sonido del violín de Zeno es amado solo por Augusta, y no porque sea bueno, sino porque parte del mismo Zeno.

Desde niño, David busca una amistad profunda, distinta, una amistad de adulto, que ya revele su madurez en la vida. Es esto lo que encuentra en primer lugar en Miguel Terán. David siente la exigencia de esperarlo por la noche, hablar con él, convertirse en confidente y amigo, consolarlo y hacerse consolar si llora: «si lo saco a él mismo a relucir (…) es solamente porque la amistad que me unió a él es un hecho diferenciado, alrededor del cual espero que se vendrán a agrupar otras imágenes dispersas de mi infancia» [14]. Es el primero punto de referencia que encuentra fuera de su familia.

Con el pasar de los años, a este recuerdo ahora pálido se añade otro personaje muy importante, Don Isaías: «Cuando noté que agradecía mi compañía casi tanto como yo la suya, empecé a ir a buscarle a la escuela y a su pensión» [15]. Es otro componente esencial de su existencia: en él encuentra con quien dialogar sobre los acontecimientos de la vida. Lo que está buscando David es, en verdad, un trámite con la sociedad, con Miguel Terán hablando de la anormalidad y con Don Isaías hablando del dinero. Lo podríamos definir casi como el primer y único paso de David hacia la normalidad, la convencionalidad, la vida burguesa. Estas amistades son las únicas ocasiones en que va en busca de un puente entre su aislamiento y la sociedad.

Algo muy parecido hace también Zeno, aun con éxito e intencionalidad muy distintos. Si David es completamente inconsciente de lo que está haciendo, y responde solamente a una necesidad de amistad con alguien, Zeno lo hace con toda la intencionalidad de un hombre que, abandonado, repentina y terriblemente adulto, va en busca de una conexión con los demás, de unas reglas de vida que le permitan entrar en el anhelado mundo burgués. Y este puente también Zeno lo encuentra en la persona de su futuro yerno: «il desiderio di novità che c’era nel mio animo veniva soddisfatto da Giovanni Malfenti ch’era tanto differente da me e da tutte le persone di cui io fino ad ora avevo ricercato la compagnia e l’amicizia» [16].

También el pequeño personaje de la asistente de clínica presenta en las dos novelas rasgos parecidos. En la obra de Svevo, Giovanna es una trabajadora a la que no le gusta su empleo: lo realiza solo para ganar dinero y así mantener a su familia. Zeno puede así buscar muy fácilmente su ayuda, a cambio de algunas promesas que finalmente no llegará a cumplir: «Io non soffersi mai d’avarizia, e Giovanna ebbe subito il suo bicchierino colmo all’orlo. Non aveva finito di dire un grazie che già l’aveva vuotato e subito diresse gli occhi vivaci alla bottiglia. Fu perciò lei stessa che mi diede l’idea di ubiacarla. Ma non fu mica facile!» [17]Giovanna se convertirá, pues, en casi una amiga de algunas horas, alguien con quien poder hablar, aunque no desinteresadamente y con el único objetivo de salir de la clínica. Podríamos decir que es una ayudante un poco rara, no la sólida que esperamos encontrar en un hospital.

Y aunque mucho más joven y mucho menos «corrupta», Eugenia, la asistente de la clínica de David, también parece más una amiga con quien hablar y conversar en las horas libres: «es la risa de Eugenia, la ayudante, que andará buscando compañía para dar un paseo. Hace un rato ha estado aquí. No va vestida de enfermera. Llevaba un jersey muy bonito y las piernas desnudas, tostadas de sol» [18]. Lo que podemos concluir es que ambas son muy atípicas.

Por último, hay otro personaje más en el que podemos encontrar un paralelo. Y podríamos decir también que es el personaje más importante de todos, después del protagonista, claro está. Hablamos del psicoanalista. Como ya dijimos al principio, Svevo tiene frente al psicoanálisis una posición ambigua. Lo ha estudiado mucho, ha leído todas las obras de Freud, pero por varias cuestiones de naturaleza familiar, no despierta en él mucha confianza. Y el psicoanalista, como también otros médicos que aparecen en la novela, es una figura muy ambigua.

El psicoanalista es un vengativo que quiere poner en ridículo a su paciente. A él no le preocupa si lo que Zeno cuenta es verdad o no, lo que le importa es que todo se pueda conectar con sus tesis. Así que, por ejemplo, no se da cuenta de que el paciente, aburrido del tratamiento, se pone a inventar un sueño: «tentava di nuovo i sogni, ma di autentici non ne ebbimo più alcuno. Seccato di tanta attesa, finii coll’inventarne uno» [19].

El mismo afán que siente el doctor S. por los sueños, la siente totalmente igual Don Jaime, el psicoanalista de David. Es una pasión común a todo el psicoanálisis, la de buscar en los sueños, y solo en los sueños, los hechos que permiten interpretar el inconsciente de alguien. Y, exactamente como el doctor S., tampoco Don Jaime se da cuenta ni del aburrimiento del paciente, ni de las mentiras, tan atareado como está en conectar todas sus tesis: «luego le he prometido que si me aparece alguna imagen en los sueños de esta noche que pueda ser aprovechable, se la regalaré con mucho gusto. Aunque esto es tonto decirlo, porque para Don Jaime es aprovechable cualquier cosa. He inventado hace un rato un sueño muy bonito y complicado (…). Me he acostumbrado a estas pequeñas trampas con las que voy liando y confundiendo a Don Jaime para vengarme de él» [20].

Una vez que hemos explicado las semejanzas y las diferencias, podemos sacar el siguiente esquema de los paralelismos entre los personajes: 

Padre de Zeno = Padre de David;

Madre de Zeno = Madre de David;

Augusta = Lucía;

Ada = Gabriella;

Carla = Magdalena;

Giovanna = Eugenia;

Dottor S. = Don Jaime;

Guido = Julio + Bernardo;

Giovanni Malfenti = Miguel Teran + Don Isaías;

Zeno Cosini = David Fuentes.

Sobre esta última relación tenemos que añadir algo: Zeno representa la ineptitud por antonomasia. Es el hombre del no hacer. No quiere hacer nada, y las pocas cosas que sí quiere le salen pésimamente, como por ejemplo el comercio y tocar el violín. Como en las carreras académicas, donde salta desde el derecho canónico hasta la química para después regresar al derecho, sin terminar ni una ni otra, Zeno es un inepto con unas incansables ganas de análisis de sí mismo y de los demás. Su ineptitud no puede ser considerada simplemente un no saber vivir, porque, en comparación, los otros personajes no llegan a su profundidad de pensamiento y de investigación sobre la vida. Esta es la verdadera enfermedad de Zeno, su polèmica, su no poder ser, nunca, como los demás.

Y la misma enfermedad es la que parece afectar a David. También él, comparado con sus amigos, sale como el más profundo, el que busca siempre otra realidad, más propia, más interior. Pero, al igual que Zeno, no puede tomar decisiones, está paralizado ante el continuo transformarse de la vida. Y ello se debe a que David ve la inercia en lo que le circunda, pero no en sí mismo: «la vida es una cadena de inercias. Las pocas o muchas cosas que se hacen, van a favor del cauce de la inercia y aumentan su caudal. En contra de este sentido no se hace casi nada» [21]. Podemos decir, pues, que David Fuente entra de lleno en las filas de los ineptos creados por Italo Svevo. Pero la verdadera distinción entre los dos protagonistas viene señalada en los títulos de las dos obras.

Zeno es un hombre más rápido que los otros, llega antes a las conclusiones de lo que sería necesario hacer. Su cerebro trabaja a un ritmo rápidisimo. Así que se cansa antes de actuar. Él no sigue la vida, la precede. Y la prueba es que, corriendo delante de los cambios de la vida, pasa de una enfermedad imaginaria a otra sin nunca tener una en realidad. Sus pensamientos constituyen un flujo, demasiado rápido para la velocidad intelectual a la cual está acostumbrada esta sociedad. La suya es una conciencia. La Coscienza di Zeno.

El tempo de David es bien distinto. También él reflexiona muchísimo sobre todo lo que le rodea, pero no es listo como Zeno, no es rápido como él para comprender lo que más le conviene. Poco importa que David repudie la sociedad burguesa en la que Zeno quiere entrar. Lo que más cuenta es que el tiempo del mundo es demasiado rápido para él, que antes de obrar tiene que reflexionar. Pero reflexiona tanto que, finalmente, no puede actuar: «A lo largo de mi vida, he sentido de un modo perenne y casi físico la envoltura del tiempo dentro del cual me muevo inarmónicamente, como un traje no adaptado a mi medida» [22]. Porque él sigue un ritmo muy distinto del de los demás. Él sigue un Ritmo Lento. Uno y otro están atrapados entre sus intelectualidades, y ninguno hace nada por salir. Y no quieren salir, porque cuando lo hacen alcanzan éxitos tremendos que nadie habría podido imaginar. Nosotros, por fin, asistimos a ese éxito fatal en ambas novelas: «…el descubrimiento del cadáver efectuado a las ocho de la mañana, aproximadamente, por su hijo David, que había salido recientemente de una casa de reposo, provocó en él un furioso ataque de locura. Con un cuchillo de cocina asestó sin piedad numerosos tajos en el cuerpo inerte del padre, y a continuación, sosteniéndolo entre sus brazos, lo sacó a uno de los balcones de la casa, dando gritos desgarradores» [23]; «…forse traverso una catastrofe inaudita prodotta dagli ordigni ritorneremo alla salute. Quando i gas velenosi non basteranno più, un uomo fatto come tutti gli altri, nel segreto di una stanza di questo mondo, inventerà un esplosivo incomparabile, in confronto al quale gli esplosivi attualmente esistenti saranno considerati quali innocui giocattoli. Ed un altro uomo, fatto anche lui come tutti gli altri, ma degli altri un po’ più ammalato, ruberà tale esplosivo e s’arrampicherà al centro della terra per porlo nel punto ove il suo effetto potrà essere il massimo. Ci sarà un’esplosione enorme che nessuno udrà e la terra ritornata alla forma di nebulosa errerà nei cieli priva di parassiti e malattie» [24].

Ambos libros acaban con la misma fundamental temática con la que empiezan: la lucha indistinguible entre locura y sensatez, enfermedad y salud. Svevo y Martín Gaite nos muestran que, en definitiva, ¡lo que falta en este mundo es el ritmo justo!

 

Bibliografía:

Fuentes primarias

– SVEVO Italo, La Coscienza di Zeno, ed. a cargo de Mario Lunetta, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009
– MARTÍN GAITE Carmen, Ritmo Lento, Ediciones Destino, Colleción Ánfora y Delfín, Barcelona, 2007

Fuente secundaria

– CARLOS MAINER José, Introducción a Ritmo Lento, Ediciones Destino, Colección Ánfora y Delfín, Barcelona, 2007.

 

Notas:

[1] C. MARTÍN GAITE, Agua pasada, Anagrama, Barcelona 1993, p. 20.
[2] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino,Barcelona 2007, p. 245
[3] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economica Newton, Roma, 2009, p. 48
[4] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economica Newton, Roma, 2009, p. 49
[5] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 144
[6] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009, p. 35
[7] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009, p. 267
[8] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 101
[9] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 108
[10] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009, p. 114
[11] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 150
[12] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 231
[13] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 91
[14] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 125
[15] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 171
[16] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009, p. 66
[17] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009, p. 44
[18] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 92-93
[19] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009, p. 267
[20] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 88-89
[21] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p.
[22] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 159
[23] C. MARTÍN GAITE, Ritmo Lento, Destino, Barcelona, 2007, p. 394
[24] I. SVEVO, La Coscienza di Zeno, Biblioteca Economici Newton, Roma, 2009.

 

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