relato por
Margaux Hélédut

 

S

olía manosearme como para interrumpir el frenesí que empezaba a invadirle justo antes de abrirme un poco más. El ajustado de mi camisa le imposibilitaba disfrutar de una vista plena. Tomando en cuenta la facilidad que proporcionaba el agarre sin ella puede que, eso, explique la razón por la que decidió quitármela, porque a pesar de que tenga bastante volumen, manipularme resultaba ser empresa fácil gracias a mi pequeña estatura.

Con la punta de los dedos húmedos, se hundía hasta alcanzar meterse en mi piel. La leve presión efectuada por la unión de sus dedos índice y corazón repercutía en mí de tal forma que me dejaba llevar. Nos uníamos, nos fusionábamos en un mismo ser. Sumiso, me mostraba siempre al acecho de una enésima caricia mediante la cual acababa dándole la vuelta a mis entrañas. Me poseía con tanta fuerza y se esmeraba tanto en el acto que, gracias a ello, me sentía vivo otra vez…

Desde mis sueños más remotos, siento una mano impúdica posarse en mi hombro. Un cálido soplo, similar a una brisa, me despierta apenas entra en contacto con mi piel. Noté cómo la palma de su mano me asestaba una caricia plana en la cara y la forma repentina con la que procedió a abrirme. Tras husmearme a pleno pulmón, se quedó observándome detenidamente. Podía percibir sus ojos escrutándome como si no quisiera perderse ni el menor detalle. Los veía moverse alternadamente de izquierda a derecha como si absorbiera con la mirada mis sentimientos más profundos. Entendía tan bien todo lo que encerraba en mi interior que para él era como un libro abierto. Desdichadamente pasaron los años y día tras día se alejó cada vez más la inocencia de mi gloriosa época.

Envuelto en una manta de polvo y la fatiga, el amanecer bajo los rayos del sol abrasador consiguió quemarme la piel a una velocidad aterradora. Luzco deslucido y tostado al igual que mi prestigio, lo que me resulta incomprensible porque como yo no hay ninguno. Soy un ejemplar único. Fascinante y conmovedor, fueron los adjetivos empleados por los críticos a la hora de resumir el impacto que mi genuina sabiduría provocó en sus mentes. Mi capacidad de síntesis y mi autenticidad frente al pasado y al presente les convenció para otorgarme cierto protagonismo en el mundillo de los literatos. Pero eso fue sin contar con su tenaz exigencia que siempre hay que satisfacer. Se dejan llevar por las corrientes y según sople el viento no hay quien aguante el giro, caes en picado mientras van saltando a otro barco, hacia otro rumbo, dejándole a uno hundirse en el anonimato. Su dudosa fidelidad y su contagiosa fascinación hacia lo nuevo me dejan a merced de una incómoda y permanente inestabilidad. Es una pena que mi contenido no pueda variar según las épocas pero, a la vez, me alegra porque lo anticuado siempre vuelve a ponerse de moda. Lo nuevo acaba cansando. El engaño es a corto plazo. Siempre se vuelve a apreciar el estilo del maestro. El secreto está en que nunca se tiene que cambiar de fachada, no hay que dejar de mostrarse orgulloso de sí mismo, cantar a libro abierto a fin de seguir llamando la atención para llegar a ocupar de nuevo el sitio de cabecera que nos corresponde.

Margaux Hélédut. Autora francesa, lleva más de 4 años viviendo en Madrid. Actualmente cursa el Doctorado en Literatura Hispanoamericana mientras se mantiene dando clases de francés.

email Contactar con la autora: m.heledut [ at ] gmail.com

Ilustración relato: Fotografía por StockSnap / Pixabay [CCO dominio público]

 

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Revista Almiarn.º 87 / julio-agosto de 2016MARGEN CERO™

 

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