minirrelatos por
Adán Echeverría

 

El veneno de la flor

Si pasas largo tiempo en un punto de la avenida puedes ver el cincuenta por ciento de los automóviles que hay en la ciudad. Kandaré tenía fijos los ojos en el monumento reluciente de un Justo Sierra que parecía irradiar bondad a los transeúntes. Las horas de ese día pasaban en el ruido de los carros. Las voces trepaban por los cables y le iban jalando de los bajos del pantalón, pero él las ignoraba. La flor en su mano era excelsa. Una flor azul que había sacado del mercurio líquido de su laboratorio justo cuando habló por el teléfono portátil con él.

Llegó puntual a la cita, y toda la tarde había visto el oleaje de automóviles erosionar el pavimento. Kandaré había pasado de la ilusión a la desesperación, al enojo y a la irremediable tristeza. Octavio se acercó pasada la media noche. No había llamado por teléfono, y no quiso dar explicaciones. Tampoco tuvo el valor para acercarse antes e intentar el diálogo con Kandaré, que esperaba resuelto. En cambio, Octavio se acercó hasta que la avenida estuvo desolada. El recuerdo de su esposa y sus hijas lo atormentaban. Se detuvo frente a Kandaré, que seguía sentado en el banco, envejecido, con las telarañas de la tristeza amordazando voz y labios.

—No tiene caso engañarnos, no tengo el valor— y se retiró con lentitud.

Desde las cinco de la tarde, Kandaré vio pasar a Octavio en diversas ocasiones. Desde la primera vez que el carro se deslizó ante sus ojos, sin detenerse, supo que el sueño no iba a cumplirse, y amordazó la sonrisa en el recuerdo la salvación. Se había congelado como la flor azul en el mercurio, y la inmovilidad fue mayor que su amor. No sabía qué pensamientos aleteaban en su mente. Octavio no se detuvo; pasaba y pasaba entre los cientos de automóviles, aprisa, siempre aprisa.

La noche parpadeaba su final. En la avenida, los rayos de un sol trasnochado comenzaban a levantarse entre las hojas de los árboles. Kandaré tenía la flor en la mano. Se levantó y dejó caer la flor al suelo, ésta se deshizo en miles de astillas de hielo. El amor es así, una flor detenida en el tiempo que siempre terminará por volverse polvo.

Si no eres honesto contigo

Toda mi vida he tenido que esconderme o soportar, sin responder, los comentarios sobre los putos, locas y maricones. La noche que me casé, mi esposa hablaba mal de Joaquín.

—Me dio risa su mariconez —decía—, lloró más que mi mamá y tu mamá juntas. Por qué no se busca pareja y deja de sufrir.

Joaquín era mi amigo desde la preparatoria. Habíamos participado juntos en equipos de fútbol y baloncesto, y conocíamos todo el uno sobre el otro. Fue la razón de escogerlo como padrino de bodas. El comentario de Mercedes consiguió calar muy dentro.

No fue sino hasta el nacimiento de Rebequita que decidí enfrentar, con el recuerdo de Joaquín vibrando en mi cuerpo, a mi esposa. Cansado de soportar su homofobia en las reuniones, de fingir un machismo que no corresponde a la pasión que siento por Joaquín, su trato y sensibilidad, su don de gente e inteligencia, y ese amor recientemente confesado, conseguí el valor de hablar con ella. Mercedes parloteaba sobre las leyes de convivencia que se habían aprobado en la ciudad, dando manotazos a la mesa, horrorizada y estrujando los periódicos, casi arrancándose la ropa como en alguna cita bíblica.

—En qué se ha convertido esta sociedad, llena de maricones y lesbianas que exigen puerta libre a sus bajezas. Cómo puede permitirse. Por qué no hace algo la Iglesia. Esos malditos gobernantes por votos son capaces de vender el alma al diablo o, como ahora, a los homosexuales. Son una aberración. No los tolero.

Aproveché su momento de locura y enojo para plantarme frente de ella, sereno y en calma, y sin dejar de sonreír:

—Por eso te dejo. Estoy harto de tener que vivir con una mujer como tú, llena de odios y rencores. Me iré a vivir con Joaquín. Hace años tenemos una relación que no para de crecer. Fue un error fingir que te amaba.

Me dio risa ver su rostro transformarse. Como si mi peso y el de la humanidad entera cayeran sobre sus hombros, sembrándola para siempre en el piso pulido y aséptico de casa.

Horas después, con la cabeza recostada en el pecho sudoroso de Joaquín, nos reíamos de ella. Yo le acariciaba lentamente la entrepierna, él volvía a ponerse duro, y pensaba cálidamente en Rebequita, en su vestido de primera comunión que recién le había comprado, y en lo mucho que amaba a mi hija.

Lázaro, Lázaro no te me mueras

Fue necesario cerrar el antro y no dejar salir a nadie. Lázaro de Gortari estaba en el suelo, desnudo, con los ojos fijos en el techo, y la calva remojada en un charco de cerveza y sangre. La idea de que los hombres subieran a la tarima a liberar su homosexualidad, luego de que las poderosas hembras habían acabado su espectáculo, no fue del todo bien planeada. Lázaro había sido el segundo o tercero en desplazarse hacia el entarimado, y se había despojado con premura de su ropa. Su pene colgaba flácido bajo la grasa de su vientre. Había que aprovechar, y sabía que no habría mejor oportunidad que esta. La farsa le caía de perlas. Se puso de rodillas delante de los hombres que subieron, que balanceaban sus penes endurecidos, brillantes y lubricados. Unos a otros comenzaron a besarse, y Lázaro comenzó a succionarlos a todos en perfecta armonía. Muchos comensales pensaron que Lázaro era un genio en el arte de las mamadas. De los cinco hombres que había en la tarima, ninguno quedó sin ser ensalivado. Todo iba bien hasta que Lázaro abrió los ojos, feliz por los aplausos, y miró a su hijo mayor, de pie cerca de la entrada. Se detuvo; el pene que tenía en la boca saltó hacia fuera haciendo un sonido hueco: puc. Quiso levantarse y tropezó con las ropas, cayendo de espaldas al suelo y rompiéndose el cráneo.

Si todo cubano fuera como Niurka

¿Y qué es la verdad?, preguntó Pilatos al Nazareno. Los años se fueron acumulando en bibliotecas y archivos. Se descubrieron mundos, se trazaron nuevas rutas a la civilización, la sangre corrió para que la manoseada verdad fuera dictada por los vencedores, quienes escribieron la historia. Hoy pervive retorcida. Los avances tecnológicos dieron voz a los perdedores, individuos, pueblos, naciones enteras, para contarnos otras versiones de la verdad, al grado que una actriz de nombre Niurka nos dijo retadora, sobre sus torneadas piernas, con ese trasero capaz de perder a los hombres y llevarlos hasta la locura, como las lamias. Nos dijo, y de frente, ¡Y esa, esa es Mi verdá!

Toda la cultura cubana se sintió ridícula. Los pasos perdidos de Carpentier perdieron ritmo, Paradiso y las novelas soñadoras de Reynaldo fueron tiradas a la basura, porque, con base en esa sentencia la verdad se había alcanzado. El revuelo fue tal que no pasó ni un solo mes para que saliera el libro titulado Mi verdá, y tuviera una revirada en cine casero, para desmentir verdades, apoyados en otras versiones del caso; en el papel de la actriz, otra joven cubana enamorada de la sencillez de la primera, se encargó de decir una y otra vez hasta formar el mito, Esta es mi verdá.

La isla abrió sus puertas a regañadientes, las torturas, el hambre, la persecución que se predica siempre contra uno de los últimos bastiones del fallido comunismo de América dejó ir de sus aguas a esta fenomenal actriz, en la adolescencia. Esta prófuga y mártir del consumismo y el marketing, cuyos calendarios han brindado horas de felicidad a los mecánicos, sin olvidarnos que el mundo travesti, la ha elevado, en ocasiones, encima de figuras intelectuales como Gloria Trevi. Niurka ha hecho escuela.

Por eso ahora la estudiamos en clase de Historia, porque justo es que ustedes sean las Niurkas del mañana; capaces de luchar y salir avanti siempre avanti, de todo escándalo que se suscite en televisoras, en la farándula, que tanto han hecho por nuestras libertades. A partir de hoy, señoritas, justo es que practiquen la frase de Niurka. De pie, frente al espejo, mírense, y con mucha fuerza de voluntad piensen en todos los problemas que las aquejan, en esos fallidos noviazgos, en todas las veces que las feministas sombrías se han burlado de ustedes, y con decisión, griten: Y esta, esta es Mi Verdá.

Del amaos los unos a los otros hasta Lady Gaga

Los seres humanos, sobre todo los formados en la cultura occidental, somos estúpidos para las relaciones sociales. Siempre inventamos algo nuevo para poder juzgar lo anterior. Tengo 35 años este…, y recuerdo que en los años ochenta y principios de los noventa, cuando la historia del Sida se suelta por los noticieros, los informes de salud, la ciencia, la escuela, el arte todo, se enfoca en tener un pretexto más para el odio a los homosexuales. Todo ha ido cambiando. Hoy si eres heterosexual, o virgen, eres mal visto, juzgado socialmente y hallado culpable como retrógrada, derechista, y cualquier otro insulto que ataque y debilite tu moral. Cuando vi a Lady Gaga en vivo, me sorprendió de lo que yo mismo fui capaz. Al concierto fui con mi novia Norma, y una vez ahí, entre la música y espectáculo, el humo de los cigarros, y toda la droga que te metías queriendo o sin querer, la orgía era multitudinaria. Yo me besaba con un bigotón hermoso mientras mi novia me iba mordiendo tiernamente el cuello, y el novio del bigotón se había puesto de rodillas, me había abierto la bragueta, me hacía una muy adecuada y limpia felación. Norma en cambio, estiraba la mano para masajear la picha del hombre del mostacho, mientras mis manos iban hurgando su vagina. Sólo fue el inicio, apenas andábamos en la segunda canción del concierto, y los aplausos, el olor a sexo no se hacían esperar y lo inundaban todo. Fue cuando la diva del pop dijo gritando: ¡Qué razón tenía Cristo cuando dijo que nos amemos los unos a los otros, hoy, estaría orgulloso de todos ustedes!

Los vestidos de Cristo

Jesús decidió ir vestido de la virgen de Guadalupe. Fue muy criticada. Hubo quejas con los organizadores, por permitir tal insulto. Jesús fue amonestado, pero dijo que no conocía mejor ejemplo de mujer que la madre de Cristo. Algunas interpretan a Niurka, Gloria Trevi, Lady Gaga, y ella iba a travestirse en el mayor número de representaciones de la madre de dios.

La tiraron a loca, la reprendieron, pero lloraba y decía que eso quería hacer. De pequeño no me dejaron usar vestido de primera comunión. La virgen representa esa pureza perdida que quiere mirar en mujeres y hombres que la rodean. Fue tanta su insistencia que el dueño de un bar le dijo:

—Mira Chucho, te voy a dejar montar el show de tus 16 vírgenes, pero no quiero saber ni de qué trata, ni en qué consiste. No quiero verlo hasta el día del evento. Soy muy católico, y no quiero que esto acabe por hundirnos a los dos.

—No lo haré quedar mal, lo prometo. Será hermoso.

Nadie pudo ver el show, la mañana del día de la inauguración, Jesús fue hallado muerto. Le habían desfigurado el rostro dejándolo irreconocible. Su carita angelical se había perdido para siempre, y lo habían castrado. Nadie supo el paradero de los trajes de la madre de Cristo. El móvil que la policía persiguió fue el robo, y un ataque pasional. Siempre es así.

¿Y si nos casamos?

Desde el kínder a Robertito le fascinaba festejar el día de la madre y del padre con sus dos papás. Esos días, la casa se transformaba toda en fiesta; se llenaba de amigos, globos, carnes, cerveza y diversión. Sus padres no tenían un minuto para ignorarlo, estaban dedicados a él, y Robertito se sentía feliz hasta el hartazgo. Lo mismo sucedía en su cumpleaños, así  que creció en un ambiente de amor y tranquilidad.

Fueron los padres de su novia los que lo hicieron dudar del cariño por sus padres. La tradicional pedida de mano era un evento difícil de encarar a los 24 años, con dos padres homosexuales. En los tres meses de noviazgo había buscado, bajo cualquier pretexto, no involucrar a su novia en su vida familiar; sabía que era adoptado, y que sus padres lo amaban, pero la sociedad aún le causaba problemas.

No se perdonaba haber cometido la torpeza de embarazar a Graciela. El uso del condón no había servido de mucho. La pasión que entre ambos desbordó había sido más poderosa que el látex, y quedaba enfrentarse a un matrimonio para cubrir las apariencias, eso había advertido Graciela. Roberto dijo que no podía ser que, a estas alturas, tengamos esos miramientos, Mis padres te matan y luego me encierran de por vida, Escapamos y listo; Mi padre es diputado no creo que sea fácil eso de: me escapo y ya. La pasión les empañaba el raciocinio, y les había impedido conocerse a fondo en los escasos tres meses que llevaban saliendo. Graciela no pudo contener la risa cuando Roberto le contó de sus padres. ¿Te parece extraño?, diferente, tan solo es diferente, remató la chica, cubriéndose los labios con la palma de la mano.

La noche que los padres de Graciela conocieron a los padres de Roberto, Troya ardió. Los insultos, bofetadas, el golpe de las puertas al cerrarse, todo fue parte del mismo drama. En la madrugada el padre de Graciela se encerró en su estudio a llorar. Sostenía en la mano, la foto de uno de los padres de Roberto.

El beso de Juan Gabriel

Cuando Jorge dejó la casa de su novia esa noche, estaba seguro de que las palabras de su padre: Alguna vez serás un hombre que fundará una familia y perpetuará nuestro apellido, era una consigna a punto de cumplirse. Su novia había quedado satisfecha después de que él removió sus prendas íntimas arrancando las furias contenidas en su vientre. Ella duerme mientras Jorge va con sus amigos al burdel de moda. Esa noche iban invitados por el jefe de la oficina.

—Imposible negarse, amor, los negocios se hablan en la cantina. O en el putero, eso quiere el jefe y él invita. Tengo que ir.

Las mujeres desfilaron sus formas relucientes por toda la pista y luego dieron paso a los hombres. Jorge no evitaba mirar la escena, su hombría estaba a salvo en el olor a hembra, permanente en la yema de sus dedos; los olisqueaba intentando ignorar los dorsos desnudos, las nalgas poderosas, las piernas endurecidas de los excelentes ejemplares masculinos que se divertían en escenario.

—Bueno señores, lo prometido, escojan lo que quieran —dijo el jefe.

Cada uno de los acompañantes de Jorge ya había sentado en sus piernas a cualquiera de las bailarinas. Jorge se debatía en si esto sería registrado en su inconsciente como una infidelidad de su parte.

—¿Vamos Jorgito, tú no escogerás? —el jefe se encontraba sin pareja. Extendió la mano, y la posó en el hombro de Jorge, se acercó para soltarle—. Traje a estos con el pretexto de traerte a ti. Creo que podemos platicar a gusto —Jorge no supo qué pensar. El jefe era un tipo muy seguro de sí—. No me malinterpretes, te respeto, pero necesito ser honesto, me gustas —soltó a bocajarro. Jorge palideció. Había bebido poco y sus pensamientos eran lúcidos y no podía estar seguro de que los de su jefe fueran igualmente transparentes, «Lo que hace el alcohol», pensó.

—Ven  conmigo,  nos  meteremos  a  ese  privado  con  aquella  negra —Jorge obedeció.

Luego de dos horas, aún late en su recuerdo las palabras de su jefe desnudo, de pie frente a él, con la mujer negra sentada en el sofá que les hacía una felación a los dos. Su jefe le decía, besándole la oreja: —Qué sabes del amor si no has besado a Juan Gabriel —y el sabor de los labios de su jefe, su mano detenida en sus nalgas, siguen hoy siendo, al fin, una gran liberación.

 

Esos fanáticos

Yo lo vi oficial, tenía una cruz y a todos quería bendecir en nombre de no sé qué dios… ¡arréstelo por faltas a la moral!

 

En el quirófano

Honestamente se los digo: no me gusta ser el centro de atención.

 

No lo vi venir

Yo creí ser un tipo divertido hasta que llegó el circo y mi mujer se fue con el payaso.

 

Deja vú

Ella me dijo que no era como «todas», y su comentario se almacenó junto al ciento de comentarios idénticos de otras mujeres que me dijeron lo mismo.

 

Confesión

No, no, no señorita; no quiero ser un buen poeta… me conformo con que me lean.

 

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ADÁN ECHEVERRÍA. Mérida, Yucatán (1975). Integrante del Centro Yucateco de Escritores, A.C. Realiza el Doctorado en Ciencias Marinas en el Cinvestav del Instituto Politécnico Nacional – Unidad Mérida con una beca del Conacyt. Biólogo con Maestría en Producción Animal Tropical por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Ha cursado además el Diplomado en Periodismo, Protocolo y Literatura (ICY, CONACULTA-INBA y Editorial Santillana, 2005). Por su obra literaria ha sido considerado en el Diccionario Biobibliográfico de Escritores de México que realiza la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Ha publicado los poemarios El ropero del suicida (Editorial Dante, 2002), Delirios de hombre ave (Ediciones de la UADY, 2004), Xenankó (Ediciones Zur-PACMYC, 2005), La sonrisa del insecto (Tintanueva ediciones, 2008), y Tremévolo (Ed. Praxis – Ayuntamiento de Mérida, 2009); así como el libro de cuentos Fuga de memorias (Ayuntamiento de Mérida, 2006). Compiló junto con Ivi May el libro Nuevas voces en el laberinto: Novísimos escritores yucatecos nacidos a partir de 1975 (ICY, 2007), y con Armando Pacheco la compilación electrónica en Disco Compacto Del silencio hacia la luz: Mapa poético de México. Autores nacidos en el período 1960-1989 (Ediciones Zur y Catarsis Literaria El Drenaje, 2008). Es Premio Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Premio Nacional de Poesía Rosario Castellanos, convocado por la UADY (2007). Ganador del X Premio Nacional de Poesía Tintanueva 2008 (convocado en 2007). Premio Estatal de Poesía Joven Jorge Lara (2002). Mención de honor en el Premio Nacional de Cuento José Amaro Gamboa, convocado por la UADY (2004); Mención de honor en el Premio Estatal de Poesía José Díaz Bolio (2004) y Mención de honor en el Concurso Nacional de Cuento Carmen Báez (2005), de Morelia, Michoacán.

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Tres puntos sobre la lectura, los libros y los poemas

Contactar con el autor: adanizante [at] yahoo.com.mx

🖼️ Ilustración relatos: Fotografía por Comfreak / Pixabay [dominio público]

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