Selección de poemas del libro de
Rafael Indi

 

Aplauso americano:
dícese del gesto in crescendo o lento
en el que un espectador aplaude
y progresivamente otros se unen a él
hasta convertirlo en ovación.

 

Aprender a borrarse

es sólo el principio,

por eso nunca hay final;

por eso si los vencejos vuelan dormidos

despiertas describiendo círculos,

por eso si la dama se esconde

eres noche cerrada.

 

Forastero ante el propio septiembre

que cose las manos

para impedirte sonreír a los ángeles,

asesinos de kilómetros muertos

o raíles perdidos.

Como un pianista baila un as de picas

y sacude la lluvia de sus dedos.

 

Sin viaje de vuelta

en el tren sobre el agua,

[camino = destino]

guardando viajes iniciales

con disimulo

mientras cruzas la novena estación.

 

Nunca hay final,

y esto es sólo el principio.

 

 

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El problema de los poetas

es que hablan del amor

pero escriben versos con el páncreas.

  

 

ALIANZA DE CIVILIZACIONES

 

«Yo no soy como te quiero»,

un día te dije.

 

Mientras no se descubra

la cara oculta de nuestra cara

todo marchará.

Consiste en fingir algún orgasmo,

besar sin que importe el aliento,

responder que tragas a mis amigos,

que recuerdas las canciones sin letra.

El amor es un malentendido

que evitamos deshacer.

 

«Yo no soy como te quiero»,

un día te dije.

Y sin quererlo, tú me seguiste.

 

 

LACRIMANTE

 

Es mejor querer

que haber querido,

sin embargo

¿es mejor llorar

que haber llorado?

 

Ahora sabes por qué el futuro

no cabe en un pañuelo.

 

 

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El problema de los poetas

es que hablan de la libertad

pero no saben vivir con un tenedor clavado en la garganta.

  

 

PUEDES COMERME EL CORAZÓN

 

And now we rise,
and we are everywhere.

(Nick Drake)

 

 

Las cinco. Aún diluvia ahí fuera.

Una guitarra rota suena

y ya no quedan inocentes

cuando el cielo se llena de níquel.

La noche sobre el ancho mundo

conspira en el filamento de una bombilla.

 

Salimos a la lluvia privada de esta habitación

como asesinos fugitivos,

aún con sabor a sangre en la lengua,

orgullosos de nuestra hermosa naturaleza.

En esta madriguera secreta

ya no hay paredes ni escaleras,

los fantasmas procuran no molestar

cuando arrastran sus cadenas por el pasillo,

han asumido su condición

de taciturnos inquilinos.

 

Saben que siempre saltamos

por encima de tragedias y catástrofes,

pues de costumbre

las palabras regresan al salón de los vivos.

 

Pierde por fin tu nombre,

el cuerpo se parte como metralla en un abrazo.

Date prisa, porque los humanos

empiezan a sospechar de tus eclipses provocados,

y hay algo latente que escapa al control

de sus latidos aritméticos.

Ojos taxidermistas que saben hacer daño

bajo este sol de rompe y rasga

que se acerca reptando

para ajustar la soga en casa del ahorcado,

entre décadas con pies torcidos

y crímenes sin fecha de caducidad.

Obligados a un pacto con la luz

juramos no decir la verdad,

ninguna verdad,

todo menos la verdad.

 

Si alguna vez te aburre tu supervivencia,

puedes comerme el corazón

sin ningún remordimiento.

Yo usaré mis trucos

para poder seguir cruzando las luces de la cosecha

y coleccionar lágrimas de Casiopea

mientras cubro con nebulosa

codificadas huellas.

En ellas habita la sintaxis del crimen,

álgebra oscura.

¿Aún crees que el animal más bello

no mata por placer?

 

Sostén un minuto el infierno con tu mano,

caen relojes cinco palmos sobre el suelo

y el techo es algo relativo,

desata magnéticos crujidos

tan precisos como un beso en mitad del caos.

Y entonces nos elevamos,

y estamos en todas partes.

Date prisa,

la tundra se extiende, imposible,

detrás de tus labios.

Esa extraña inercia de anapsique

y este ozono en la vertical

lamen hoy los tacones de mi concubina.

 

Nick me habló ayer

de una luna rosa que nos alcanzará,

de tiempos de licantropía:

«Reid cuando ellos lloren,

soñad cuando sólo duerman,

vivid cuando todos mueran».

 

 

MARDI GRIS

 

Me senté en el banco más sucio del parque

para oler mejor las flores.

Fue domingo toda la tarde

y mi disfraz de vaquero no quería ni hablarme.

Se metió en una maleta

y con un leve espasmo

me ordenó que jamás la abriera.

 

Carteles de una ciudad sin párpados advierten:

Los westerns murieron con Clint Eastwood.

 

Desde lo alto de prismas serigrafiados

vi a mi sombrero galopando

entre estrellas de mar que nadaban a vapor

y devoraban pasos de cebra.

Sobre prados grises de alquitrán

burlamos diligencias de cien caballos

y construimos fuertes

donde no pueda alcanzarnos el último siglo.

Bajo el poncho marrón

escondemos almas de duro y grueso metal.

 

Carteles de una ciudad sin párpados advierten:

Los westerns murieron con Clint Eastwood.

 

Todos los bármanes

guardan una recortada bajo la barra,

musitan, conspiran.

—Desconfía de los tipos con bigote—

me avisaron.

Al malo le dieron whisky

y puta de ojos pardos a precio de saldo.

Al feo le ofrecieron bebida

en el abrevadero de aguas sucias.

Al bueno, directamente, lo acribillaron.

 

Porque nuestras balas

son versos del calibre 36

con punta hueca.

Porque un cargador

sólo se llena con vocales de plomo.

Porque no soy el único loco,

hay más forajidos sin disfraz.

Llamad a nuestra insurrección

la Segunda Conquista del Oeste.

 

Y huí del neón de los viejos salones

hasta encontrar el viejo neón de las noches.

Descubrí la soledad

de los maniquíes sin espuelas,

el fraude de los que necesitan antifaz

en este Mardi Gris.

 

Carteles de una ciudad sin párpados advierten:

Los westerns murieron con Clint Eastwood.

 

Pero Dylan Munny

ha pintado de rojo vuestras calles.

Cometisteis dos errores:

el carnaval no terminó en domingo,

pensabais que Clint había muerto.

 

 

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El problema de los poetas

es que hablan de la belleza

pero son suicidas sin tierra.

  

 

CHARLOTTE

 

«Algún día las hormigas cobrarán su venganza», decías,

mientras yo contaba las vueltas de aquel tiovivo.

Así pasábamos las noches,

peceras de marionetas hundidas

en mitad del Raval,

el único lugar donde los escotes

creen en Dios a su manera.

Después de tantos años

sigo aprendiendo de memoria el papel impuesto:

jugar a ser la muerte roja

en fiestas de guardar y quemar.

 

Tantos años intruso de la gran mascarada,

secreta bajo altos techos

y escaleras de nácar.

Necesitaréis máscaras más caras

para conservar la sonrisa.

 

Tantos años sin saber

que eras la mujer de ojos verdes

en aquella canción de Nacho Vegas,

esa que ofrece agua de mar

como remedio a la sed.

 

 

TODO VA BIEN

 

La cara de Matías Prats

sobre los posos del café

no me deja dormir.

Seca las manos

más tibias del hemisferio norte

cuando anuncia temporal,

ahora que necesito el sándalo en la ropa.

 

Soy un malpensado

al pensar que vuestros informativos

quieren que la primavera

nos sorprenda viendo alguna serie

tan bien producida como el frío.

Se aplaza la revolución

por tormentas de nieve

hasta nuevo aviso.

 

También un misántropo

si no tengo un Smartphone con WhatsApp

ni escribo en (hasta 140 caracteres)

de qué tamaño es el nuevo juanete

de mi pie izquierdo.

Lo comprendo y deseo continuar.

 

E incluso puedo ser algo peor cuando afirmo

que entre verdades se van los que se alejan,

que nadie está educado para la sinceridad+.

Pensad que todo va bien.

Señalad el pecado con una cruz,

atrapadlo como a una tarántula herida

dentro de una copa de cristal

llena de humo, puesta del revés.

Escupid después al cielo

cuando henchidos de orgullo

abracéis el gris escribiendo:

«La Verdad, una cuestión de palabras».

 

Pensad que todo va bien.

 

Yo sé que la ceguera

será la enfermedad del futuro.

Una generación perdida de hombres-topo

sobrevivirá al siglo veintiuno

escondida bajo el metro de Budapest.

 

Y qué triste la imposible espera.

Por una vez, mi padre se vestiría de rey.

 

⭐ ⭐ ⭐

Rafael Indi

Despierto casi todas las mañanas en Sevilla. Alguien me regaló un día La voz a ti debida sin pensar en las consecuencias y como recompensa le compuse un poema que acabó aborreciendo. Aquello me animó. Fue así como descubrí mi segunda vocación perdida. Fundador y único miembro del movimiento «El okapi fucsia», capaz de hacer converger a Tagore y a El Chavo del 8 bajo una misma órbita lírica. Amenazo con mi primer poemario que verá la sombra en breve si el insomnio no defrauda.
También tengo un blog que es particular y cuando llueve se moja como los demás: http://animalendisturbio.blogspot.com/

El poemario del cual se han seleccionado los poemas aquí publicados
se puede descargar en la plataforma Issuu – Licencia Creative Commons Atribución – NoComercial-SinDerivadas 3.0 España:
issuu.com/ralimiraflori/docs/ un_aplauso_americano/ 1?e=2083553/1549946

 Ilustración poemas: Fotografía por Pedro M. Martínez ©

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