por
Carmen Tomás Rodríguez

 

RECETA CONTRA LA VIRTUD

 

Se cogen unos cuantos principios aprendidos, fresquitos del tiempo o congelados con rigor. Se les quitan los prejuicios con sumo cuidado, así como las formas fingidas y la falsa moral, a continuación se aliñan sin miedo de cuanto se tenga a mano: una pizca de improvisación, un puñado de ideas propias, media docena de condenados, un chorro de fantasía y la cuestionable colaboración de cuatro amigos picantes, con más se corre el riesgo de acabar con el licor. Es muy importante mantener el fuego al máximo durante toda la cocción. El agua para el mar y los sedientos, ni mucha ni poca, ninguna, que a nuestros escogidos invitados no se la vamos a dar con un ingrediente experto en arrebatar el sabor. Eso sí, todo el proceso debe ir acompañado de una actitud jovial, de lo contrario sufrirá la estragos de una fosilización precoz. Sabremos que el guiso está en su punto cuando desprenda un aroma inconfundible a infancia perdida, respetaremos ese precioso reencuentro antes de lanzarnos como animales a hincarle el diente, serán tan sólo cinco minutos de intimidad impostergable. Transcurrido ese tiempo, lo ofreceremos a los comensales con la prevención de que tras degustarlo las futuras ofensas les van a importar un bledo.

 

LA COLMENA

 

En la colmena duermen los olvidadizos entre sueños de corcho. Desde que los chupa-recuerdos les implantaron memoria de abeja, obedecen las órdenes de una reina glotona que nunca se harta de devorar miel. Ocupan las horas de sol, en subir y bajar por el mismo surco abierto en la corteza sin reparar en el trayecto, alzar la vista o pararse a conversar con el vecino. Tras duras jornadas entre pétalos que pierden las tonalidades al chocar con sus pupilas, regresan a las celdas propulsados por el estímulo de la repetición, donde de nuevo les deparan noches acostumbradas al aburrimiento. Si les preguntas por el propósito de todo esto, obtendrás una única respuesta: «así se ha hecho siempre, lo dicta la tradición».

Los olvidadizos no me dan ninguna pena, sé que inevitablemente llegará el día en que un buen terremoto los sacudirá del árbol y aunque al principio se sentirán desorientados, acabarán por recuperar cada uno de los colores. Ese será el día en que se atreverán a esculpir otras formas, bajo un cielo con nubes que aunque siempre estuvo ahí, no pudo ser atendido antes.

 

EL JARDÍN DE LAS BRUMAS

 

Al jardín de las brumas acuden para huir de las vistas, el panorama se desdibuja entre sus enredaderas. Sin ser el más frecuentado de los emplazamientos, cuenta con fieles adeptos, además de numerosos visitantes, que no atienden cuando se mecen en los columpios; un parque de atracciones donde evitar los aspectos más ásperos de sus vidas imaginando otras en que se piensan inmensos, por poco tiempo, pues la entrada cada vez es más cara y el placer menos corriente. No creas nada de lo que digan durante sus incursiones en la espesa niebla, nadie les ha obligado a ir ni les retiene, llegan allí por voluntad propia y sólo consiguen salir con mucho esfuerzo. Todo esto lo sé porque fue mi lugar de recreo hasta que logré divisar vuestras caras de preocupación, vuestra impotencia mientras me iba. Desde entonces no he vuelto a pisar el jardín de las brumas, prefiero mil veces enfrentar la nitidez de un día claro, permitirme ser feliz y aceptar los malos ratos, a volver a sentir la punzada del dolor en vuestras miradas, las que me continuarán persiguiendo si no me perdono.

 

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

 

Doce aceitunas rellenas se ríen de un vermú: «Te ves muy solo colega. Hace tiempo que no nos pruebas, ya casi nunca nos zambullen en tu vaso ensartadas a un palillo». El vermú no las escucha, la nostalgia lo mantiene distraído con sus recuerdos de tiempos mejores, cuando al rumor de conversaciones animadas bajo la sombra del parasol, se incorporaba el griterío de niños sin móviles; ecos de un pasado glorioso en que las voces componían coros a su alrededor. Las olivas ociosas, hastiadas de su indiferencia, traman un plan, deciden subirse una encima de la otra para formar un pilar que se tambalea de lado a lado, desafiando la gravedad y la prudencia, hasta que la última consigue colarse en el vaso. El resto, tras precipitarse sobre el plato, mira, con gran satisfacción, como su amiga se baña boyante en aguas perfumadas.

Once aceitunas rellenas de envidia observan a la evadida disfrutar y calculan la forma de correr su misma suerte. El segundo intento, resulta todo un descalabro que las obliga a dispersarse sobre la mesa de la terraza sin que ninguna alcance el borde del vaso. Con no poco esfuerzo, consiguen reagruparse, construir de nuevo una torre temblequeante y finalmente arrojarse al vacío sin lograr su propósito. Como son de naturaleza testaruda, lo intentan una y otra vez, cada vez más rabiosas de tanto fracaso.

Si al pasar por la terraza de un bar, ves a once aceitunas hacer malabarismos en torno a una aceituna borracha que canta canciones tontas mientras chapotea en un vermú melancólico, hazte y hazles un favor: llama a tus familiares o amigos más queridos, sentaos en esa mesa, dejad los relojes en casa y disfrutad de la compañía acariciados por la brisa de palabras que de inmediato brotarán de vuestros labios. No vamos a permitir que nuestros aperitivos de siempre acaben en el manicomio por causa de las prisas y el olvido. Por cierto, ¿os apetecerían unos boquerones?

 

LA SOLEDAD MÁS POBLADA

 

Desaprender lo aprendido porque no hay camino ni verdad, tan sólo mil senderos, todos ellos por trazar. Cada momento el más vivido, cada novedad una cuestionable certeza en la que pensar. Ante tanta vaguedad por primera vez se sintió segura, en medio del caos halló la paz. Descubrió un nuevo orden muy flexible que le permitió aproximarse al otro sin ataduras y zambullirse en el océano de su poblada soledad.

 

separador microrrelatos

 

Carmen Tomás Rodríguez

Carmen Tomás Rodríguez (Barcelona, 1966): «El microrrelato es la construcción literaria que más cultivo, seguramente debido a mi gusto por la síntesis, a expresar con el mínimo número de palabras pequeños universos de ideas y emociones, a los que procuro dar una forma bella con ayuda de las letras».

 

📩 Contactar con la autora: subiraba [at] gmail [dot] com

🖼️ Ilustración relato: The world of water, By Snap® from Kuwait, Kuwait (The world of water) [CC-BY-2.0], via Wikimedia Commons.

 

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