relato por
Óscar Varona

S

etenta y siete años. Un brasero para calentar los pies y una botella para calentar el alma. Herminia no necesita más. Con la mirada perdida en la pared blanca de la habitación, deja pasar los días mientras se sienta en la mesa-camilla y recuerda viejos episodios de su vida en silencio. Mantiene así su temperatura corporal en unos treinta y cinco grados de forma constante, ya sea verano o invierno. Su marido, Ramón, hace tiempo que no ve su cara. Se pasa las horas muertas mirando por la ventana, mientras sujeta con desdén la correa de un perro baboso que no deja de cagarse y mearse en la habitación porque nadie le saca a pasear. Ramón siempre va con el sombrero puesto y perfectamente arreglado, aunque hace años que no pisa la calle. Herminia se ha olvidado de cómo es su marido. Ramón apenas recuerda cómo es su mujer. Los dos de espaldas, el uno al otro, como ignorándose, pero sin llegar a hacerlo del todo. Los dos saben que si uno falta, el otro se muere. Una vieja simbiosis que perdura por propio egoísmo. Herminia bebe de la botella un licor blanco y cristalino que entra en su cuerpo con demasiada facilidad. Ramón observa la calle soñando con pasear por ella de nuevo, pero tiene demasiado miedo. El perro se revuelca histérico en sus heces.

—Ese   chucho   empieza   a   darme   verdadero   asco —comenta  Herminia  mientras  se  limpia  la  boca  con  el dorso de la mano.

Ramón ignora lo que su mujer ha dicho. Se limita a soñar despierto.

—Huele mal —dice Herminia.

—A veces, el motor del ascensor me despierta por las noches —comenta Ramón—. No me deja dormir.

—¿Cómo puedes decir que duermes si no te apartas de esa maldita ventana?

—Puedo dormir de pie. Lo hago desde pequeño.

—De eso estoy segura.

—Ese maldito ascensor…

—¡Ese puto perro!

Cae el silencio. Herminia consulta su reloj y vuelve a dar un trago a la botella.

—Cada cinco minutos. Calculado —dice para sí misma.

—¿Decías?

—Decía.

—¿Decías algo?

—Decía algo para mí.

—Ah.

—Oh.

Silencio.

Apenas se oye nada. El sonido constante y aburrido de un motor de algo que sube y baja al otro lado de la pared. Quizá el ascensor del que se queja Ramón. Puede que otra cosa.

—Tengo que encargar mi féretro —dice Herminia.

—Como no llames por teléfono…

—Hay muchos modelos donde elegir.

—Escoge el más barato. Nadie se dará cuenta.

El perro ladra antes de tumbarse definitivamente en el suelo.

—Me gusta el cerezo. Es una madera muy elegante.

—Y cara.

—Y elegante.

—Y cara.

—Olvídalo. ¿Tú reloj va bien?

—No tengo reloj.

—Creo que el mío se ha parado. Tendré que contar los minutos yo misma —se lleva la muñeca al oído y escucha el silencio—. Definitivamente, ha muerto.

—¿Quién?

—Mi reloj.

—Los relojes no mueren.

—Da igual. Se ha parado. ¡Vaya engorro!

—Aquí dentro el tiempo no cuenta.

—Será para ti. El tiempo pasa igual para todos en cualquier lado. Necesito saber qué hora es.

—Bebe de todas formas.

—Beberé.

—Más daño no puede hacerte.

Herminia le da un largo trago a la botella.

—¿Tú me quieres? —pregunta Ramón.

—Creo recordar que sí, aunque mi memoria falla mucho últimamente.

—Yo no sé si te quiero.

—Tu cabeza está aún peor que la mía.

—Puede ser.

—Lo es.

—¿No te gustaría salir de aquí?

—¿De dónde?

—De esta habitación.

—No. ¿Para qué?

—No lo sé. En realidad, no tengo ni idea.

—Tenía que pararse tarde o temprano.

—¿El qué?

—El reloj… Algún día tenía que morir.

—Los relojes no mueren.

—Pero nosotros sí.

—Sí.

—Creo que voy a escoger el cerezo.

—Me parece bien. Es una madera muy elegante.

—Y cara.

—Y elegante.

—Y cara.

—¿Qué más da?

—Por eso. ¿No preferías que escogiera el féretro más barato?

—Me da igual. Al fin y al cabo, en algo nos tendremos que gastar el dinero.

—Entonces, el cerezo —Herminia levanta la botella e incrusta la boca en ella.

—Creo recordar que te amo —dice Ramón.

—Ya no importa, cariño. En realidad, ya nada importa.

Cae el silencio, solo roto por los susurros constantes de Herminia contando los próximos cinco minutos.

 

separador texto relato Súbito

 

Óscar Varona, nace en Madrid en 1973. Diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad Complutense de Madrid. Influenciado por estilos narrativos transgresores y poco convencionales, publica su primer libro de relatos, Tremolo, en 2003. Ha escrito varias novelas y sus textos han sido incluidos en diversas revistas extranjeras: The New Yinzer, (EE.UU., 2009), Mondo Kronheca Literatura, (Argentina, 2009), Metazen, (Canada, 2010), Ascent Aspirations, (EE.UU., 2014). Y en los numeros seis, ocho y nueve de la revista literaria Groenlandia, (Espana, 2009 y 2010). Coordinador y redactor de la Revista Cultural Delirio, en sus diez numeros, (2009-2012). Compagina su trabajo literario con su habilidad para el dibujo y el collage.

Contactar con el autor: ovarona[at]yahoo.es

🖼️ Ilustración relato: Fotografía por Óscar Varona ©

 

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