Fábula
Jorge Andrés Diab
Nunca
la culpa había sido suya, desde chiquito sabía eso. Que era
una rata sin querer serlo, porque en ese tipo de cosas uno no tiene
ni voz ni voto; nada que hacer. Que más de una vez creyó, y mataba
por ello, ser león y con un grueso rugido erigir todo un movimiento,
que los demás animales supieran cómo eran las cosas porque ese es
león bravo. Un león dueño de su destino, elegido por él mismo y por
lo tanto moldeable a su parecer, que el que le salía con resabios
bien pudiera acercarse que revolcada había para todos. Pero por más
que se esforzaba seguía siendo, a ojos de los demás animales, una
rata.
Que una vez salió del bosque, hábitat alegre
y silvestre, para adentrarse en las profundas y sucias calles citadinas
buscando hallar ese porqué, sabor ambrosía, que tanta falta le hacía.
Y bien que se las caminó, la amiga rata, y bien que se empapó de la
gula en pastelerías, de pereza en hoteles de todo tipo, de avaricia
a la hora de ayudar a ratones y hámsteres caídos en desgracia, de
lujuria mientras se charlaba cuanta rata, o perra porque eso de exigente
se deja en casa, y se las llevaba a su ratonera de lujo.
Que cuando volvió conejos, pájaros, ciervos y
zorras no daban pie con bola sobre el cambio repentino de la rata.
Que no encontré la ambrosía, dijo, pero probé mieles, licores y una
que otra coca-cola y no se imaginan lo que es eso. Y la zorra, por
siempre animal astuto y recorrido, le advirtió de los excesos y especial
cuidado con esa tierna, sigilosa y caprichosa figura de delgados bigotes
y uñas de cuchilla porque animal más traicionero que ese no hay, amiga
rata. Pero era una rata con complejo de león y por puro silogismo
siguió frecuentando la ciudad.
Años han pasado y dicen esas virtuosas del canto, únicos animales del bosque capaces de ir hasta la ciudad y volver en el mismo día, que la amiga rata se echó a perder, que en su afán de hallar la mágica ambrosía que le daría las respuestas a esos frecuentes por qué, se pegó una borrachera con tequila «José el Cuervo» y a las fauces cálidas y oscuras del traicionero enemigo fue a parar, que cuando el gato duerme se pueden escuchar aún los gimoteos de lo que una vez fuera una rata y que siendo ya león, su tozudez no le dejó comprender.
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Ilustración relato: Frontispiece, An Argosy of Fables, By Paul Bransom [Public domain], via Wikimedia Commons.