Confusión de personalidades

Pilar Galindo Salmerón

E

stoy en una permanente confusión, son tantas personalidades…

Y cada vez pongo más corazón en cada una de ellas y me cuesta más cambiar de registro. He perdido la agilidad de los primeros tiempos, cuando saltaba del viejo verde al cura beato sin apenas pestañear; son los años sin duda, que me han anquilosado las articulaciones del alma. Creo que me estoy hundiendo dulcemente en la nostalgia y la melancolía. Les tomo afecto y me aferro a ellos y los quiero salvar. Invento cada día razones más poderosas para sus discursos histriónicos y eso me obliga a superarme cuando discuten entre sí. Me olvido de que uno debe ganar al otro y esto me coloca en situaciones difíciles. Tengo el alma partida, qué digo partida, cuarteada. Quisiera que todos fueran los mejores y eso no es posible. En la vida (y yo pretendo imitarla), unos están abajo y otros arriba, unos hacen el ridículo y otros ríen de sus deslices. Pero yo sufro, sí, siento cómo las carcajadas me arañan el alma, la pobre alma del perdedor. Luego me regocijo con los triunfos de la señora marquesa, con la egolatría de que hace gala en sus siempre bien preparadas soflamas, pero no hay quien me quite el regusto amargo de la doncella llorica, que oculta sus lágrimas tras el delantal almidonado.

Esto no me pasaba antes. Estaba lleno de entusiasmo y con la misma rapidez que penetraba en el viejo rijoso, abandonaba sus inútiles intentos de aventuras procaces para ser el recto sacerdote preconciliar, que condena cualquier manifestación de júbilo por miedo a la frivolidad que podría empañar la pulcritud de su alma.

Y me ocurre algo peor, algo que me agota por dentro, que me mantiene despierto toda la noche, con los ojos encandilados por lo vasto de mi responsabilidad. He llegado a creer que yo puedo, y debo, potenciar el bien, apartar el mal, cocinar justicia; que ellos son el caldo de cultivo de una sociedad mejor; el experimento que, si tiene éxito, dará la receta para un nuevo ordenamiento mundial; fijará las coordenadas a seguir allí donde el conflicto permanece irresoluble. Es por eso que no puedo permitir que la señora marquesa continúe anclada en unos tiempos pasados, debería razonar con ella, sé que es una mujer inteligente y que podría adaptarse, reconocer errores pero, eso es imposible, si no existen posiciones antagónicas, si no hay discusión, esto parecería el limbo, un cuento de hadas y sería falso. Y aburrido. La vida no es así.

Creo que mis divergencias con el viejo verde empezaron hace poco, cuando yo mismo fui cumpliendo años. De joven, encontraba muy cómicos los esfuerzos del rijoso por conseguir las gracias de la doncella, pero ahora, ¿qué dirán que me ocurre?, siento pena del anciano, creo que no tiene la culpa de conservar sus apetitos a pesar de haber perdido encantos y potencia, me molestan las risas que provoca. Pero esto no tiene solución, ya que está en su misma naturaleza comportarse de tal manera y recibir tal respuesta. Mientras el mundo sea mundo será así. Pero a mí me duele, siento como una llamada superior que me impele a la misericordia y a la comprensión. Por eso elaboro razones y más razones que lo disculpen y pretendo, aunque inútilmente, claro, hacerle comprender que debería comportarse más en consonancia con su edad.

Me resulta más fácil con la doncella, creo que el cambio social y el mercado de trabajo pueden mejorar sus posibilidades y creo que podría evadirse de las garras enguantadas de la engreída marquesa, sin dejar por eso de ser mi doncella predilecta.

Claro, ya sé que el éxito depende del sarcasmo, de la chispa, del esperpento. Y todo esto está reñido con la ponderación y el acuerdo. Pero, a pesar de todo, les he tomado cariño, no soy ningún monstruo y son muchos años… No quiero exponerlos a eso cada noche, tampoco hundirme en un fracaso que acabaría con mi carrera.

Antes de eso meteré a todos mis muñecos en su baúl, silenciaré sus voces, tantos años guardadas en mis entrañas y me despediré del público. Seré un jubilado más.

Por cierto, ¿saben ustedes qué pensión corresponde a los ventrílocuos?


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PILAR GALINDO SALMERÓN es una escritora de Cartagena (Murcia - España)
pigasa41 (at) yahoo.es

Ilustración relato: Fotografía por Carlos R.C. (Badajoz - España) © (Ver más imágenes de este autor en la muestra del presente 5º Aniversario)
WEB DEL AUTOR: http://smg.photobucket.com/ albums/v147/carica/


Monográfico publicado en Revista Almiar con motivo de su V aniversario (2006)

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