Palabrotas
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Marcos Winocur



Está en boga soltar palabrotas como parte del lenguaje corriente, fenómeno que se registra en el corte generacional.

Veamos.

Si eres sesentón o de más edad, se supone que te has enterado de la onda escuchando el léxico de tus nietos o frecuentando el cine. Y tu programación mental rechaza las palabrotas, salvo contadas ocasiones: cuando estás con los cuates o con los compas del trabajo; cuando no hay mujeres o menores delante; cuando estás muy enojado, en cuyo caso «se te escaparon». Si fuera de esas ocasiones empleas palabrotas, se verá forzado; y si llegas a prologarlo de un «con la disculpa de los presentes», no será difícil que escuches risitas.

Vamos a un segundo grupo de edades.

Si eres cuarentón o cincuentón, te encuentras situado en un singular intermedio: en tu casa, de niño, no se empleaba ese léxico; pero después —ya siendo joven o adulto— se comenzó a escuchar, y entonces lo adoptaste para no quedar como antigüito. Y no hubo problema, salvo una nota: no evidencias completa naturalidad, parece que te autocomentaras en el momento de pronunciar las palabrotas: ya ven, ya ven cómo yo también estoy en la onda.

Así, las generaciones de los abuelos y de los padres, resta la de los nietos, treintones, veintones o de menos edad. ¿Y qué vino a suceder? En tu casa, de niño, fuiste escuchando ese léxico en boca de tus padres, no hubo contradicción entre el hogar y la escuela, entre el hogar y el cine, entre el hogar y los cuates, y entonces sueltas las palabrotas con naturalidad. No piensas en el significado original de expresiones insultantes como chingar o muy cagado como algo muy malo o, al revés, algo muy bueno; igualmente el uso admirativo de pinche. Claro, todo depende del tono y contexto en que se digan pues se conservan ambivalentes, no han perdido su otro significado, el insultante o al menos negativo. Pero dentro de la conversación corriente —tal cual las emplea la generación de los nietos— se asimilan al resto, modifican su contenido al punto de querer decir lo contrario y así llegan a ser usadas sin rubor, como quien dice mesa o silla, frío o calor.

De palabrotas, se han convertido en palabras.

A este fenómeno han contribuido la literatura, los medios en ciertos países, algunos comics, y sobre todo Hollywood. Allí el shit y el focked se disparan como fuego graneado.

Tal cual el tuteo generalizado y el abreviar las palabras, se trata de una tendencia dominante dentro de la lengua y, por lo que sé de otros países, se da a nivel mundial.

Ni modo, pos qué chingaos.

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Marcos Winocur es un escritor argentino nacido en Córdoba. Doctor en Historia, fue alumno de Braudel, Vilar y Romano (EPHE) ·   marcoswinocur [at] yahoo.com.mx

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- ILUSTRACIÓN ARTÍCULO: Fuck you, By Gabrie (Own work) [CC BY-SA 3.0 (http://creativecommons.org/ licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.




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