Lo bueno de las familias es su variedad. Por supuesto, hay un aire común, pero en toda reunión que se precie está el nieto díscolo, el tío gracioso, el primo puñetero, el matrimonio serio y estricto con su hijo vestido permanentemente de domingo... Algo parecido sucedió el lunes 31 de marzo de 2008 en la gala de los Premios de la Unión de Actores: los había consagrados, de Goya y Photocall, los había jóvenes y viejos, acabados y debutantes. Algunos trabajan todos los días en alguna serie, alguna película, alguna obra… la mayoría no trabaja todos los días en esto, pero se ilusiona igual: son actores, ese es su sueño. Algún día llegará la oportunidad.

Y, mientras tanto, celebran los éxitos de sus compañeros, porque es indudable que, egos aparte —que los hay, claro— lo que se respira en estos Premios es una sensación de camaradería. No es casualidad que Javier Bardem decidiera aparecer por el Palacio Municipal de Congresos de Madrid a recibir un premio —«recibir un premio por haber recibido un premio, me extraña, pero bueno», dijo un Bardem claramente emocionado—, cuando prácticamente había reducido a cero sus actividades públicas en España desde que ganara el Óscar.

Porque Bardem se siente uno de ellos. Es uno de ellos. Ha tenido mil amigos que pasaban de casting en casting sin pena ni gloria, que aceptaban trabajos de camareros y dependientas de Zara para pagarse el curso de interpretación aquí o allá. Los sigue teniendo, seguro.

En la gala de los premios de la Unión de Actores se ve lo que es la Unión en sí. Ya lo he dicho: una familia variada y con un punto enloquecido. Esperanzas, sueños, decepciones y algunas envidias. Un cóctel donde todo el mundo se mezcla y sólo algunos miran por encima del hombro.

Tengo sensaciones encontradas con respecto al premio a Bardem. Por supuesto, se llevó todos los focos y la atención y los titulares de la prensa y, por supuesto, se lo merecía. Pero no es bueno que la gente piense que la Unión es sólo Bardem. O que la Unión son sólo los premiados. Había que estar en ese cóctel posterior y darse cuenta: ser actor o actriz es una de las profesiones más jodidas del mundo. Querer ser actor o actriz, querer serlo de verdad, como se quieren estas cosas, sin posibilidad de término medio, es una especie de tortura.

Sólo que a veces…

Y entonces, sí, sales al escenario, después de una pequeña representación de una obra de Fernán-Gómez, un compañero te sonríe y te da un premio. Sueltas un pequeño discurso, más o menos elaborado. Intentas ser original y divertido y no parecer sobrepasado. En ocasiones, lo consigues. Dedicas y dedicas y recuerdas: tú fuiste uno de los que estaban en los cócteles buscando directores, productores y guionistas, paseando tu talento por castings impredecibles. Poniendo copas en garitos de moda.

Y ahora estás arriba. Como Bardem. Miren la foto de premiados, si no. Pero no nos olvidemos, por favor, del resto. Porque la Unión, en realidad, es el resto. Si no hubiera «resto», de hecho, no haría falta Unión. Y yo creo que ellos lo tienen claro, porque en todas las familias hay un abuelo —o una abuela— que controla, protege y ayuda. Dentro de sus posibilidades, claro.

Lista de premiados:

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GUILLERMO ORTIZ LÓPEZ coordina la sección de Cine en la Revista Almiar.
Web del autor: www.guilleortiz.com

* Imágenes en el artículo remitidas por el autor del artículo.

▫ Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 39, abril-mayo de 2008. Reeditado por PmmC en octubre de 2019.

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