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ROJAS

El chico que se atrevió a ser Alejandro Sanz

Entrevista por Guillermo Ortiz López

En Barcelona pasan cosas que no pasan en ningún otro lado y por eso siempre está en el disparadero celoso del resto del país, con un punto envidioso y un punto posesivo, porque cuando uno tiene una novia tan guapa no quiere que se vaya por ahí sin más, y primero se hace todo lo posible por que se quede y, si se niega, siempre habrá algún cafre dispuesto a insultar y gritar, pero que no cuenten conmigo.

A lo que íbamos: en Barcelona se mueve una escena musical completamente distinta a la que triunfa en Madrid y hay que poner mucho interés para ser madrileño y encontrar discos de Dusminget, de Sopa de Cabra, de Whiskeins, de Mutis... Grupos de los 90 que no pasaron barreras, como estuvieron a punto de no pasarla los Ojos de Brujo, o Macaco... y es que no, Estopa no es el único grupo catalán de barrio que merece la pena.

Por eso, si uno quiere algo de Barcelona, desgraciadamente, hay que buscarlo allí, y ya que el avión de vuelta no sale hasta el domingo —el de ida llegó el viernes, recuerden, y de ahí a Terrassa con Lichis— el sábado resulta un día ideal para entrevistar y ver en directo a una de las joyas del flamenco-pop barcelonés, un chico de 21 años, nacido en Santa Coloma de Gramenet, xarnego, desde luego, y con esa facilidad tan natural de empezar una frase en castellano y acabarla en catalán o viceversa: Raúl Rojas.

Mi primera visión de Rojas fue muy distinta a la última. Salía en un vídeo en una cadena musical derivada de una radiofórmula. Me interesé por él y me llegó el disco en poco tiempo. Las cosas del marketing: tanto en el vídeo como en el disco, la imagen de Rojas tenía un marcado aire «ídolo de fans». De hecho, la segunda vez que le vi fue en un programa llamado «Fanclub», tocando la guitarra en directo, y me quedé con la boca abierta.

Pero no, Raúl Rojas no tiene ningún interés en la estética fan, y cuando llegamos a la Sala Mediterrani —me acompañan Alba, David y Ana, excelentes compañeros de viaje— aún está con la prueba de sonido: una sudadera verde, unos pantalones como de chándal, despeinado, serio, muy, muy tímido, con cara de niño haciendo los deberes...

No hay que molestar nunca a alguien que está trabajando, así que ni siquiera me acerco, sino que es Sandra, de su discográfica, la que nos invita a sentarnos y en seguida me empieza a contar los problemas que supone tener una compañía tan pequeña aunque con tanto talento. «Es muy difícil promocionar un disco, si estás empezando. Las cadenas de radio te piden mucho dinero y normalmente es para ponerte un single, pero del segundo se desentienden, y es un dinero que, sencillamente, no tenemos».

Con todo, están contentos con las ventas de Rojas: 5.000 discos en menos de un año. Si calculan ahora las descargas de Internet, pues no está nada, nada mal. «A nosotros nos vale.» —me cuenta Sandra—. «En otra compañía tendrían que vender 300.000 de cada disco para poder pagar a todos los directivos, sus secretarias, los coches de empresa, pero en Vicious Records somos muy pocos y desde luego que no tenemos coche».

Sandra es sencillamente encantadora, y no tiene problema en contarme cada detalle de la compañía y de su cantante estrella. Nos conocimos por un artículo que escribí sobre él y desde entonces siempre me lo ha agradecido y yo se lo dejo claro: «Este chico va a ser la bomba, y todos lo sabemos, y si los demás no quieren reconocerlo es asunto suyo, pero si necesitáis algo, contad conmigo».

Me explica el principio de todo: su productor, Tofol, colaboraba con Vicious desde que la compañía empezó (hace dos años) y cada día les hablaba de este chico que se llamaba Rojas y que era muy bueno y bla, bla, bla... Hasta que un día el director pidió una maqueta y se presentó el propio Raúl con su guitarra y dijo «La maqueta soy yo» y una sola actuación bastó. Habría disco. «Cuando los sueños se equivoquen».

El primer single, del mismo nombre, sonó bastante. Es una buena canción, muy pegadiza, cantada con mucho gusto, como el resto del disco, del estilo Alejandro Sanz de la primera época. La primera vez que la oí me pareció estar ante un «Los dos cogidos de la mano» o similar. Luego el apoyo ha desaparecido y de Rojas se sabe más bien poco. Allá ellos.

La idea era hacer la entrevista después de la actuación, incluso por un momento fantaseé con la posibilidad de que nos fuéramos todos a ver el concierto de La Mala Rodríguez, que empezaba justo cuando terminaba Rojas, en la otra punta de la ciudad. Siempre he querido ver a La Mala y nunca he podido y pensé que quizás a los demás les pasaría lo mismo, pero al final lo descarté: probablemente, no quedarían entradas y David tiene la pierna escayolada...

Sin embargo, Rojas prefiere que la entrevista sea antes, y así se la quita de encima y ya puede disfrutar tranquilo del concierto. Nos sentamos en la parte de atrás del escenario Sandra, Tofol, él y yo. Me dan las gracias otra vez por haber venido, aunque Raúl no mire nunca a los ojos, mitad timidez, mitad nerviosismo por el concierto, supongo, aunque él dice que no, que ya está muy acostumbrado.

«Al principio, era un desastre con la promoción, pero ahora está mucho más suelto», me dijo Sandra, así que intento no forzarle demasiado. «Gracias por la reseña», me vuelve a decir, «no es mérito mío, el disco no lo compuse yo», contesto con una sonrisa. Hablamos de «Cuando los sueños se equivoquen» y le confieso que tengo problemas con la letra, que me suena muy bien, pero que no sé exactamente lo que quiere contar.

Sonríe levemente, siempre mirando hacia el suelo... «Sí, me lo dicen mucho. Yo es que no compongo para los demás, este primer disco es muy egoísta. Son las cosas que tenía que sacar de dentro y no tenía ninguna intención comercial. La canción habla, simplemente, de vencer los obstáculos de los demás, de hacer uno el camino, a pesar de todo». Repasando, resulta lo mismo que me contó Diego Cantero. Y es que es verdad, aquí, o haces tú el camino, o inventas tú tu propio sueño o nadie va a venir a asfaltarte la carretera.

¿Las influencias? «Alejandro Sanz, sin duda. Todo lo suyo, pero sobre todo el último disco, aunque a la crítica no le gustara tanto». Comento de pasada a Antonio Orozco, en el tono de voz, y dice: «Sí, además le conocí y es muy buen tipo, pero sobre todo Alejandro Sanz». No tenía mucho mérito porque era muy obvio pero me alegra que reconozca su devoción, mi artículo, de hecho, se titulaba «El sucesor de Alejandro Sanz».

Siempre hay algo de alegría cuando uno apuesta a impar y sale el siete.

Rojas va muy poco a poco, hablando despacio, dando vueltas a veces, habla del Nunca máis que tiene en la guitarra... «Estuve hace dos años cuando lo del Prestige e hice muchos amigos ahí y quería dedicarles el concierto de hoy porque sé lo que sufrieron». ¿Canciones favoritas? No se moja. «No es mi favorita, simplemente especial: A pesar de todo».

Las actuaciones, la promoción, los «Fanclubs», etc. pueden llegar a agotar a muchos cantantes jóvenes que acaban sacando cualquier segundo disco con el material que desecharon para el primero. «No, yo sigo componiendo», dice Rojas, «y no tengo ninguna prisa en sacar disco». «Creemos que éste todavía tiene bastante carrera por delante», matiza Sandra. «Voy siguiendo la misma línea, un poco al estilo No es lo mismo».

En su disco tiene un apartado que se llama Honestidad Brutal (recuerdos de Andrés Calamaro, supongo) y es que la honestidad es muy importante para este chico: «Yo lo que quiero es estudiar la guitarra, manejar el escenario, transmitir con sencillez, con humildad... no quiero crear un personaje sino que la gente vea a Rojas tal como es». No es fácil, advierto, porque el mundo musical es bastante deshonesto. «Me queda mucha música por escuchar, además», concluye.

Como sólo cita músicos españoles, le pregunto por artistas extranjeros, pero se queda un poco en blanco. Entonces Tofol, siempre vigilante y dispuesto a echar una mano, como buen productor-mentor, le recuerda: «Te compraste unos discos el otro día»... «¡Ah, sí... Stereophonics, un disco de Coldplay de los primeros, de 1991, y otro de U2». «El Achtung Baby» recalca Tofol y caigo en que posiblemente Raúl ha confundido a Coldplay con U2, porque en 1991, Chris Martin tendría 15 años como mucho.

Pero es un error entrañable, porque es el error que se comete cuando se intenta aprender y, además, quizás mi pregunta no venía demasiado a cuenta, así que sigo adelante como si nada, aunque no hay muchas más preguntas y la hora del concierto se pasa y fuera hay un buen grupo de quinceañeras, mezcladas con familiares, que están esperando que el cantante salga y haga su trabajo.

«¿Quieres que añada algo más, Raúl, algo que necesites decir?», y Raúl dice que no, que no cae, pero Tofol sí tiene algo que decir: «Mira, el 22 de diciembre es muy importante para Rojas porque toca en su pueblo, en Santa Coloma, y en verano ya metió a 3500 espectadores y ahora llega en acústico, al Teatro Segarra, y será bonito ver cómo reacciona el público». «¿Vais a hacer gira?», pregunto. No, gira no, sólo unos cuantos conciertillos por salas.

Y eso no incluye Madrid, porque en Madrid nadie parece interesado, aunque Tofol admite que al menos están en negociaciones y puede ser que...

En fin, apretones de manos, «suerte», «avísanos cuando esté publicado todo, muchas gracias», «no os preocupéis, Rojas para mí es una prioridad» y de vuelta a la mesa con David, Alba, Ana y Sandra, que se queda con nosotros un rato antes de irse «porque ha quedado».

El concierto es acústico, rodeado de Tofol a la guitarra y de su otro productor, Xaki, al teclado. La gente bromea, él apenas habla pero sonríe mucho. Está a lo suyo, eso está bien. Cuando tenga 30 años y adquiera una voz más propia y menos Alejandro Sanz y sea capaz de «comerse un escenario», ¿dónde estará este chico?, posiblemente en un sitio que no sea Vicious, concediendo entrevistas a tipos de otras revistas, vendiendo cientos de miles de discos...

Será así, no lo duden, y esta entrevista quedará como un recuerdo visionario. Lo mismo piensan Alba, David y Ana, que no conocían al chico, pero les ha gustado mucho y en el VIPS de la Plaza de Cataluña cantamos a grito pelado «Y que no sea aquí, sintiéndolo, mirándome, que me desquicio por los dos...» pero en modo «naninoní, naninonó...» porque no se han aprendido la letra.

Y a base de gritos conseguimos que, por fin, el camarero nos atienda.

* FOTOGRAFÍAS publicadas originariamente en la página de Raúl Rojas (cedidas para esta entrevista): www.raulrojas.net © 2005

🔗 Página web de Guillermo Ortiz: www.guilleortiz.com

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🔹 Artículo publicado en Revista Almiar (2005).

PmmC (octubre de 2019).

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