
A cuarenta años del
Che
1967 – 2007
_______________________________
Pablo Mora
A punto de cumplirse 40 años de la
muerte del Che Guevara
en Bolivia (9 de octubre de 1967).
Ante la trascendencia de su gesta,
¡hasta la victoria siempre!
Si el poeta eres tú, como dijo
el poeta, y el que ha tumbado estrellas en mil noches de lluvias coloridas
eres tú, qué tengo yo que hablarte, Comandante. Si el que asomó al
futuro su perfil y lo estrenó con voces de fusil fuiste tú, guerrero
para siempre, tiempo eterno, qué puedo yo cantarte, Comandante (Pablo
Milanés).
Estás en todas partes. En el
indio hecho de sueño y cobre. Y en el negro revuelto en espumosa muchedumbre,
y en el ser petrolero y salitrero, y en el terrible desamparo de la
banana, y en la gran pampa de las pieles y en el azúcar y en la sal
y en los cafetos, tú, móvil estatua de tu sangre como te derribaron,
vivo, como no te querían, Che Comandante, amigo.
Cuba te sabe de memoria. Rostro
de barbas que clarean. Y marfil y aceituna en la piel de santo joven.
Firme la voz que ordena sin mandar, que manda compañera, ordena amiga,
tierna y dura de jefe camarada. Te vemos cada día y puro como un niño
o como un hombre puro, Che Comandante, amigo.
Pasas en tu descolorido, roto,
agujereado traje de campaña. El de la selva, como antes fue el de
la Sierra. Semidesnudo el poderoso pecho de fusil y palabra, de ardiente
vendaval y lenta rosa. No hay descanso.
¡Salud, Guevara! O mejor todavía
desde el hondón americano: Espéranos. Partiremos contigo. Queremos
morir para vivir como tú has muerto, para vivir como tú vives, Che
Comandante, amigo (Nicolás Guillén).
Te han cubierto de afiches,
de pancartas, de voces en los muros, de agravios retroactivos, de
honores destiempo. Te han transformado en pieza de consumo, en memoria
trivial, en ayer sin retorno, en rabia embalsamada. Y quizás han resuelto
que la única forma de desprenderse de ti o dejarte al garete es vaciarte
de lumbre, convertirte en héroe de mármol o de yeso y por lo tanto
inmóvil o mejor como mito o silueta o fantasma del pasado pisado;
sin embargo tus ojos interminables, Che, miran como si no pudieran
mirar, asombrados tal vez de que el mundo no entienda que treinta
y tres años después sigues bregando dulce y tenaz por la dicha del
hombre (Mario Benedetti).
Pudiste haber muerto en un
terremoto cuando bebías unos tragos con los amigos de tu barrio, cuando
fuiste declarado no apto para el servicio militar obligatorio, cuando
tuviste tu primer desengaño amoroso y te fuiste a recorrer el mundo
como un ferrocarrilero perdido. O sea noche. Cuando los muchachos
del colegio se burlaban de ti porque no sabías bailar caminito que
el tiempo ha borrado, y la soledad creció como un águila misteriosa
en tus labios. Sí. Pudiste haber muerto en el cine o en la tranquilidad
de la lluvia como cualquiera de nosotros: pensando en las musarañas,
en carlitos gardel o en el cabro de borges. O en esa vecina que creía
en la amistad como un árbol lleno de espejos. Pero jamás falleciste
ni siquiera cerraste los ojos cuando te cortaron las manos y te dispararon
un tiro en la nuca y otro en el pecho. Ni cuando escribías en la selva
algunos breves poemas al pie de un tronco musgoso. Ni cuando amanecías
buscando el sol en los bosques. Ni cuando mandaste al diablo a monje
(del pc-boliviano) y te quedaste solo, besando con tus compañeros
la soledad de la noche. Y menos cuando triunfó la revolución y los
caracoles y retamas abrieron sus espumas de fuego. Porque no morirás
jamás «sabueso contemporáneo» de la historia. Pues solamente falleciste
como tú querías: recordando la historia de los hombres y avanzando
a gritos en el río y escupiéndole en el corazón a tu verdugo y haciéndole
comprender a una humilde profesora las miserias de su patria y las
sombras agujereadas de su vida (Juan Cristóbal).
Yo tuve un hermano. No nos
vimos nunca pero no importaba. Yo tuve un hermano que iba por los
montes mientras yo dormía. Lo quise a mi modo, le tomé su voz libre
como el agua, caminé de a ratos cerca de su sombra. No nos vimos nunca
pero no importaba, mi hermano despierto mientras yo dormía, mi hermano
mostrándome detrás de la noche su estrella elegida (Julio Cortázar).
Tu mano gloriosa y fuerte desde
la historia dispara cuando todo Santa Clara se despierta para verte.
Aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida
presencia, Comandante Che Guevara. Seguiremos adelante, como junto
a ti seguimos y con Fidel te decimos Hasta Siempre Comandante (Carlos
Puebla).
Así estamos, consternados,
rabiosos, aunque esta muerte sea uno de los absurdos previsibles.
Da vergüenza mirar los cuadros, los sillones, las alfombras; sacar
una botella del refrigerador, teclear las tres letras mundiales de
tu nombre en la rígida máquina que nunca estuvo con la cinta tan pálida.
Vergüenza tener frío y arrimarse a la estufa como siempre, tener hambre
y comer esa cosa tan simple, abrir el tocadiscos y escuchar en silencio
sobre todo si es un cuarteto de Mozart. Da vergüenza el confort y
el asma da vergüenza, cuando tú comandante estás cayendo… ametrallado,
fabuloso, nítido… eres nuestra conciencia acribillada. Dicen que te
quemaron... con qué fuego van a quemar las buenas nuevas, la irascible
ternura que trajiste y llevaste con tu voz, con tu barro. Dicen que
incineraron toda tu vocación menos un dedo… basta para mostrarnos
el camino, para acusar al monstruo y sus tizones, para apretar de
nuevo los gatillos.
Así estamos, consternados,
rabiosos, claro que con el tiempo la plomiza consternación se nos
irá pasando, la rabia quedará, se hará más limpia. Estás muerto, estás
vivo, estás cayendo, estás nube, estás lluvia, estás estrella… Donde
estés… si es que estás… si estás llegando… aprovecha por fin a respirar
tranquilo, a llenarte de cielo los pulmones. Donde estés… si es que
estás… si estás llegando… será una pena que no exista Dios. Pero habrá
otros, claro que habrá otros dignos de recibirte comandante (Mario
Benedetti).
Como si San Martín la mano
pura a Martí familiar tendido hubiera, como si el Plata vegetal viniera
con el Cauto a juntar agua y ternura, así Guevara, el gaucho de voz
dura, brindó a Fidel su sangre guerrillera y su ancha mano fue más
compañera cuando fue nuestra noche más oscura. Huyó la muerte. De
su sombra impura, del puñal, del veneno, de la fiera, sólo el recuerdo
bárbaro perdura. Hecha de dos un alma brilla entera, como si San Martín
la mano pura a Martí familiar tendido hubiera (Nicolás Guillén).

¿Treinta y tres años ya? ¿O
sea que pudimos seguir sobrando treinta y tres años en un mundo en
que no estaba él? ¿O sea que hay una generación que ha podido nacer,
crecer y engendrar en un mundo en que desde hace treinta y tres años
falta él? ¿Cómo concebir el mundo treinta y tres años sin él? Lo dejamos
solo comandante sin ejército… creyeron que había muerto y anunciaron
«el fin de la historia» como si ya todos pensáramos igual con la indócil
excepción de Chiapas y de Cuba, pero yo sé, sabemos que la historia
sí puede terminar antes de que regrese el hombre nuevo que él anunció,
trayendo consigo como la más bella utopía de América y por eso lo
espero para poder seguir vivo y poder seguir esperando lo que viene
entonces, Che. ¿Hasta la victoria siempre? (Jorge Enrique Adoum).
Guevara, como todos los soñadores,
no triunfó. Lo mataron, como a todos los héroes desbocados. Quizás
nadie sepa nunca hasta dónde pudo haber llegado su locura. Quizás
por eso su tumba está en nuestro corazón (Adriano González León).
Como Anfiáreo, la muerte no
interrumpe sus recuerdos. La aristía, la protección en el combate,
la tuvo siempre a la hora de los gritos y la arreciada de cuello,
pero también la areteia, el sacrificio, el afán de holocausto. El
sacrificarse en la pirámide funeral, pero antes dio las pruebas terribles
de su tamaño para la transfiguración. Donde quiera que hay una piedra,
decía Nietzsche, hay una imagen. Y su imagen es uno de los comienzos
de los prodigios, del sembradío en la piedra, es decir, el crecimiento
tal como aparece en las primeras teogonías, depositando la región
de la fuerza en el espacio vacío (José Lezama Lima).
Ahora serán las palabras, las
más inútiles o las más elocuentes, las que brotan de las lágrimas
o de la cólera; ahora leeremos bellas imágenes sobre el Fénix que
renace de las cenizas, en poemas y discursos de ira fijando para siempre
la imagen del Che. También estas son palabras, pero no las quiero
así, no quiero ser yo quien hable de él. Pido lo imposible, lo más
inmerecido, lo que me atreví a hacer una vez, que sea su mano la que
escriba estas líneas (Julio Cortázar).
Crezcan como buenos revolucionarios.
Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la
naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante y que cada
uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces
de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquier
parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario (Ernesto
Che Guevara).
Ejemplo indestructible y que,
aún destruido en la persona, en nada habrá de menguar la lucha que
se lleva adelante para la liberación de la América nuestra —la auténtica,
la que verdaderamente podemos llamar «nuestra» en tiempo presente.
El mito, la leyenda, la conseja, la tradición transmitida de boca
en boca, lleva, a lo ancho de las tierras, en el lomo de las cordilleras,
a lo largo de los ríos, el nombre del Che. Nombre de un hombre por
siempre inscrito en el gran martirologio de América, que se hizo uno
con la idea misma de la revolución y, caído, habrá de levantar nuevas
energías revolucionarias en el camino donde, según últimas palabras
de su diario, el paso de sus hombres «había dejado huellas».
Huellas que no se borran. Que jamás habrán de borrarse. Que quedan
marcadas en el sueño del continente entero (Alejo Carpentier).
El Che, como pocos hombres
en nuestro hemisferio, entendió que la revolución es una gran aventura.
Un desafío a la realidad y un compromiso feroz con la imaginación.
Un ejército ético propio de una conciencia de titanes, donde se sabe
de antemano y con lucidez que la libertad se inventa en la acción
sublime de cada día (Iván Darío Álvarez).
La figura del Comandante Che
Guevara es hoy más que nunca para nosotros como un relámpago de oro
en la conciencia. Su acción y su pensamiento, su increíble audacia
histórica, constituyen una permanente advertencia para todos aquellos
que pensamos, con Marx, que no basta con interpretar el mundo, sino
que es preciso cambiarlo, transformarlo, alterarlo revolucionariamente.
El Che Guevara hablaba constantemente de la necesidad de crear un
hombre nuevo, que él llamaba «el hombre del siglo XXI», y advertía
que esa era una tarea enormemente dificultosa; nosotros, aquí y ahora,
tenemos el deber, al recordar hoy la figura del guerrillero asesinado,
de meditar a fondo sobre ese principio revolucionario que, desgraciadamente,
ha sido tomado muy poco en cuenta por los revolucionarios socialistas
(Ludovico Silva).
Bolivia volvió a su rencor,
a sus oxidados gorilas, a su miseria intransigente, y como brujos
asustados los sargentos de la deshonra, los generalitos del crimen,
escondieron con eficiencia el cadáver del guerrillero como si el muerto
los quemara (Pablo Neruda).
¿Dónde estás, caballero, el
más puro, caballero, el mejor caballero? Encendiendo el hachón guerrillero
en lo oscuro, señora, en lo oscuro (Mirta Aguirre).
Che recuerda lo que ya sabemos
desde Espartaco y que a veces olvidamos: la Humanidad encuentra en
la lucha contra la injusticia un escalón que la eleva, que la hace
mejor, que la convierte en más humana (Subcomandante Marcos).
Che era un insuperable soldado;
Che era un insuperable jefe; Che era, desde el punto militar, un hombre
extraordinariamente capaz, extraordinariamente valeroso, extraordinariamente
agresivo. Si como guerrillero tenía un talón de Aquiles, ese talón
de Aquiles era su excesiva agresividad, era su absoluto desprecio
al peligro… Muchas cosas pensó, desarrolló y escribió. Y hay algo
que debe decirse un día como hoy, y es que los escritos del Che, el
pensamiento político y revolucionario del Che tendrán un valor permanente
en el proceso revolucionario cubano y en el proceso revolucionario
en América Latina. Y no dudamos que el valor de sus ideas, de sus
ideas tanto como hombre de acción, como hombre de pensamiento, como
hombre de acrisoladas virtudes morales, como hombre de insuperable
sensibilidad humana, como hombre de conducta intachable, tienen y
tendrán un valor universal… elevemos nuestro pensamiento y, con optimismo
en el futuro, con optimismo absoluto en la victoria definitiva de
los pueblos, digamos al Che y con él a los héroes que combatieron
y cayeron junto a él: ¡Hasta la victoria siempre! (Fidel Castro).
Para saber que está completamente
prohibido llorar sobre los vivos y menos aún sobre los muertos.
Para abrazarnos a la Paz desde
las barricadas de la guerra. Para prestarle al Comandante su montaña,
su sierra, sus morteros; su soledad, su naufragio, sus planos, sus
trincheras, sus secretos; su escondite, sus manos y portentos; para
empuñar fusiles nuevamente.
Para prestarle su mochila,
su escopeta, su carabina, su boina, su barba, su estrella, su bandera
o arrechera; su revólver, su camisa, guayabera y documentos.
Sus botas, su pistola, su dolor,
su ternura, su sonrisa, su tormento y recovecos; su frente, su fusil
y sus morteros; su fuerza, su foco, su asma, su garganta y su pañuelo.
Su morral, su memoria, sus
veredas; su nobleza, su magia y suerte y comunión y poesía y espera;
el tiempo que le falte para una Nueva Era (Pablo Mora).
CREDO
DEL CHE

___________________
El
Che Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.
Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monge
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers).
Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices.
Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento.
En vista de lo cual no le ha quedado al Che otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.
(Roque Dalton)
_________________________
CONTACTAR CON EL AUTOR: moraleja[a]movistar.net.ve
-
Enlaces relacionados:
Mi campaña junto al Che:
selección de textos, fotografías y traducción al francés por Michel
Gladu, del libro del mismo título de Guido «Inti» Peredo l
CHE: Número especial de la Revista Isla Negra l
La imagen inmortal del Che -
L'image
immortelle du Che (Víctor Montoya) l
Evita y el Che Guevara: dos mitos argentinos. Leyendas de pasión
(Gabriel Cocimano) l
Hasta siempre, comandante (José Miguel Jiménez) l
Yo maté al Che -
J’ai Tué le Che (Víctor Montoya) l
Pasajes y personajes
de la guerrilla de Ñancahuazú (Víctor Montoya)
-
Imágenes (orden descendente): Retrato de El Che,
por Alberto Korda |
El Che con su familia (en Wikimedia Commons; dominio público)
|
Firma del Che (en Wikimedia Commons; dominio público).

|