Algo más que palabras
por Víctor
Corcoba Herrero
El cultivo demócrata
en barbecho
Yo también soy de los que piensan que una democracia
sin un cultivo demócrata que la sostenga, se tambalea. Sencillamente,
porque la democracia precisa labranza ética, sino se debilita y acaba
entregándose a poderes dictatoriales. Siempre es saludable avivar la cultura
democrática, sobre todo para que las libertades coexistan y para que la
justicia como servicio público, haga justicia. Nos hace falta. Esto conlleva
modos democráticos de vida. El tejido demócrata no admite puntadas sin
hilo moral. Son los llamados valores de la democracia, tan necesarios
como vitales, los que han de regir de manera transparente para convencer.
Yo también soy de los que quiero reclamar más
democracia y mejor democracia para mi país, para que el ciudadano pueda
tener opinión personal propia sin trabas, y pueda manifestarla y hacerla
valer desde el respeto a todo ser humano. Una democracia auténtica es
más que un acatamiento formal de las reglas, es el horizonte de la apertura
y de la aceptación, de la pasión por el bien común como abecedario del
entendimiento. Por tanto, el ordenamiento para ser verdaderamente democrático,
necesita poner en valor los valores; y el cultivo democrático, cuando
germina de la ética, es capaz de inspirar consensos de diálogo tan precisos
para la convivencia. No pocas veces habría que elevar la voz, en estos
tiempos de abundancia para unos y de marginalidad para otros, allí donde
se violan o manipulan los derechos inalienables de la persona.
Yo también soy de los que desearía que dentro
de un clima más poético que político, se pudiese participar limpiamente
en la vida democrática sin otra limitación que el diálogo, sin privilegios
ni discriminaciones, sin renunciar a proponer algo en doquier foro y en
doquier lugar. ¿Para qué sirve la política partidista que no busca entenderse
y atender a todos los ciudadanos? En cualquier caso, creo que no podemos
resignarnos a aceptar la inequidad y la injusticia social como algo que
ahí está y que no se puede hacer nada para remediarla.
Yo también soy de los que digo que la democracia
necesita de la natural ley, si no quiere ir contra todo lo que pretende
amparar y estimular. Cuidado con esas democracias que divinizan a las
personas. El ético cultivo demócrata huye del egoísmo, de todo afán por
dominar al prójimo. A juzgar por la realidad, creo que se hace necesario
un discernimiento democratizador, donde cada uno, los de sin voz también,
puedan dar rienda suelta a sus energías y proyectar sus ideas. Redescubrir
cultivos democráticos en la ley natural, según la visión de cada cultura,
entiendo que es la clave para el éxito de la convivencia democrática.
Dejar que las mayorías o los más fuertes nos impongan sus criterios del
bien y del mal, es la estupidez antidemocrática más grande.
Sólo hay un bien: el conocimiento. Sólo
hay un mal: la ignorancia. Palabra de Sócrates. Ha llovido desde entonces,
pero su lección sigue viva, a pesar del temporal del tiempo.
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Víctor
Corcoba es un escritor que vive en
Granada; licenciado en Derecho y Diplomado en Profesorado de E.G.B, tiene
varios libros publicados.


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