Torres de Nueva York

Catálogo de incertidumbres

Teódulo López Meléndez

Si bien la expresión Nuevo Orden Mundial ya había sido utilizada desde los tiempos del presidente Wilson, fueron George Bush (padre) y Mijaíl Gorbachov quienes la trajeron a este tiempo de donde queremos comenzar. Era una expresión para redefinir el tejido mundial al término de la Guerra Fría. Gorbachov pedía una especie de autoridad central conferida a la ONU que incluyese autoridad para recaudar impuestos y una fuerza de policía internacional que actuase como gendarme global, justificando su propuesta en que occidente se había apropiado de la globalización y que las naciones ricas se seguían aprovechando de las pobres. Gorbachov repitió su discurso en cuanta institución u organización visitó. La expresión volvió a ser utilizada por el Presidente Bush (padre) en un discurso que vaticinaba la guerra del golfo.

Frente a la caída posterior de la URSS Francis Fukuyama publicó El fin de la historia donde proclamaba que, al terminar el enfrentamiento ideológico de la Guerra Fría, el mundo de la política y de la economía estaría dominado por el pensamiento neoliberal que habría definitivamente vencido a las utopías. El motor de la historia, esto es, el deseo de reconocimiento, se había apagado y en consecuencia el liberalismo democrático reinaría único sobre todo el planeta.

La irrupción del terrorismo y del fundamentalismo islámico llevó a Samuel Huntington a la publicación de su libro El Choque de civilizaciones. Ya la guerra no sería entre ideologías enfrentadas, sino entre civilizaciones, retomando así un viejo concepto de Arnold J. Toynbee, aunque modificándolo, en lo que obviamente era una respuesta directa a Fukuyama. El atentado de Nueva York dio bríos a esta tesis y las concreciones del ataque a Afganistán y la segunda guerra contra Irak mostradas como la respuesta de la civilización occidental al planteamiento teórico de Huntington.

Era la última década del siglo XX que se ramificaba sobre el inicio de un nuevo siglo y de un nuevo milenio. El historiador británico Paul Kennedy publicaba Preparing for the Twenty-first Century (1993). Estaba presidido por la fama de su constante trabajo que encontraba expresión en el voluminoso The Rise and Fall of the Great Powers (1987). Su último libro The Parliament of Man (2006) lo dedica a estudiar el presente y el futuro de las Naciones Unidas.

Kennedy no aporta datos que consideremos de alto interés sobre el rumbo que tomará el mundo, aunque elenca los grandes problemas como los cambios demográficos y en las finanzas, las comunicaciones, la agricultura, la biotecnología y el medio ambiente. Quizás sea el primero que tuvo el acierto de agrupar a los países de un nuevo polo, aunque consideraba tal a China, Japón y la India. Bien sabemos que después se estableció la denominación BRIC para el conjunto de Brasil, Rusia, India y China. Kennedy no pareció entender el fenómeno que se daría en llamar glocalización —con un resurgir de lo local, de las formaciones intermedias y de la globalización—, al tiempo que proclamaba el resurgir del Estado, lo que es contrario a la realidad de deterioro del Estado-nación.

Otro brillante historiador británico, esta vez marxista, afrontaba en su pensamiento los desafíos del mundo de la primera década del nuevo milenio. En 2002 Eric Hobsbawm publicaba Sobre la historia. Su listado de incertidumbres variaba notablemente de las de Kennedy. Su mirada se centra en este libro en la hegemonía mundial, la guerra del siglo XXI, la dualidad entre derecha e izquierda, el futuro de Europa, la tendencia fundamentalista en las grandes religiones, las grandes migraciones, la complejidad del presente y la receta para entender el mundo actual.

Una idea lo ronda, una en la que todos vemos la única posibilidad: la gente tomando decisiones y determinando los acontecimientos. Hobsbawm lo delinea como la gente corriente (preferiríamos hablar de ciudadanos) como factor constante de las grandes decisiones y no necesariamente por la vía de las revoluciones, sino como actor de todo momento.

Ahora bien, lo que nos interesa aquí es intentar una mirada sobre la política global. Es evidente un declive de las hegemonías, aunque occidente, y fundamentalmente los Estados Unidos, sigue proyectando una influencia determinante, como bien lo señala Hobsbawm, por su enorme capital acumulado en educación y en las instituciones científicas. En consecuencia, comencemos a entender, como creemos lo ha hecho el presidente Obama, que la preponderancia no se mantiene ahora sobre el poderío militar.

Paul Kennedy, conocedor de la historia de los imperios como el que nadie, se ha ocupado del norteamericano. Su tema central ha sido el ascenso del moderno Estado Europeo y, claro está, los imperios, por lo que ha mirado a los Estados Unidos considerando que padecía de una «sobreexpansión estratégica», lo que, a mi entender, ha sido perfectamente entendido por el presidente Obama. En un imperio, decimos nosotros, hay una relación directa entre expansión económica y gasto militar. El déficit comercial y público, más una deuda gigantesca, más los abusos de los centros financieros, llevaron a la crisis reciente norteamericana. Un gobierno que entiende los trasfondos de la realidad del nuevo siglo necesariamente se topa con una economía más lenta. Los recientes resultados en las elecciones legislativas de mitad de período reflejan la nueva situación. Hay una gran falta de coherencia social y muy poco entendimiento de parte de la población de las nuevas realidades mundiales. Sobre la eventual decadencia hay que insistir en que Estados Unidos se mantiene gracias a la educación y a la investigación tecnológica.

Sin embargo, me quiero referir a una observación concreta de Paul Kennedy sobre el imperio británico. Recuerda con acierto que una élite inglesa viajaba por el mundo, iban y venían de África y la India, mientras Estados Unidos parece seguir encerrado sobre sí mismo, siendo seguramente la época de John Kennedy la última en que el mundo miraba con atención a los norteamericanos y estos no recibían sólo insultos. Bush fue el último presidente que basó su estrategia sobre el poder militar. Obama es el primero que no lo hace y paga las consecuencias.

Ahora Obama se involucra en la repetición de un diálogo entre sordos al forzar el reinicio de las conversaciones entre judíos y palestinos, con un presidente de la Autoridad Palestina disminuido por el control disidente de Hamas sobre la Franja de Gaza y con un gobierno israelí de derecha que tiene en su interior a fundamentalistas de las condiciones del Ministro del Exterior Avigdor Lieberman. Lo hacemos porque nuestro paso siguiente es el asunto del Oriente Medio, las relaciones entre Israel y Palestina como foco de la gran perturbación mundial y seguramente como causa eficiente, en muchos aspectos, del desarrollo que tomará la política mundial.

Sobre esto, y mientras escribo, se produce un hecho a mi entender relevante. Una decisión de la UNESCO se refiere a la Tumba de los patriarcas en Hebrón y a la Tumba de Raquel como «sitios palestinos que constituyen tesoros culturales que ese pueblo desea proteger y compartir con el mundo», agregando que la Tumba de Raquel es una mezquita. Por supuesto que la decisión provocó la inmediata ira israelí que anunció el fin de su cooperación con la UNESCO. Lo que el gobierno judío olvida convenientemente es que estos dos sitios situados en territorio bajo administración palestina fueron colocados en la bandeja del conflicto por una declaración suya que los establecía como lugares de interés nacional israelí.

Es obvio que ambos pueblos tienen interés en estos sitios, ambos sitios son sagrados para judíos y musulmanes y su destino ha debido ser objeto de conversaciones en un arreglo de paz, pero ya vemos que por el camino del diálogo directo, y bajo las actuales circunstancias, el avance es nulo. Lo que nos interesa destacar con este incidente es como el ingrediente religioso vuelve a posesionarse de la política inflamando un conflicto y reduciéndolo a un planteamiento exclusivista insuperable. Y la lista de sitios produciendo conflictos se puede alargar, muchos de los cuales se remontan a más de un milenio recordando a algunos la tesis de recurrencia histórica en el enfrentamiento religioso.

Un ángulo interesante es la decisión misma de la UNESCO si la miramos como una de un organismo multinacional sobre el conflicto. Y no me refiero a temas como las innumerables decisiones del Consejo de Seguridad sobre asuntos puntuales. Me refiero a una tendencia que he defendido y que pasa por la creación del Estado Palestino por una resolución de las Naciones Unidas. Quizás la decisión de la UNESCO sea la muestra de la impaciencia de la comunidad internacional por atender lo que será un asunto clave en el siglo XXI. La crisis misma de la ONU, y las exigencias que brotan desde todos los resquicios sobre su inoperancia y necesidad de transformación, podría encontrar traducción en hechos, en una decisión global de gran envergadura.

He aquí, además, sobre dos monumentos históricos, que se replantea la envoltura religiosa sobre la política. Es menester ir a una injerencia de la política sobre lo religioso y mirar en detenimiento esto que llevó a Huntington a reclamar un choque catastrófico.


La ilógica contra el Islam


Si Giovanni Sartori no concluyese en tesis más que discutibles podríamos valorar mejor los planteamientos teóricos que formula en La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros. En cualquier caso ha abordado la gestión de la diversidad cultural sometida a prueba por las mareas migratorias y que, según él, ponen en peligro la identidad liberal europea. No obstante sus consideraciones definitorias de pluralismo implican el valor de la tolerancia, una sociedad de asociaciones múltiples y una diversidad política, aunque no podemos compartir la tesis de multiculturalismo como opuesto a las tendencias comunitarias. El error es que parte del Estado, de su coherencia, y sabemos bien que si algo se diluye es el Estado-nación. Sartori piensa que podría arribarse a una ciudadanía diferenciada lo que acabaría con los fundamentos básicos del Estado de Derecho u omniinclusividad de las leyes. El asunto está en que Sartori, sin decirlo, parece asegurar que los musulmanes son inintegrables. Ese supuesto valor de rechazo a la democracia es combatido por uno de los especialistas más reconocidos sobre el tema, Fred Halliday, quien sostiene, por el contrario, que la secularización del musulmán aumenta cuando emigra y y el islamismo acaba convirtiéndose en un proceso individual sin consecuencias públicas para agregar que el problema no está en otra parte distinta de los anfitriones-receptores.

Muchos coinciden en que está radicado en el temor a la incertidumbre al que los estados occidentales deben responder. De manera que reacciona derivando todo hacia el terreno del combate al terrorismo. Le pasa al mundo occidental lo que le pasó a Europa cuya desorientación identitaria pluralista fue arropada por la alteridad demonizante. Se crean enemigos donde no debería haberlos.

Lo cierto es que los emigrantes llegan —ya es imposible que no lleguen— y por ello un excepcional español, José Daniel Barquero Cabrero, ha puesto sobre la mesa su tesis Method Persuasion System – MMPS (en Cómo evitar el choque de culturas y civilizaciones). Al hablar de los diferentes ángulos de la multiculturalidad inserta la visión comunitaria que permite la coexistencia y el desarrollo de los miembros de las diferentes culturas en una interculturalidad de respeto y equidad que contemple las libertades fundamentales y un enriquecimiento que da flexibilidad a la comunicación. Pero va más allá al recordar que se rompe el modelo económico-financiero, el que da paso a la economía real, lo que exige la inclusión de nuevos valores atentos a la globalización y que tengan en cuenta la complejidad e incertidumbre de nuestro mundo. Eso implica mirar los Derechos Humanos no como una exclusividad de occidente sino como el conjunto relativo a bienes primarios que incluyen a toda persona. La sociedad receptora debe, entonces, al tiempo que hace respetar sus valores, imbuirse de reconocimiento y valoración del pluralismo cultural y religioso.

Barquero Cabrero pone la reflexión en números: si se reduce la población mundial a cien habitantes nos daría este resultado: 55 asiáticos, 21 europeos, 14 americanos y australianos y 10 africanos. Por color: 30 de raza blanca, 50 de raza amarilla y 20 de otras razas. De allí llama a la educación y a los medios de comunicación a evitar demonizaciones y a combatir la falta de diálogo y comprensión entre distintas civilizaciones y culturas.


La nueva imbricación de política y religión


Si algo caracterizó la casi totalidad de la pasada centuria fue la separación entre política y religión. Posiblemente podamos encontrar el inicio de su nueva imbricación en la victoria del partido israelita Likud en la elecciones de 1977. En 1979 Jomeini asume el poder en Irán. En 1980 Ronald Reagan hace de la religión un estandarte. El brote de asalto a la política se produce desde las religiones monoteístas. Se acusa a la modernidad de un gran fracaso y se procura de nuevo el fundamento sacro de la sociedad. La conferencia islámica se hace una realidad. El centro del conflicto se localizó, y se localiza, en el tema israelí-palestino, amén del mencionado de búsqueda de una identidad en lo sacro.

Muchos analistas hablaron de un resurgimiento religioso que jamás se produjo. De manera que una de las paradojas consiste en gente cada vez más lejana de lo religioso y en las religiones tomando preponderancia política. Si bien escribo en los precisos momentos en que el papa Benedicto está por llegar a Barcelona en medio de protestas generalizadas, no dejo de recordar su polémica visita al Reino Unido. Quizás podamos definir la situación como un declive espiritual de las religiones paralelo a su injerencia en los asuntos geopolíticos producto de un estado de incertidumbre. La mezcla de religión y política le da a la primera la dimensión que pierde en otros terrenos.

Se ocupan los analistas del Islam fundamentalmente en el terrorismo fundamentalista. Por ello es bueno recordar que existen, además, el cristianismo, el budismo, el hinduismo, el confucionismo, el judaísmo, el brahanismo y el taoísmo, (sin que agotemos la lista) divididas quizás en cientos de expresiones diversas, más las llamadas sectas, las que podrán sumar miles. No obstante, nos interesan las monoteístas pues de su seno viene la conjunción religiosa-política. Y es entre ellas que se produce el antagonismo que ha conllevado a que se hable de «guerra de civilizaciones». Toynbee escribió que ese antagonismo e intolerancia provenía de una transferencia propia del sentido absoluto de lo divino al sistema concreto de fe y que eran sus numerosas coincidencias e identificaciones lo que provoca, paradójicamente, sus enfrentamientos. En otras palabras, esos conflictos conllevan a su absolutización en el terreno de lo político. El mundo musulmán, en décadas pasadas, no se apoyaba en gran manera en su baza religiosa, pero la gran derrota en la Guerra de los Seis Días y la evolución de Israel llevó a otras consideraciones que podían proyectarse a que el fracaso se debía al abandono de los preceptos religiosos. La derivación terrorista de algunos sectores islamistas no se haría esperar, aunque la casi totalidad de los Estados no se inmiscuyeron, aunque algunos soterradamente financiaron y financian a esos grupos más por intereses geoestratégicos que por otras razones. En cualquier caso aparece la versión del islamismo como ideologización o politización del Islam que, hay que destacarlo, está dividido en derecha e izquierda y en numerosas versiones, tal como hay numerosas iglesias cristianas. Los sucesos políticos tomaron su expresión feroz en los enfrentamientos entre israelíes y palestinos lo que motivó a la gran y variada comunidad musulmana a buscar formas de organización y al brote de grupos como el de Hamas en la Franja de Gaza o Hezbollah en un fragmentado Líbano. Las expresiones las conocemos: referencias a los infieles, a la decadencia de la podrida sociedad occidental y, por supuesto, los emigrantes consideran sus valores superiores a aquellos de la sociedad donde el destino los condujo a aposentarse. Y el lenguaje posterior al ataque de Nueva York: eje del mal, justicia infinita, guerra al terrorismo.

Evidentemente se hace necesaria la devolución de lo religioso a la esfera privada, tarea nada fácil pues una vez abierta la caja devolver los fantasmas es harto difícil. La presencia de factores irritantes, fundamentalmente el problema israelí-palestino, continúa a llamar a la religión al plano de la acción política. Quizás Fred Halladay, vista la localización geográfica de los orígenes del conflicto, nos dé señales en sus libros El Islam y el mito del enfrentamiento y The middle East in International Relations.

Halladay, a la par de negar enfáticamente la confrontación entre occidente y el Islam (lo llama «mito de la confrontación») da su particular visión de la revolución iraní de 1979 la que para él no es más que un movimiento populista característico del tercer mundo. Y va más allá: le parece peronismo. De manera que el origen de la revolución iraní estaría en las mismas razones que en América Latina, tales como desigualdad, corrupción, ausencia de democracia y dominio extranjero del petróleo.

El orden de análisis pasa por el fin de la Guerra Fría, la caída del comunismo y el surgimiento de movimientos fundamentalistas islámicos. Huntington y los fundamentalistas se dieron la mano, convirtiéndose el «choque de civilizaciones» en mito propagado por sectores interesados tanto en Occidente como en el Islam y, sin negar los obvios conflictos, se niega a la par a situarlo en la Edad Media. De esta manera el brillante analista británico consigue que la causa de los conflictos es esencialmente secular y por su ubicación tercermundista. Ante los argumentos en contrario recuerda el pasado colonial, el populismo o la dominación extranjera, de manera que la única originalidad que consiguen las revoluciones en esa parte del mundo es el giro islamista con que son envueltas.

De esta manera el que hable de la amenaza islámica como si lo fuera religiosa está absolutamente equivocado. Hay 54 países islámicos con los mismos conflictos que los no islámicos, conflictos derivados por el precio de las exportaciones, por los mercados o por el carácter histórico. Si se sigue esta lógica de análisis la respuesta a la intromisión religiosa en la política sólo puede ser contrarrestada por una mayor de la política en el asunto religioso, considerando que el fundamentalismo nace por el fracaso del secularismo modernizador y que algunos regímenes islámicos se sostienen proclamándose guardianes del Islam, mientras del otro lado la industria armamentista y la derecha más obtusa reclama más armas para hacer frente a la supuesta amenaza.

Los terroristas son una minoría escindida y dañina. Las civilizaciones no son la fuente del conflicto. Sin embargo, terroristas, fundamentalistas y extremistas occidentales, muchas veces con la ayuda de los grandes medios, han puesto sobre el escenario una islamofobia que se ha convertido en un elemento concreto de la política internacional y de la interna de muchos Estados.

Las acciones de intemperancia llevan a un brote de islamofobia en Europa encarnado en una extrema derecha que ocupa posiciones. Los ejemplos son muchos, como el holandés Gert Wilders quien ha visto triplicada su votación. En Alemania Thilo Sarrazin asegura en un libro que Alemania se deshace. En Suiza, Oskar Freysinger, del Partido Popular, advierte que la inmigración islámica pondrá fin a la Europa de las luces. Aquí y allá se suceden prohibiciones.

La aparición del Tea Party en Estados Unidos debe tomarse también, en buena parte, como ejemplo de la irrupción religiosa en la política, porque elementos religiosos tiene. Sus planteamientos de vuelta a los orígenes filosóficos constitucionales aparecen envueltos en elementos nacionalistas, de agudo individualismo sustentados en un manto religioso. Ese nacionalismo es extremo, de bases étnicas y racistas, de restitución de la misión imperial que canta a la violencia y a la fuerza física. Es obvio que una fuerza sobrehumana entienden acompaña sus designios, una que bien parece ser una mezcla de destino manifiesto, historia y Dios. El 98 de los militantes del Tea Party es blanco, los intelectuales son el objetivo predilecto de sus iras, sus promociones van sobre valores militares y religiosos. Es la encarnación del fundamentalismo del otro signo en territorio norteamericano.

Sus líderes provienen de la llamada Corporate Class (mediana y pequeña burguesía) y así su ideario económico es una defensa exacerbada del mundo empresarial, de la responsabilidad fiscal, de la familia y de combate a un Estado que debe dejar de proteger con seguridad social pues debe volverse al viejo cuidado de los valores familiares.

Este brote religioso y la intemperancia que consigue expresión política, ya sea en Europa o en Estados Unidos, recuerda un tanto al antisemitismo de los años veinte y treinta europeos. El Estado-nación languideciente parece encontrar así un recurso con que detener su caída. Edward Said dijo que en lugar de hablar de choque de civilizaciones correspondía hablar de choque de definiciones. También en los veinte y treinta se prohibía el kipá (gorro ritual judío).

Los peligros mundiales reales y verdaderos son otros. Son los que enumeran intelectuales tan distintos como Paul Kennedy y Eric Hobsbawm, como los que enumeran otros muchos, donde la desigualdad, el hambre, la pobreza, los cambios climáticos o la injusticia recurrente ocupan espacio. Este mundo cambiante, este mundo en transición, ve, no obstante, hay que decirlo, brotes que pueden conllevar a un nuevo totalitarismo. La colocación de la religión en el terreno político es uno de esos elementos que nos hacen sentirnos aprehensivos y advertir.



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Teódulo LópezTeódulo López Meléndez (Venezuela, 1945). Novelista, poeta, ensayista y traductor de poesía. Ha publicado más de 25 libros. Entre sus novelas cabe mencionar La forma del mundo, Selinunte, El efímero paso de la eternidad y El indeterminado de cabeza de bronce. Su poesía está recogida en la antología Viaje en la comedia. Ha traducido a Pessoa, Ungaretti, Quasimodo y Montale. Entre sus ensayos destaca Por el país del hombre (Primera lectura del nuevo milenio). Codirige la editorial Ala de cuervo y la página web www.aladecuervo.net.

Blog del autor: teodulolopezmelendez.blogspot.com/
Leer otro artículo de este autor: La sombra de la imagen

* Ilustraciones: (Inicio) Twin Towers, fotografía por Pedro Martínez © | (En el texto) Tea Party Cross, By Benfeing (Own work) [CC0], via Wikimedia Commons.

▫ Artículo publicado en Revista Almiar, n.º 55, noviembre-diciembre de 2010. Página reeditada por PmmC en septiembre de 2019.

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