DEAD CAN DANCE, entre la tradición y la modernidad

Óscar Bartolomé Poy

Barridos por la marea de canciones chirles que a menudo nos provocan jaquecas con su reiteración machacona, podemos hallar, al modo de los expertos cribadores de pepitas oro, conchas nacaradas que deslumbran nuestra vista con sus reflejos irisados en medio de esa vastedad de arena blanca que es la música. Uno de esos prodigios de la naturaleza es el grupo de origen australiano Dead Can Dance, una propuesta a contracorriente capaz de mezclar la acústica con la electrónica sin perder por ello su trasfondo renacentista y medieval.

Dead Can Dance se formó en Melbourne en 1981 a iniciativa de Lisa Gerrard, vocalista, y Brendan Perry, guitarrista y segunda voz. Ambos compartían sus raíces anglo-irlandesas y su dilección por la música de sus antepasados, a la que añadían una fascinación por los instrumentos del Medioevo y por el romanticismo gótico. Por esa razón, al dar sus primeros pasos fueron etiquetados como un grupo gótico, aunque pronto se constataría que su música abarcaba un espectro mucho más amplio.

La elección del nombre del grupo fue fruto de una profunda meditación. La manera que encontraron Brendan Perry y Lisa Gerrard de hacer bailar a los muertos consistió en insuflar vida a instrumentos y música preteridos, como los temas Saltarello y The Song of the Sibyl, incluidos ambos en el álbum Aion, siendo el primero una danza italiana del siglo XIV y el segundo una canción popular catalana del XVI. De esta manera quisieron brindar un nuevo amanecer al sonido muerto, que no marchito, de otras épocas. En palabras de la angelical cantante: «Nosotros estamos buscando algo para descubrir el proceso de creatividad, de traer cosas inanimadas a las vida, de manera que éstas se expresen». Siendo éstas sus constantes vitales, es fácil suponer que sus letras hablen de la belleza perdida, de reinos ignotos y de la nostalgia de un pasado esplendoroso.

Brendan y Lisa fueron las piezas clave y los que se mantuvieron al frente de la formación durante la época de transición, aunque en el proyecto inicial también participaron Paul Erikson y Simon Monroe, que no tardarían en bajarse del barco. De todos ellos, el que tenía más experiencia era el guitarrista, pese a que nunca había firmado un contrato discográfico. Empezó a tocar en una banda punk australiana llamada Scavengers, que en 1979 cambiaría su nombre por el de Marching Girls. Un año más tarde, insatisfecho con la marcha del grupo, lo abandonó y se dedicó a experimentar con la música electrónica.

Tan sólo un año después de crearse Dead Can Dance, entrado el año 82, Lisa Gerrard y Brendan Perry tomaron la resolución de irse a Londres, al tiempo que los otros miembros permanecían en su país natal. Con ello buscaban el apoyo de una casa discográfica que editara sus discos, pues canciones no les faltaban. En Australia, donde nunca encontraron un respaldo a su concepto de música, sólo pudieron publicar el tema The Fatal Impact, incluido en una casete de la revista especializada Fast Forward.

Su búsqueda no se prolongó en demasía, y ya para 1983 firmaron con el sello discográfico de rock alternativo 4AD, bajo cuya égida habían crecido grupos tan influyentes como Cocteau Twins. Así pues, el camino estaba allanado, y ahora sólo tenían que meterse en un estudio de grabación para dar rienda suelta a su inmenso talento.

Su primer disco, titulado con el nombre del grupo, apareció en marzo de 1984. Era un compendio del trabajo realizado durante los últimos cuatro años, incluyendo el citado The Fatal Impact. La portada era especialmente significativa: una máscara funeraria de Papúa Nueva Guinea que, en opinión de Brendan, «era una parte de un árbol viviente y ahora está muerto, pero el maestro que la hizo la ha llenado con su propia energía de vida. Sólo piensa en la transformación de vida en muerte y de la muerte en vida». Una explicación más del porqué del nombre del grupo.

A finales de ese año fueron incluidos en el recopilatorio Dreams and Desires y contribuyeron con dos canciones al álbum It’ll End in Tears, su primera colaboración con This Mortal Coil, el grupo liderado por Elizabeth Fraser. También editaron un Maxi Single, Garden of the Arcane Delights, un título que bebía del célebre cuadro de El Bosco (que se puede admirar en el Museo del Prado), que posteriormente se convertiría en la carátula de su memorable disco Aion.

Su estilo poco convencional no pasó desapercibido, y el nombre de Dead Can Dance corrió como la pólvora en los círculos musicales más selectos. Su consolidación vendría con su siguiente álbum, Spleen and Ideal, evocativo título que recuerda a Baudelaire y que salió a la venta en 1985. Se hizo con el número dos en las listas independientes del Reino Unido y les valió la aureola de grupo de culto, todo un logro para una formación que no había sido profeta en su tierra. Enigma of the Absolute y Mesmerism sorprendían por su fuerza y riqueza de sonidos.

Los dos años siguientes los dedicaron a hacer giras, sin olvidar la composición. En 1987 su sello, 4AD, editó una antología y un vídeo llamados Lonely is an Eyesore, para los que prestaron dos de sus temas. Ese mismo año publicaron su tercer disco, Within the Realm of a Dying Sun, en el que dieron un giro a su estilo musical aumentando la presencia del componente electrónico y mezclándolo adecuadamente con los instrumentos acústicos, dando así lugar a una sonoridad impactante. En él destacaban canciones como Cantara, Summoning the Muse y Persephone. The Gathering of Flowers, que ponían de relieve la inquietud de Lisa y Brendan por los temas mitológicos. La figura de mármol de la portada, a su vez, era un símbolo de la muerte y del olvido.

En 1988 saldría su cuarto trabajo, bautizado con el mismo título que la conspicua película de Ingmar Bergman: The Serpent’s Egg, un acercamiento más decidido a la música medieval. La primera canción del disco, The Host of Seraphim, era sencillamente celestial, y fue gracias a ella que entré en conocimiento de Dead Can Dance, por lo que guardo un recuerdo especial de ella. También contenía temas de una gran belleza y serenidad como Chant of the Paladin y Song of Sophia.

A finales de ese mismo año Dead Can Dance dio el salto al cine componiendo la banda sonora de la película El niño de la luna, de Agustín Villaronga, película en la que la propia Lisa Gerrard se reservó un papel. La relación del grupo con el cine tendría continuidad en años posteriores. Su aportación más notable fue al filme Baraka (1993), del director americano Ron Fricke. Aunque el compositor principal era Michael Stearns, la canción más destacable era la mentada The Host of Seraphim, que embellecía como pocas veces se ha visto las imágenes (esta misma canción se escucharía años más tarde en el dramático final de La niebla, de Frank Darabont). Casi al mismo tiempo, contribuían con dos temas a la película Sahara Blue, de Héctor Zazou, y a Angels of Perversity, de Elijah's Mantle y Mark Ellis.

La particular comunión de Dead Can Dance con la tradición y la cultura españolas culminaría en 1990 con Aion, su quinto disco y probablemente el más completo. Además de las citadas canciones instrumentales rescatadas de la Edad Media y del Renacimiento, se podían escuchar vibrantes temas como Black Sun, con la voz profunda y oscura de Brendan más sugestiva que nunca.

Los años siguientes los invertirían en giras por EE.UU., país que todavía no habían pisado, y en producciones teatrales. En 1992 Dead Can Dance publicó su primera antología, A Passage in Time, editada por Rykodisc.

El año 1993 marcó un antes y después en su trayectoria. Por un parte, lanzó su sexto disco, Into the Labyrinth, su mayor éxito de ventas hasta la fecha. Canciones como The Ubiquitous Mr. Lovegrove o Yulunga les reportaron una merecida fama incluso en Norteamérica. De otro lado, las diferencias entre los dos componentes del grupo se intensificaron hasta el punto de optar por vivir en diferentes países donde componer en solitario y encontrarse sólo para la grabación. Brendan Perry se instaló en la frontera entre Irlanda del Norte y Eire, en una vieja iglesia que adquirió y que se llama Quivy Church. Lisa Gerrard, por su parte, regresó a Australia. El desencuentro tenía como razón de ser dos puntos de vista opuestos sobre lo que debía de ser Dead Can Dance en el futuro: el guitarrista quería dotar de mayor presencia a los teclados y sintetizadores, mientras que la vocalista abogaba por unos arreglos más orquestales.

Pese a las diferencias insalvables, Dead Can Dance publicó dos nuevos trabajos: Toward the Within (1994), un disco y vídeo con las grabaciones de su gira internacional, y Spiritchaser (1996), su octavo y último álbum. Brendan y Lisa pusieron su voz a las nuevas composiciones, pero nunca las cantaron a dúo. Este disco, con The Snake and the Moon como tema principal, recordaba a la música de sus inicios. Entre medio, Lisa Gerrad hizo su debut en solitario con The Mirror Pool (1995), compuesto por temas descartados de los discos de Dead Can Dance.

Por desgracia, en 1998 se confirmó lo que se venía anunciando, y el grupo se disolvió después de diecisiete años de brillante existencia, dejando un vacío irremplazable. Así pues, cada uno emprendió su camino en solitario. Hasta el momento, Brendan cuenta con un solo disco en su haber: The Eye of the Hunter, del 2000. Lisa, por su parte, se ha mostrado mucho más prolífica. A The Mirror Pool le siguieron Duality (1998), con Peter Bourke, Whale Rider (2003) e Immortal Memory (2004), con Patrick Cassidy. Además, su interés por el cine se ha acrecentado, y ha colaborado en películas estimables como El dilema (1999) y Ali (2001), ambas de Michael Mann, y, sobre todo, Gladiator (2000), de Ridley Scott, quien casi tuvo que ponerse de hinojos para que participara después de su negativa inicial. Por suerte, aceptó la invitación tras serle enviado el montaje provisional, y de este modo compuso, al alimón con Hans Zimmer, una de las mejores bandas sonoras que yo recuerde.

Aunque la sombra de Dead Can Dance sea alargada, quizá la disolución del grupo haya repercutido en beneficio de la libertad creativa, tal como expresó en su día Brendan Perry, y, al mismo tiempo, haya servido para ofrecernos a la mejor Lisa Gerrard, que es la que vive en armonía con el cine. Por añadidura, las puertas para una reconciliación no están cerradas, pues este mismo año se han reunido para hacer un nuevo tour. Habrá que esperar.

💿 Discografía

Álbumes

Dead Can Dance (1984)
Spleen and Ideal
(1985)
Within the Realm of a Dying Sun
(1987)
The Serpent's Egg (1988)
Aion (1990)
Into the Labyrinth (1993)
Toward the Within (1994)
Spiritchaser (1996)
Memento (2005) (disco simple de
grandes éxitos)

EPs

Garden of the Arcane Delights (1984)

Compilaciones

A Passage in Time (1991)
Dead Can Dance (1981-1998) (2001)
Wake. The Best of Dead Can Dance (2003)

Contribuciones

It'll End in Tears (1984)
Lonely Is an Eyesore (
compilación de 4AD, 1987)
El niño de la Luna
(Banda sonora, 1988)
Baraka (Banda sonora, 1992)


___________________
Óscar Bartolomé Poy nació en 1978 en Baracaldo, pero ha pasado toda su vida en Bilbao, cerca del lugar donde nació don Miguel de Unamuno. Es licenciado en Periodismo y en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Leioa, lo que muestra bien a las claras dos de sus pasiones: la literatura y el cine. Desde siempre ha cultivado una panoplia de géneros literarios, que van desde el cuento a la poesía, pasando por el aforismo. Es autor de los poemarios Te quiero, no lo olvides. Poemas para Psyche (editorial Belgeuse) y La luz de tu Faro (editorial Bubok). También hace crítica de cine y ha escrito y dirigido un cortometraje titulado Un billete para el mañana. Algunos de sus poemas pueden leerse en su blog La luz de tu Faro, dedicado a la memoria de la poeta asturiana Sara Álvarez.


IMÁGENES ARTÍCULO (orden descendente): Dean Can Dance4, By GothEric from Italy (4392) [CC-BY-SA-2.0], via Wikimedia Commons | Lisa Gerrard The Forum Melbourne April 2007, By Damien Wise [CC-BY-SA-2.0], via Wikimedia Commons | Dean Can Dance - Brendan Perry, By GothEric from Italy (4386) [CC-BY-SA-2.0], via Wikimedia Commons.

📰 Artículo publicado en Revista Almiar, n. º 48, septiembre-octubre de 2009. Reeditado en agosto de 2019.

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