Guy de Maupassant y «El Borracho»
por Alejandro Tobar
El borracho, de Guy de Maupassant, es uno de los cuentos más viscerales que existe en la literatura francesa. Con una extensión que apenas abarca ocho o nueve páginas, esta narración no ofrece simplemente una visión cruel del ser humano cuando pierde el control y el uso de razón —estado de ebriedad— sino que va más allá y ofrece rasgos propios de la visión que de la vida tenía Maupassant (1850, ¿Castillo de Miromesnil? - 1893, París).
Con un tono que recuerda a la grandeza de Poe, también, al igual que el estadounidense, el autor galo cultiva el cuento fantástico y de terror. Si bien, no es éste el caso que nos ocupa con El borracho, que más bien se puede considerar como buena muestra del pesimismo indefectible que rodeaba la escritura del prolífico autor francés. Es difícil no remitirse a su biografía, y máxime cuando en muchos momentos es más fantástica que la propia ficción. No es menester de este artículo desmenuzarla aquí, pues en enciclopedias, revistas, folletos... la puede el lector encontrar con todo lujo de detalle.
Con una actividad literaria continua e incesante, Maupassant pronto se aupó a las más altas esferas literarias de la época. Suyos son títulos como Claro de Luna, Miedo, Cuentos del día y la noche, Miss Harriet o Bola de sebo.
Volviendo a El borracho, cabe destacar la facilidad con que desde el principio el cuento atrae al lector, con una prosa clara y sencilla. Además, se emplean recursos lingüísticos como el de la jerga o las frases coloquiales. La idea que el texto da de la ebriedad de los borrachos es magnífica, logra perfectamente que el lector visualice a un hombre despreocupado, renqueante, pasivo, ebrio. Cuando la historia parece recién comenzada, da un corte visceral y de manera trágica concluye. No diré más. Los textos de Guy de Maupassant merecen ser leídos.
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—Hala, Jérémie, hay que largarse.
El otro se puso en marcha con más trabajo, recuperó el equilibrio apoyándose en la mesa; después se dirigió a la puerta y la abrió, mientras su compañero apagaba la lámpara.
Cuando estuvieron en la calle, Mathurin cerró el establecimiento; luego dijo:
—Hala, buenas noches, hasta mañana.
Y desaparecieron en las tinieblas.
(Fragmento de El borracho)
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