Hacedor de sueños crueles y fatales
por Valeria Di Cicco

portada libro entre muros

El infierno no son círculos.
Hay parcelas, feudos, ciudades enteras.
Y este humildísimo pedazo de infierno,
este jardín con una sola flor, es el mío, es mi vida.
Abelardo Castillo

Este libro ha reunido su trabajo con una temática común: nos habla de una cierta claustrofobia, de un encierro real o psicológico, de una inevitabilidad de los hechos; imágenes de la desesperanza más total y absoluta, momentos intolerables, insoportables, casi inhumanos. Sus protagonistas no pueden con sus vidas, carecen de las herramientas para poder idear una salida de esos abismos oscuros donde moran —como peces ciegos— de una forma obstinada y cruel, golpeándose la cabeza contra muros (quizás) inexistentes, totalmente faltos de esperanza.

Hablar de los héroes de los relatos de Israel Alvarado Torres es hablar más bien de antihéroes, seres tristes, perdidos, ciegos y sordos a cualquier realidad que los pueda sacar de su desgracia, depresivos y pesimistas, en algunos casos, ya irreversiblemente muertos en vida, quizás arrepentidos de estarlo, quizá sólo agradecidos por ello; en otros casos, vivos pero cínicos e irónicos, torturados y tortuosos, sádicos y despiadados, casi calculadores, crudos en su frialdad… Pero siempre, en todos los casos, son seres sufrientes. Israel transmite su propio sufrimiento en sus relatos, deja ver su rechazo a un mundo injusto y hostil, se resiste a las inclemencias de estos tiempos con valores cambiantes o volátiles, diferentes tal vez a los que él soñó para su vida y su entorno.

El autor recorre varios estilos literarios que van desde los (crueles) monólogos interiores hasta los («asépticos») interrogatorios policiales o periodísticos. Se lo percibe ligeramente más cómodo escribiendo en primera persona donde juega con la identificación completa del lector con su propia tragedia, con su dolor, con su mundo precario y gris, con su sensibilidad que queda tan expuesta en sus páginas.

El lenguaje que utiliza en sus relatos también varía de acuerdo a la estructura argumental y al estilo elegido y va desde figuras metafóricas hasta la descripción casi objetiva y simple de una crónica. Lo que no falta en ellos son los finales cortos y, si se permite, fatales (como un baldazo de agua si se quiere) que ordenan el texto resignificándolo, ordenándolo, acomodando las piezas del rompecabezas para mostrar o redescubrir el sentido que finalmente tendrían todas las frases anteriores. En general, sus narraciones son breves, algunas brevísimas, en ellas explota la precisión y la exactitud y permite al lector completar aquello que falta pero se presiente (como un mal presagio). En otros cuentos se explaya, abre un espacio visual casi fílmico, como una cámara que persiguiera continuamente al protagonista y no desperdiciara ni el más mínimo detalle de su recorrido vivencial. De sí mismo, él afirma ser muy visual, «me gusta ver a la gente, a las cosas; me gustan las historias, los momentos claves. Una manera de tener estos momentos, esas historias presentes es capturarlas, verlas una y otra vez».

Israel transita los caminos de la fábula, del contar, del relatar, de una manera agónica y apocalíptica, su mismo título nos sumerge en una atmósfera de encierro, de impotencia, de opresión. La acción se desarrolla, en general, en espacios cerrados reales como cuartos o féretros pero también en esos estados mentales que remiten a la falta de salidas o de solución a conflictos, donde el infierno son los otros (Sartre) o uno mismo. En esos espacios reducidos, palpables y acotados, las acciones son atemporales, carentes de tiempo histórico, pueden ser de ahora, de hace diez años, de algún «cierto futuro incierto».

De su propia obra, Israel comenta que sus cuentos «tienen que ver con límites reales o ficticios que nos inmovilizan, que no nos dejan ver, que nos aplastan, que nos devoran, tienen que ver con sueños que son más soportables que la realidad y realidades que son tan insoportables como el sueño mismo».

No intento hacer un análisis exhaustivo de los textos de Israel, sólo un esbozo, una mera apreciación, la iluminación parcial y segmentaria de ciertos fragmentos para tentar al lector a leer su obra. No sólo una vez, varias veces, para encontrar lo que él dice tanto de la fotografía como de los libros: «los lees y los vuelves a leer y encuentras palabras nuevas, frases, imaginas diferente la historia». Invito a los lectores a hacer lo mismo y a disfrutar del viaje una y otra vez.


Israel Alvarado (México, 1978). Fotógrafo y narrador.
Entre muros
: Israel Alvarado; Ediciones del milenio (2010). México.
Artículo publicado en el n.º 53 (julio-agosto de 2010) de la Revista Almiar.



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