El camino de los ingleses
(De Antonio Banderas)

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Alicia Albares


Esperábamos con curiosidad la llegada a los cines de la segunda película del actor y realizador Antonio Banderas; no sólo por la fama que «nuestro intérprete más internacional» (como siempre se le apoda) ha conseguido con su meteórica carrera hollywoodiense sino también (y como razón principal) por el notable trabajo que desarrolló en la irreverente Locos en Alabama, película que, sin ser una obra maestra, demostró una habilidad narrativa y una composición de personajes digna y atrayente.

Sin transitar el mismo camino, la nueva producción del actor malagueño supone una incursión a fondo en un cine intimista, personal, difícil. Un cine que, según su responsable, condensa el tipo de películas que siempre quiso hacer. Quizá sea esta la explicación que se puede dar a un trabajo tan ajeno como el que nos presenta. Y digo ajeno porque, en su pretensión de virar hacia el terreno de lo psicológico, Banderas pierde el rumbo que le conecta con el espectador, extraviándose en un terreno de nadie compuesto de imágenes oníricas, pesadillescas, acompañadas de una voz en off hermosa, pero excesiva, tanto que roza los límites de lo grandilocuente. Si hubiera sabido continuar por la senda que inaugura su principio (extraña, compleja), sino hubiera tratado de abarcarlo todo, el filme podría haberse salvado como un atractivo y arriesgado ejercicio de estilo, con innegables pretensiones biográficas y alejado de cualquier anhelo de coherencia y narrativa fílmica al uso. El error proviene de la intención de componer, a un tiempo, una película que rezume lirismo y poesía en su estética pero que, también, cuente una historia apegada a lo terrenal, llena de clasicismo en sus personajes, desarrollo y desenlace.

Demasiada habilidad requiere el manejo de un binomio como éste. Tanto que, en el caso de Banderas, acaba por convertirse en una bomba de relojería a punto de estallar. Y es que, queriendo combinar estilos y alejarse de géneros, el realizador descuida a sus personajes, que flotan en el magma informe de los encuadres aberrantes, los elementos irreales, las palabras salidas directamente de la literatura, para pulular en el filme como fantasmas, sin hallar su lugar, sin lograr comunicar su auténtico sentido en la historia. De hecho, muchos de esos personajes resultan desaprovechados, pues prometen intervenir activamente en la narración para acabar componiendo un contexto malsano, en ocasiones vacío, que no aporta nada al resultado final que persigue el filme.

Y tal pérdida resulta aún más dolorosa si tenemos en cuenta las excelentes interpretaciones que ofrecen los jovencísimos actores nacionales que dan vida a los protagonistas (inigualables Alberto Amarilla, Raúl Arévalo o Fran Perea), secundados por intérpretes de sólida presencia y talento veterano (Juan Diego o la excelente Victoria Abril). Todos nos regalan un trabajo soberbio, malogrado por los agujeros de un guión que les arranca profundidad y les relega al terreno de lo anecdótico.

Lo mismo se puede decir de la trama que la novela de Antonio Soler pone a disposición de Banderas: una historia triste, símbolo del fin de la inocencia, metáfora de la incapacidad de alcanzar nuestros sueños de juventud, estudio sobre lo efímero del entusiasmo y la vitalidad de la post adolescencia. Materia bruta, rica, que queda diluida en la indecisión de un argumento que no sabe reinterpretar lo literario y convertirlo en lenguaje cinematográfico, consiguiendo un guión que camina con paso tambaleante entre el intento de hacer real el dicho «una imagen vale más que mil palabras» y el refuerzo (en muchos casos innecesario) de esas imágenes con una narración que no logra encontrar, del todo, su justificación. El resultado es un metraje lento, en ocasiones tedioso, carente de ritmo narrativo, que acosa al espectador con un torrente de palabras que no consigue procesar si desea recrearse en la belleza de una estética renovadora, extrema. Imposible de captar si además pretende comprender la lógica de la historia y profundizar en el universo de sus personajes.

Resulta admirable la intención del director, pues siempre hay que elogiar un cambio tan radical de estilo si comparamos Locos en Alabama con El camino de los ingleses. Si en la primera Banderas encontraba un hueco dentro del cine comercial, enriqueciéndolo con un toque único, que le otorgaba una calidad aceptable a un género muy utilizado (la road movie); en esta segunda busca con ahínco su sitio dentro del cine de autor, alejándose de todo convencionalismo, pero sin conseguir seducir al espectador, sin lograr darle sentido a sus símbolos o profundidad a sus personajes.

Demasiados focos abiertos, demasiadas aspiraciones para una película que podría haber sido excelente si se hubiese alejado de metas literario-poéticas para dejar hablar con voz propia a sus imágenes sin más, a los personajes desnudos en su dura complejidad, a su trama poderosa en su concepción. El mensaje hubiera resultado hipnotizante, conmovedor, sin necesidad de ser explicado y reiterado hasta la saciedad, habiendo logrado una película más cercana, más cálida. Nos encontramos, por tanto, ante un filme que podría haber sido sincero y honesto, pero que pierde su autenticidad al disfrazarse con las galas, siempre tentadoras, de los falsos rasgos de un auteur.


Alicia Albares Martínez, colaboradora de la Revista Almiar, trabaja en la actualidad para varias publicaciones locales del distrito de Vallecas (Madrid): Revista Santa Eugenia, periódico La Quincena, y, ocasionalmente, con la Revista 31, como coordinadora de la sección de cine. Escribe guiones cinematográficos y cuenta con algunos premios literarios juveniles. Estudiante de Comunicación Audiovisual, ha trabajado en cine como meritoria y auxiliar de dirección.
ruselina[at]telefonica.net


ILUSTRACIÓN ARTÍCULO: Antonio Banderas KVIFF, Por che (Please credit as "Petr Novák, Wikipedia" in case you use this outside Wikimedia projects.) (che) [CC-BY-SA-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], undefined.



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Revista Almiar (Madrid; España) - n.º 31 / diciembre 2006-enero de 2007
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