Spiderman III (de Sam Raimi)
Cómico y triste regreso (¿y despedida?) del Hombre Araña

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Alicia Albares


A veces, una se pregunta cómo es posible que el público siga confiando en una saga que, habiendo comenzado con buen pie (si se compara con otros proyectos parecidos, también con un personaje de cómic como punto de partida), se ha perpetuado en sus dos continuaciones sin ningún tipo de esfuerzo creativo por parte de sus responsables. El hecho de que la fidelidad de los amantes de Peter Parker y su alter ego superhéroe se mantenga intacta a pesar de los traspiés continuos por los que se caracteriza el caminar renqueante de sus secuelas, demuestra la naturaleza auténtica de los fans más allá de cualquier coyuntura. Y dicha cualidad les honra, porque motivos para abandonar su fe en la adaptación cinematográfica del héroe de la Marvel no les faltan. A pesar de todo, siguen convirtiendo un producto mediocre a todas luces en un verdadero logro en la taquilla. Quizá sea esta confianza ciega de los seguidores en las películas que protagoniza el Hombre Araña la baza garantizada que utiliza su realizador, Sam Raimi, para no detenerse lo más mínimo a reflexionar sobre el guión y puesta en práctica de una trama más de un personaje que siempre promete mucho más de lo que después demuestra dar de sí.

Porque si la segunda parte de Spiderman ya decepcionó a muchos en la inevitable comparación con su primera y decente presentación, mostrándonos situaciones carentes de toda originalidad como pilares de la cinta y desenvolviendo una maraña de relaciones personales tan simple y tópica como el peor culebrón de sobremesa con el fin de profundizar en los personajes (nada que ver con el curioso y romántico desenlace de la primera película), esta tercera incursión en el universo del post-adolescente metido a superhéroe es capaz de ir más allá en sus dimensiones y también en su escasa calidad. Pero, esta vez, sin ningún tipo de disfraz que pretenda mitigar el resultado: lo peor no es que el metraje sea más de lo mismo, sino que su responsable, consciente de ello, haya perdido todo vínculo con la seriedad narrativa y la dignidad de su personaje principal. Raimi parece en este tercer filme no tomarse nada en serio, ni a sí mismo ni a las marionetas estereotipadas en las que va convirtiendo, secuencia tras secuencia, a personalidades que, en la primera incursión, dieron juego y dejaron mucho por mostrar. Nos topamos, incrédulos, con un libreto tan poco coherente que insulta al espectador mínimamente exigente de verosimilitud (no es que pidamos a un cómic realismo científico, tan sólo un leve pero necesario esfuerzo por justificar el origen de los villanos que surgen de la nada, cada cierto tiempo, en la película), donde casualidades tan increíbles como facilonas resuelven, sin ningún tipo de honestidad con respecto a la trama principal, problemas que se plantean en la historia y que hubieran requerido una relativa atención para trabajarlas y sacarles partido (véase sino la génesis del tercer villano de la historia, uno de los pocos giros que no es previsible en la trama pero que se echa a perder al ser desarrollado a base de coincidencias espaciales de los personajes que no tienen lógica alguna con respecto a ellos mismos). Así, los ingredientes (por adición) que pretenden incrementar la grandeza de esta tercera (y no sabemos si última) entrega de las aventuras de Peter Parker, como por ejemplo la multiplicidad de enemigos que se enfrentan a él, no consiguen sino acabar con la seriedad de la cinta, pues convierten en cómicos momentos que aspiraban a resultar emotivos (la escasa composición del Hombre de Arena, magistralmente llevado a imágenes, hace que su redención provoque carcajadas involuntarias en la sala).

Si nos adentramos en las trayectorias personales de sus protagonistas, el panorama empeora aún más: la supuesta lucha interna del personaje de Spiderman, envuelta en su campaña publicitaria de un halo de complejidad, demuestra ser una excusa mediocre para convertirle en una patética caricatura de sí mismo. Quizá no se deba al guión (puede que se trate, exclusivamente, de la interpretación histriónica de un Maguire cada vez menos acertado), pero lo que queda no es más que un Spiderman «malote» en vez de malvado, en el cual la transformación hacia el lado oscuro pierde toda identidad por sí misma y no sirve para expandir las posibilidades de un personaje que se aplanó a partir de su presentación cinematográfica. Así, no es más que un viaje cómico para provocar risas previsibles en el público y arrancar del actor principal (que nunca fue el idóneo, pero que antes sabía defenderse) todo rastro de riqueza y virilidad. A pesar de su evidente regreso al buen camino, tras su paseo por el lado oscuro, no es posible recuperar la imagen de Spiderman como héroe, sino como payaso. No es mejor el cuarteto amoroso que pretende crear intriga y desavenencias entre la pareja protagonista, pues resulta tan poco apropiado y alejado de toda sensibilidad que no aporta nada al filme, es tan sólo un recoveco más de una historia sin construcción alguna, donde la suma de elementos no eleva nada, sólo acumula y vacía de toda esencia cinematográfica lo que podría haberse convertido en una buena película de acción.

Y es que, con la excusa de ser la tercera vuelta de tuerca de las andanzas de Spiderman, Raimi ha decidido luchar en demasiados frentes: malvados múltiples, transformaciones personales, desamores y traiciones, amistades rotas y recobradas, perdones y venganzas… Bien desarrolladas, tales pautas podrían haber dado tanto juego como prometen (para muestra, un botón: el estupendo empleo de parecidas herramientas en otra película de similar pero infinitamente mejor planteamiento, Batman Begins, de Nolan). Fuera de todo control, como es el caso, no son más que máscaras grotescas de un filme que parece una parodia de él mismo, una comedia involuntaria nacida de su fallida y nula composición. Veremos si la saga continúa y si alguno de sus responsables recupera, esta vez, la tan necesaria y olvidada cordura.


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Alicia Albares Martínez, colaboradora de la Revista Almiar, trabaja en la actualidad para varias publicaciones locales del distrito de Vallecas (Madrid): Revista Santa Eugenia, periódico La Quincena, y, ocasionalmente, con la Revista 31, como coordinadora de la sección de cine. Escribe guiones cinematográficos y cuenta con algunos premios literarios juveniles. Estudiante de Comunicación Audiovisual, ha trabajado en cine como meritoria y auxiliar de dirección.
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Revista Almiar (Madrid; España) / n.º 33 / abril-mayo 2007
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