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La Biografía Imposible
del Señor Desocupado


Juan Arabia

 

—Sean geniales, sutiles y grotescos —me dijo sonriente y meditabundo. Creí que trataba de llenar estos espacios con inútiles pensamientos, pero advirtió entretanto su capacidad lícita y persuasiva.

Entre cada una de las hojas borrosas, que hace mucho tiempo que desaparecieron del mundo (mundo exacto, perdón por la omnipotencia), dejó inscrita ciertas ideas que se repiten en cada uno de los momentos. Sea cual sea su causa, este manuscrito ahora yace en su inigualable paz, porque cada uno de sus antecesores cuerpos descubrió, para ahora redescubrir, estas meras descripciones insustanciales.

 

Ya no recuerdo su origen, quizás fueron pocos los elementos que lo llevaron a la inexorable e imposible diégesis. Por allí surgieron, y por allí murieron: leves letras, leves frases; inútiles todas (sean capaces de permitir estas ambivalencias). Recuerden que es exacta la tarea del escritor; forzosa tarea que implica no sólo imitar, sino rellenar y pensar en la ahora indescifrable línea de este minúsculo momento.

Evidentemente varios hechos, comprobados, menospreciados, vividos y nuevamente recordados fueron los que, a modo de utilidad insignificante, han vuelto en cada uno de estos días.

Crisol de paradojas, el eterno rencor del estar vivo. El último cuento mejor escrito, quizás alguien lo silenció para alterarlo a su antojo. Recuerdo varios escritos con estas cualidades (no me digan Kafka, por favor no piensen en él). Sea una diferencia abstracta la que ahora me une en primer lugar a mí mismo, me gustaría decirme algo, algo que quizás no sea de lo más encantador: quizás algún día te interese que te lean, que te entiendan, y que sepan lo importante que fue conocer cada una de estas palabras. Me gustaría que recuerdes que siempre piensas e inventas canciones y te las guardas y ¿por qué? Contestarme sería ilusorio, pero se pueden improvisar algunas respuestas. Las respuestas pueden surgir escribiendo o recordando otras cosas (me digo y me esquivo), acepto la propuesta y me dejo huir, a salvo. Ahora, que ya nada queda en este último margen, ya nada me alegra, y ya nada me permite regresar a lo que alguna vez fui, si es que alguien soy ahora, aquí escondido.

¿Puedo llenar injustamente estas páginas contándoles algo acerca de mí? Pero no es sólo una discusión, no es sólo algo que me permita establecer ciertos márgenes. Me dije muchas veces: «alegóricamente todo te está permitido». Déjenme entonces regalarles esto: «No pude ni podré ser el que escriba esto, ya que soy sólo, en todo caso, el que lo leerá primero y nada más». Sea cual sea el significado de lo que dije (no pienso releerlo, por lo menos no por ahora), me encantaría que entiendas que no son pocas las voces que en este momento hablan. Es una cuestión fácil, muy fácil; y ya en estos momentos estoy al borde de una felicidad que tratare de discernir en los siguientes párrafos.

La biografía imposible del señor desocupado comenzaría entonces de esta manera:

«Sé que la inocencia es una parte tan tuya como la mía, y es por eso que nos sorprendemos ante estas maravillosas melodías. Es por eso también, que somos muy felices y reímos mientras leemos o encontramos en los colores distintas puertas y diversiones. Es quizás la única manera de seguir estando despiertos frente a la indescifrable verdad, que por decirlo en pocas palabras, ya hace mucho tiempo que no nos interesa.

Puedo imaginarte de noche y despierto, caminando lento por la casa y en silencio, tratando de no despertar a nadie, y buscando en cada rincón, objetos perdidos y lugares vacíos. Allí están, y nadie los escucha; sea de noche, tarde o mañana, nadie los escucha. Y no es inmerecida la circunstancia, porque el secreto se halla en cada uno de sus lugares.»

¿Qué es lo que lo lleva a un escritor a olvidar que sus experiencias son las narradas? Por eso resulta o, mejor dicho, por eso se evidencia en cada línea la prudencia de quien escribe. También es esa la causa que permite fijar cada uno de esos pensamientos. La biografía del señor desocupado, era aquella que recordó una persona distinta a mí (que además escribe acerca de una persona que jamás llego a conocer). De aspectos múltiples y heterogéneos, se bifurcan las señales de estos personajes invisibles en su apariencia, sólo en su apariencia. Y una descripción vulgar no es justamente lo que sigue.

Puede decirse, ya a este nivel de sinceridad (nivel que permitió olvidar hasta mis pretensiones, mi estilo, mis verdaderas palabras, mis únicos secretos, mis últimos recuerdos), que no estoy comprometido con nada que no sea ese personaje. Mi parecer indica que cada una de estas líneas, intenta de alguna manera justificar esta tarde, y la próxima noche, y los siguientes días, y el tiempo; sobre todo el tiempo. Mi personalidad, su personalidad. Mi próxima tarde, una tarde para él y para mí, que jamás concilia en un punto, y que cuando lo hace (como ahora, por ejemplo), es incapaz de describir o permitir que uno o los dos juntos se hallen a salvo, en cada uno de sus imposibles lugares.


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Sin @ para evitar el spam CONTACTAR CON EL AUTOR: juanarabia(a)hotmail.com

ILUSTRACIÓN RELATO: MCEscherParvusz, By User:Eino81 (Own work (Own drawing)) [CC-BY-SA-3.0-2.5-2.0-1.0 (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0)], via Wikimedia Commons.