El diario de un súcubo
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Gina Halliwell
Los ojos de él se encontraron
con los ojos de ella. Por un instante, el mundo se olvidó por completo
de los dos. En la vida de él sólo estuvo ella y el cuerpo de ella
no deseaba a nadie que no fuese él...
—¿Pero
no te da miedo? —preguntaba ella.
Él
se acercó para besar su boca, estaba ansioso por beberla, el sudor
le escurría por la piel. Ambos disfrutaban de otra noche juntos, tal
vez la última.
Él
la esperaba sin una sola prenda encima, ella solía vestirse con las
células que le quitaba a su amante. No era la segunda ni la tercera
vez que se encontraban así. Esa habitación había sido escenario de
diversas peleas en las que él se deslizaba dentro del cuerpo de ella
y sentía una lengua hundiéndose en su boca como si fuera un cuchillo.
Las
manos de él jalaron el cabello de ella. Un poco más arriba, escondidos
entre los rizos negros, había dos cuernos rojos que combinaban perfectamente
con una cola roja terminada en triángulo.
Ella
era un demonio.
Pero
no era cualquier demonio. Era un súcubo. Los poderes de Luzbel estaban
a su servicio; eligió a su víctima luego de hacerle un horóscopo:
él era el indicado para saciar sus fantasías y esa gula sexual de
tres siglos.
Ella
no esperaría un segundo más.
La
primera ocasión lo visitó a media noche. Él no estaba dormido y se
sorprendió al ver que un demonio había entrado a la oscura habitación.
Ella vestía un top negro casi transparente, el ombligo se mostraba
como un reto y unos jeans negros con tacones rojos completaban el
cuadro. Ella notó la mirada del chico y se asustó al sentirse descubierta
(los humanos jamás deben vernos), pero decidió que sería más sencillo
seducir a un hombre despierto que a uno dormido. Ella caminó hacia
la cama, se quitó los tacones y se sentó en las piernas del chico;
él puso sus manos en la espalda de ella para ayudarla a equilibrarse
y sintió unos invisibles colmillos acariciando su oreja... Estaba
aterrorizado: los cuernos rojos brillaban frente a su rostro como
luces de neón, la entrada al infierno de Beetlejuice. Él sentía
miedo, pero sus manos no. Diez dedos resbalaron por el top
negro, llegaron a la cintura y se encontraron con las apetitosas costillas
del diablo. El chico abrió la boca, iba a pedir permiso, pero el súcubo
ya sabía qué deseaba. Ella se puso de pie para dejar que él la mordiera,
una lengua de bronce recorrió el ombligo dejando una marca de fuego
alrededor. El súcubo cerró los ojos, puso ambas manos sobre la cabeza
del chico y tirando del rubio cabello lo atrajo hacia ella...
—¿Pero
no te da miedo? —preguntó ella de nuevo, sacando al chico de sus pensamientos.
Él no recordaba lo que era el temor y había olvidado el arrepentimiento.
—Tengo
que irme —el súcubo se puso de pie. El amanecer se asomaba entre las
cortinas llenas de polvo.
—Quédate
—suplicó él.
El
súcubo caminó hacia la puerta, pero dudó un instante.
Ése
fue su gran error.
Ella
sabía que de cualquier manera sería castigada: desde el principio
la víctima descubrió que era un demonio. Ella lo siguió visitando
noche tras noche sin importarle que él no durmiera.
El
súcubo se había enamorado de ese humano.
—Haré
lo posible por venir esta noche.
—No
te vayas —insistió él—. Te castigarán.
El
demonio miró al chico directo a los ojos.
—No
es por eso.
El
súcubo atravesó la puerta. El chico corrió detrás de ella, pero sólo
había oscuridad rodeando su habitación. El demonio femenino había
desaparecido. Ni siquiera sabía su nombre. El primer rayo de sol inundó
las pupilas del chico, pero la luz no lograba borrar de su memoria
aquellos encuentros.
Él
tomó su cuaderno. Cada tarde escribía lo sucedido por si no volvía
a verla, pero ella siempre regresaba.
El
súcubo aparecía en cuanto el chico cerraba ese diario maldito...
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GINA
HALLIWELL
es
el seudónimo de la autora mexicana Jéssica de la Portilla Montaño.
Web:
http://todomepasa.com/blog/
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autora:
El hada
- ILUSTRACIÓN RELATO:
Fotografía por
Pedro M. Martínez ©)
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