Otra vez
esa sensación
La picazón que despierta furias
la ciudad parece un invento
nada es como lo recordaba
¿y por qué vuelvo?
¿y de dónde?
Si no me distraje
y sin embargo
malditos pasos que tienen
tanto poder.
Estuve garabateando
en los espejos caras
para encontrar la mía
desaparecida
tal vez así
perdí noción del camino.
Doblar por una esquina y no
por otra
me llevó al país sin edad
para transgredir.
Ahora hay faltas que nadie enmienda.
Árbol soy pero no creo en ningún bosque.
Ellas
Ellas llenan de voces
la noche
perturban con caricias
sus manos ataviadas de perlas
se reconocen y se abrazan
desdoblan sus bocas
para enloquecer los instantes.
Llevan flores blancas en el pelo
bellísimas anudan en sus cinturas
ecos de ámbar y aguamarinas.
¿Cómo no darles nombres
guardarlas en las brisas del verano
en los ocres del otoño?
Que el invierno no las hiera
que vuelvan siempre
a mostrar sus rostros con
paisajes que insistan en no ser
condenadas.
Que las dejen volar.
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Graciela Wencelblat Wainbuch
nació en
Buenos Aires, Argentina. Estudió teatro seis años con Beatriz Matar y
durante otros siete fue presidenta de la Fundación Mayorazgo para las
Artes y las Ciencias en Paraná, Entre Ríos, donde desarrolló un centro
cultural para la comunidad, que fue el más importante de esa época.
Ha publicado cinco libros: El camino (1980); Por disimular que
estoy flotando (Ed. Torres Agüero, 1989); La que dibuja los bordes
de los cuerpos (Grupo Ed. Latinoamericano, 1994); Pasaje del Signo
(Ed. Vinciguerra, 1998) y Travesía del Desierto (Ed. Vinciguerra,
2002). Asimismo, ha participado en dos antologías poéticas: Poesía
de Fin de Siglo (Ed. Vinciguerra, 1997) y Las Letras de la Conjura
(Ed. Dunken, 2002). Sus poemas han sido traducidos al francés por Pierre
Leon, de la Universidad de Toronto (Canadá).
Ilustración: Fotografía por
Pedro M. Martínez Corada ©
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