Madame Butterfly
Las simas
submarinas
de los ojos azules
de Pinkerton
eran tus únicos confines,
en ellas
naufragaba tu espíritu,
y en cada noche negra,
cuando te acariciaban
los vientos oceánicos,
te quedabas dormida
recordando esa única
fruición de pensamientos
en que entregaste el nimbo de tu pecho
a aquel capitán gélido.
Y soñabas la hora
sublime
en que el furtivo amado
subiría corriendo
por la colina verde,
llamándote agitado,
implorando tu abrazo
indisoluble.
Ya lo veías.
Ya podías sentir
su beso entre tus labios
y el gozo de tu sueño
sobre su torso tibio.
Preparabas la casa
que albergaría
su delicia
por novecientos noventa y nueve años,
olvidabas la gloria
de tus ancestros,
y renunciabas a tu propia esencia,
ante la dicha eterna
de aquel
anatema.
Y llegó el día:
en el paisaje gris
se percibía
la silueta de un par de enamorados
que ascendían veleidosos
hacia su nuevo hogar,
y cuando estaban próximos
a tu morada
pudiste ver
la intemperancia
del que tanto esperabas,
posesionarse de tu estancia
con su «auténtica esposa americana»,
y te ignoraba frío,
como un desconocido.
¡Ah! Butterfly,
tu corazón ingenuo
ya no podrá latir jamás;
ningún elíxir milenario,
ninguna planta extraña
del Japón
alcanzará la estación
de florescencia,
para cicatrizar
el loto de tu entraña desgarrada.
Con una banda blanca
le cubriste los ojos
al hijo que lloraba,
invocaste tus genes
en samuráis guerreros,
y con la misma fuerza
de su grito
empuñaste el puñal contra tu vientre,
cumpliste el hara-kiri
y descendiste al suelo
para siempre.
El alma pesa veintiún
gramos
El alma pesa veintiún
gramos,
afirman los filósofos
esotéricos.
La energía suprema
encadenada a un cuerpo
y sólo dos postigos
trémulos
le muestran un rincón
desierto
del universo.
La pseudovida
sometida al tiempo;
los sueños,
a unos huesos,
y el amor,
a unos átomos de humo.
Todo en un cenicero.
Son sólo veintiún gramos
eternos.
El suicidio de Tchaikovski
Corriendo
por las escalinatas
de tu pensamiento,
veo
juegos de fuego
ominosos
creciendo
hasta el Big Bang
lumínico y patético.
Tchaikovski,
piedra,
Pedro,
no puedo,
no puedo consolar
el llanto de tus vientos:
salmo de saetas,
puñales negros,
sables cosacos
gimiendo.
Esta es la sinfonía del destino
que mendiga un abrazo sempiterno,
pero que,
más allá del falso ensueño,
rosado,
arrullo del pasado,
se encuentra con el frío del Infierno
que quema
como un beso.
Lontano
sólo el hielo,
tu saudade circunda
un chelo esquizofrénico,
y lloras en el suelo,
vibrando,
trémulo,
mientras tus labios congelados
recitan los compases
del primer movimiento
de tu melancolía enajenante
que no tendrá remedio.
Sólo el vuelo,
solamente una fuga hacia el Nirvana,
asido de la mano
del cisne negro,
amainará el desasosiego
ciego:
esa incomodidad
por ser el mundo tan pequeño
para albergar tu genio.
_________________
Sergio Esteban Vélez.
Nacido
en Medellín, en 1983. Comunicador de la Universidad de Antioquia, especializado
en Lenguas Modernas, en la Universidad de Sherbrooke (Canadá).
Columnista semanal del periódico El Mundo, de Medellín, y crítico
cultural del suplemento literario de ese diario, Palabra y Obra.
Colaborador de otras publicaciones.
Libros de poemas: Destellos nocturnos (1996, reeditado, 1997);
Entre el Fuego (1998, reeditado, 1999); Sinfonía Mística
(1999); Urdimbre bajo la piel (2005) y Estancias cerradas
(2007).
En el campo de la Historia y del Arte, publicó, en el 2008 El Color
en el Arte Moderno Colombiano. Ganador de una beca de la Dirección
de Investigaciones de la Universidad de Antioquia, con su libro David
Manzur, en sus propias palabras. Es autor, además, de seis libros
inéditos. Publicaciones en diversos países.
Ha sido director ejecutivo de la Academia Antioqueña de Letras y director
de Cultura del Colegio Altos Estudios de Quirama. Miembro de más de una
docena de academias y entidades culturales de Colombia, Chile, Venezuela,
Estados Unidos, Canadá, España, Grecia e India. Ha recibido diversos premios
y reconocimientos.
- Sitio web del autor: http://sergioestebanvelez.over-blog.es/
Ilustración:
Geraldine Farrar in the role of Madame Butterfly
2
by Unknown photographer,
Bain News Service -
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